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El cigarro en Cuba: una historia que echa humo

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El cigarro en Cuba: una historia que echa humo
El cigarro en Cuba: una historia que echa humo

AREQUIPA, Perú. – El tabaco cubano, reconocido como el mejor del mundo, se destacó inicialmente en dos categorías: los de “regalía”, de alta calidad y precio, y los del “millar común”, más económicos.

A partir de 1827, la reorganización de la industria se centró en los tabacos de “regalía”, y se registraron las primeras marcas. Se dio especial atención al habano destinado a la exportación, surgiendo marcas notables como Partagás, H Upmann, La Corona, Por Larrañaga, El Fígaro, La Reforma, La Africana, entre otras.

Mientras, el cigarrillo fue el último en hacer su aparición en época, comenzó como una industria casera en manos de porteros, esclavos, reclusos y soldados que lo fabricaban en su tiempo libre y lo vendían después.

En los inicios de la industria del tabaco en la capital de la Isla, figuró en la leyenda y realidad un personaje llamado Pito Díaz. Originario de México, estableció una casa de cambio de monedas en la calle de la Cuna (actual Muralla, entre Oficios y Mercaderes).

Frente a su establecimiento, colocó una gran paila donde limpiaba monedas de oro con zumo de limón y otros ingredientes, atrayendo a clientes, incluyendo cosecheros de tabaco.

Pito Díaz amplió su negocio a la fabricación de cigarrillos, ganando mayor celebridad por ello. Pero desapareció del panorama un buen día cuando perdió la razón.

José Mendoza continuó el negocio iniciado por Pito Díaz, estableciendo una fábrica en la calle Obrapía y modernizando la distribución de cigarrillos mediante carros de tracción animal.

Posteriormente, José García y su esposa, otros acaudalados propietarios de una factoría, contribuyeron al mercado al dotar a los minoristas de vidrieras para la venta de cigarrillos.

Por su parte, José Morejón, propietario de la reconocida fábrica La Lealtad que dio lugar al nombre de una calle habanera, introdujo el lujo en la presentación de sus productos y fue el primero en utilizar cajetillas impresas.

Otro empresario, Luis Susini, fue quien revolucionó la industria del cigarrillo en Cuba al introducir la máquina de vapor en su fábrica La Honradez, permitiendo una producción diaria superior a dos millones y medio de unidades.

En 1840, había varias fábricas de cigarrillos en La Habana, la mayoría vinculadas a fábricas de tabaco, y un siglo después el número ya ascendía a 26. Y si bien la industria del cigarrillo en la Isla siguió creciendo con el tiempo y abasteció principalmente el consumo interno, nunca ha logrado la misma demanda en el mercado extranjero que el tabaco manufacturado o en rama.

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