LA HABANA, Cuba.- Han pasado casi dos meses desde la última vez que un trabajo periodístico con mi nombre fue publicado en estas páginas de CubaNet. He decidido poner fin a eso que, con un sentido jocoso muy poco adecuado para la tremenda tragedia en la que está inmersa ahora mismo nuestra Cuba, pudiéramos denominar “temporada sabática”. Y debo agradecer por ello al eminente colega Luis Cino.
Es el caso que, el pasado jueves, en este mismo diario digital fue publicado su artículo intitulado ¿Negociar con el régimen?: los pros y los contras. La idea central de ese trabajo periodístico, interesante y valiente, aparece mejor recogida en el bajante: “Muchos intuimos que, a fuerza de tanto fracaso y desastre, el final de la dictadura debe estar cerca. ¿Momento de negociar?”.
Me parece un poco prematura la preocupación expresada allí por el destacado colega; más adelante explicaré por qué. Pero le agradezco que esa nueva muestra suya de maestría profesional haya logrado sacarme de mi mutismo de casi dos meses. Es esa una cualidad que poseen las obras periodísticas de elevada calidad: no solo revelan la pericia de su autor; también sirven para incitar a otros a profundizar en el tema abordado.
La salida del régimen
Quienes han seguido mi carrera periodística en CubaNet, saben que en más de una ocasión he abordado el asunto de cómo es que nuestra Patria saldrá de la situación catastrófica en que la han metido las políticas equivocadísimas del socialismo burocrático. Hablo de un tema del que dependen no solo el bienestar futuro de la Nación, sino hasta su existencia misma.
He insistido en que, en estos regímenes de vocación totalitaria, la rajadura no comienza por abajo, sino por arriba. En un momento determinado, en las filas del mismo partido único (en su Comité Central, para ser más preciso) llegan a ser mayoría quienes están conscientes de una verdad irrebatible: que el sistema es inviable e insostenible. Y que actúan en consecuencia.
Recalco que, en lo que a mí respecta, no se trata de un asunto de simpatías o de preferencias personales. (Si se tratara de eso, ¡por supuesto que yo jamás mostraría predilección por unos individuos que durante decenios han apoyado y realizado las políticas equivocadas del castrocomunismo! Que es el caso de todos y cada uno de los miembros del aludido cuerpo, el cual es, entre uno y otro congreso, el órgano supremo del Partido Comunista).
La desaparición del control comunista
Lo que me ha llevado a esa conclusión es el estudio de los procesos que han conducido a la feliz desaparición del control comunista en este o aquel país. Y conste que el número de estos últimos pasa de la treintena. (Aclaro que me refiero a los países actuales, de los cuales surgieron, respectivamente, 15, más de 5 y 2, tras la desaparición de las antiguas Unión Soviética, Yugoslavia y Checoeslovaquia).
En cada uno de esa treintena larga de estados, en determinado momento, arribó al poder un nuevo equipo dirigente de los comunistas. Las particularidades nacionales son, por supuesto, diferentes en uno u otro país, pero hay algo común a todos. Me refiero a la convicción que albergaba la nueva jefatura llegada al poder: simplemente, no resultaba posible continuar aplicando las viejas políticas, cuyo fracaso había demostrado plenamente la inviabilidad de ellas.
Es justamente ese aspecto esencial el que no se ve, ¡ni remotamente!, en Cuba. El actual jefe formal de los castrocomunistas se llena la boca para proclamar, venga o no al caso, que él y los suyos son “continuidad”; es decir, que preconizan “más de lo mismo”. Los mayimbes del bolchevismo criollo actúan como seguidores desequilibrados del profesor Pangloss, como si del actual desastre de esta Gran Antilla pudiera decirse que “todo es para lo mejor en el mejor de los mundos posible” …
Preocupación prematura
Es por eso que he calificado como “un poco prematura” la preocupación expresada por el amigo Cino. Me parece un gran acierto suyo llamar la atención de sus numerosos lectores hacia la necesidad (que deberá materializarse mucho más temprano que tarde) de “negociar con el régimen”. Solo que no con el que ahora mismo declara ser “continuidad”, practica el más absoluto inmovilismo y se mantiene adherido al poder con una fruición que envidiaría una lapa.
No, esa negociación será procedente, creo, pero con el equipo de gobierno que sustituya al actual, y que reconozca la necesidad de realizar cambios profundos en el país. Es con esa perspectiva que yo no pierdo las esperanzas de escuchar, en la voz engolada de alguno de los cotorrones oficialistas, las anheladas palabras: “El Pleno del Comité Central acordó liberar al compañero de sus responsabilidades…”.
Cuando llegue ese momento, habrá que prestar atención no solo a las declaraciones que se formulen (que si hay algo que no ha escaseado en las bocas de nuestros mayimbes son palabras y promesas). Y por supuesto que los cubanos de ideas democráticas y anticomunistas, que somos hoy la gran mayoría, no debemos caer en el vacío de un simple “quítate tú para ponerme yo”.
No. Habrá que prestar atención no solo a los cambios de nombres; también a los actos concretos y a las declaraciones de principios que se produzcan. En ese contexto, deberemos valorar realidades tales como: iniciar el proceso de excarcelación de los presos políticos, reconocer que el sistema socialista es inviable y que es menester restablecer de manera plena la libertad de empresa; proclamar el propósito de respetar y aplicar en nuestro país los derechos humanos internacionalmente reconocidos.
Llegado ese momento…
Esto último podría tener aspectos más concretos, entre los cuales destaco: reconocer en principio el derecho de los ciudadanos a tener ideas contrarias a la actuación del gobierno y y agruparse en organizaciones contestatarias. Desde luego que, llegado ese momento, el mero hecho de ver reunidos, de manera pública y oficial, a personeros del gobierno con ciudadanos que no han escondido sus ideas prodemocráticas y anticomunistas, constituirá un paso importante en ese sentido.
Otro aspecto relevante lo será el que es, a no dudarlo, el principal problema internacional de nuestro país: el de sus relaciones con Estados Unidos. En ese sentido, un paso que nuestro pueblo agradecerá, de entrada, es el de abandonar el estéril alud propagandístico que culpa al “Bloqueo” de todos los muchísimos males que padece el país.
Un ejemplo que bien pudieran seguir los castrocomunistas sería el de sus camaradas de Vietnam, que después de haber sufrido una guerra tremenda con la superpotencia, no tuvieron a menos normalizar sus relaciones con esta.
Desde luego que, a partir del venidero 20 de enero, la presencia de dos antisocialistas probados como Donald Trump y Marco Rubio al frente de la política exterior de nuestro vecino del norte, garantizará que los pasos dirigidos hacia la normalización que se den por la gran democracia respondan a un cambio real en las políticas del régimen de La Habana, y no al propósito de congraciarse con este.
Mi agradecimiento a Luis Cino por haber abordado este polémico tema y haberme dado el pretexto para escribir el presente artículo. Y por invitarnos, con valentía, a eludir “las posturas extremas”, que, como él bien dice, “no ayudarán a encontrar una salida”.