LA HABANA, Cuba. – El binomio Trump-Rubio ha puesto a temblar al régimen cubano. Se los notaba demasiado seguros de que Kamala Harris sustituiría al nada temido Joe Biden en la Casa Blanca, y que vendrían unos cuantos años más de ese jueguito bobo del “bloqueo desbloqueado”.
Un relajo de sanciones, aderezado con demasiados cariños, y que les ha permitido a los comunistas sacar grandes beneficios, en tanto las ambigüedades, agujeros y socavones del embargo han sido, sin dudas, el más grande negocio de quienes no necesitan producir nada porque se han acostumbrado a vivir de la estafa y del “regalado”, de la extorsión, de la corrupción y la doble moral.
Así, puesto que soñar sí cuesta y mucho, han despertado en medio de lo que pudiera ser el peor de los escenarios políticos para quienes han diseñado la “economía socialista” sobre la base de la emigración masiva, las remesas y más de un centenar de sociedades off shore, muchas de ellas establecidas en Estados Unidos y dedicadas a las importaciones a la Isla, las ventas en línea y la paquetería, pero, sobre todo, a funcionar como grupo de influencia silencioso, siempre a la espera de la “orden de combate”.
Ahora ese esquema, más político que económico, diseñado por la inteligencia cubana con la doble intención de generar dinero al mismo tiempo que genera adeptos prodictadura entre empresarios estadounidenses, políticos, académicos e intelectuales, pudiera estar en peligro de estallar o al menos de dispersarse o neutralizarse si un experto en los asuntos cubanos como Marco Rubio, pronto con el poder de tomar decisiones a niveles más efectivos, lo colocara en la mira como objetivo esencial para provocar la implosión del castrismo, cada día más debilitado por las pugnas internas, frutos de la corrupción propia del sistema.
Confiado en el poder de su aparato represivo, el castrismo está cada día más convencido de que ni una rebelión interna, por fuerte que sea, ni la presión de grupos opositores (al interior o desde el exterior) podrán derribarlo, no mientras nadie corte ese cordón umbilical que llega de Miami a La Habana cargado de cuanto necesita la dictadura para nutrirse y fortalecerse.
Con la elección del actual senador por el estado de Florida para el nuevo puesto crecen las oportunidades de que la política de Estados Unidos hacia Cuba se enfoque objetivamente en los puntos neurálgicos del “sistema” y que salga definitivamente de ese largo stand by que le ha permitido al régimen no solo lucrar con aquello que debiera desangrarlo sino penetrar ideológicamente el sistema político estadounidense, intentando influir en las elecciones, por un lado, y poniendo en riesgo la seguridad nacional, por otro.
Más cuando en los últimos 10 años el castrismo se ha esforzado por consolidarse como principal aliado incondicional de Rusia y China, algo a lo que la Administración Biden ha restado importancia a pesar de que la cooperación ha trascendido a lo militar, con submarinos y flotas anclados en la bahía de La Habana, con intercambio de efectivos y entrenamiento del ejército cubano en Moscú, con la actualización del armamento y la técnica de combate, y, sobre todo, con el establecimiento de protocolos de apoyo militar en caso de estallidos sociales o conflictos bélicos.
Solo cuando la llamada “Crisis de Octubre” o “Crisis de los Misiles”, en la década de los 60, Estados Unidos estuvo, con respecto a Cuba y la alianza con Rusia, en una situación tan peligrosa. Y nunca como ahora la respuesta de Washington, a lo que incuestionablemente es una amenaza directa, ha sido tan tolerante, para no escribir “débil”, en tanto ha ignorado lo que no son especulaciones sino hechos que la propia prensa oficial de Rusia y Cuba han divulgado, más la otra parte no divulgada que se verifica fácilmente en la frecuencia y nivel de intercambios, en la composición de las delegaciones, encabezadas por militares de alto rango.
Marco Rubio, como jefe de la diplomacia estadounidense, como conocedor de tales peligros, así como del papel que juegan a favor de la dictadura los grupos de influencia del régimen cubano en Florida, encabezados por esos “empresarios” que han prosperado gracias a las grietas del “bloqueo” (y por buena parte de esa inmigración “renovada” que ha llegado recientemente aprovechando las bondades de una política migratoria que no distingue entre represores y refugiados), tendrá dentro de poco en sus manos la llave que pudiera accionar el mecanismo de implosión, y el poder de poner frenos a lo que no solo es una invasión silente sino una guerra de guerrillas que estalló hace mucho tiempo, quizás cuando la OFAC emitió una primera licencia a favor de cualquier prestanombres.