LA HABANA, Cuba. – El siglo XX fue un período de formidables procesos sociales y políticos: acontecieron dos guerras mundiales devastadoras, procesos de descolonización en África y Asia, la emergencia de dos potencias de alcance mundial con signos políticos diferentes (Estados Unidos de América y la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) que se disputaban el dominio del nuevo orden mundial, germen de la Guerra Fría, surgido de la ceniza, la barbarie y los acuerdos de los triunfadores de la última conflagración mundial.
Pero el siglo XX fue también el período de grandes transformaciones tecnológicas y culturales; además se vio estremecido por un ciclo amplio de revoluciones radicales de corte alternativo que sacudieron y reconfiguraron el orden mundial, establecieron otros modos de ver la política y la sociedad. En la cresta de ese ciclo de olas revolucionarias aparecen la Revolución Rusa de 1917, la Revolución China de 1949 y la Revolución Cubana de 1959. La última fue precisamente un terremoto en el hemisferio occidental, que estremeció a América y con su declaración socialista e introdujo a Occidente de un golpe en la Guerra Fría, desafiando el control que ejercía Estados Unidos, que vio como su espacio geopolítico natural se convertía, por obra y gracia de la influencia de la Revolución Cubana y uno de sus instrumentos ideológicos ―el “utopismo revolucionario”―, en un hervidero de frentes y movimientos guerrilleros que percibían en la violencia armada o violencia revolucionaria el método para cambiar sus sociedades y reivindicar sus demandas políticas, sociales y económicas.
Este soporte de las ideologías que conformaron y le dieron sostén a la Revolución Cubana es vital para comprender la evolución de la política exterior del régimen de La Habana y su influencia desmedida en la última mitad del siglo XX, que no se corresponden con su peso dentro del concierto mundial de naciones. Cuba es un archipiélago subdesarrollado con escasos recursos económicos, en ese momento con apenas 59 años de vida poscolonial, muy cercano geográficamente a Estados Unidos, con una dependencia en lo económico, político, social y cultural a esa gran potencia, más propicia a la postal turística tropical para atraer visitantes norteamericanos que a convertirse por multitud de factores en unos de los epicentros de la Guerra Fría y la incertidumbre universal de peligrosos acontecimientos en octubre de 1961, cuando el mundo estuvo al borde de una catástrofe nuclear.
Para una conceptualización del utopismo revolucionario
El triunfo de la Revolución Cubana trajo una serie de acontecimientos e impactos en la región que hasta hoy tienen su saga, al margen de las realidades que en los últimos 40 años han azotado a la Isla: Revolución devenida en sistema postotalitario, el castrismo enclavado en su círculo vicioso de discurso autoritario-populista, más autoritario que populista, tratando de atrincherarse en los últimos promontorios de la Guerra Fría y su desprecio casi atávico a la democracia demo-liberal y la economía de mercado en su sentido más abarcador y menos ortodoxo.
Se puede conceptualizar de manera sintética y sin una pretensión metodológica acabada al utopismo revolucionario como un fenómeno político-social y militar que emergió en Latinoamérica como resultado del triunfo de la Revolución Cubana, su impacto y los postulados ideológicos-operativos de sus dos ideólogos fundamentales, Fidel Castro Ruz y Ernesto Che Guevara, pensamientos que tuvieron eco en ciertos sectores de la intelectualidad de izquierda europea y norteamericana, como el caso paradigmático del filósofo francés Regis Debray, que tenía la percepción del nacimiento de una nueva izquierda independiente de los rígidos códigos provenientes de Moscú.
El núcleo duro de esta tesis, intento de sistematizar la experiencia cubana y proyectarla como teoría revolucionaria para “liberar” a los pueblos de América Latina, aparece en dos libros escritos por Guevara, La guerra de guerrillas (1960) y Guerra de guerrilla: un método (1964), y en otro libro capital en el tema y famoso por su repercusión, Revolución en Revolución, de Debray, antiguo discípulo del marxista estructuralista Louis Althusser.
En línea general, las propuestas teóricas del utopismo revolucionario emanaban de una sistematización mecanicista acrítica y descontextualizada, un rígido esquema calcado de la insurrección armada del castrismo contra el ejército de Fulgencio Batista, contenidos en la teoría del foco guerrillero o grupo armado donde Guevara plantea que las fuerzas populares irregulares pueden ganar una guerra contra un ejército profesional y que las condiciones objetivas para la revolución pueden ser creadas por la interacción del foco insurreccional. Además, dice que el teatro fundamental de operaciones deben ser las zonas rurales y la base social principal serían el campesinado pobre de América, rompiendo con los esquemas tradicionales de los partidos comunistas que estaban bajo el influjo de las directrices de Moscú con su política de distensión y coexistencia pacífica (recuerden la controversia entre Guevara y el secretario general del Partido Comunista Boliviano, Mario Monje; entre los puntos de desacuerdo gravitaba la predisposición de Monje a la lucha armada a la que nunca se incorporó).
Entre los fundamentos que resaltaba el utopismo revolucionario con su perspectiva del foco insurreccional como elemento pivote y fundamental de esta estrategia revolucionaria está su desmesurado voluntarismo, su énfasis en la praxis alejada de la realización teórica mesurada y crítica, un enfoque excesivamente idealizado y romántico de los elementos que podrían movilizar a las masas populares, otro mecanismo que constituyó un alejamiento de los postulados leninistas con relación al partido de vanguardia capaz de realizar la movilización de la sociedad. Supuestamente, el motor pequeño, es decir, el reducido destacamento guerrillero, impulsaría el motor grande, que es la sociedad.
Críticas a la teoría del foco revolucionario aparecieron de diferentes sectores de la “izquierda”, incluso “revolucionaria”, que objetaba que se marginalizaran las condiciones políticas, económicas y culturales de las regiones.
El foquismo como método de lucha revolucionaria y el utopismo revolucionario en general no resolvieron los problemas de América Latina, un grupo considerable de la juventud comprometida y soñadora de los años 60 y 70 fue víctima del dictamen de estas teorías y las duras respuestas de contrainsurgencia de Estados Unidos y los gobiernos afectados por estas prácticas revolucionarias, que inspirados por las políticas de contención al comunismo y la seguridad nacional, terminaron quebrando algunas de las débiles democracias latinoamericanas de la época y las convirtieron en brutales dictaduras militares con la intervención directa o indirecta de Estados Unidos en la región.
El utopismo revolucionario, y sus estruendosos fracasos, fue perdiendo su supuesto discurso libertario en el plano teórico por sus inconsistencias analíticas y en primer orden por trasladar la experiencia cubana de manera mecánica. Lo que fue una singularidad no puede sistematizarse y en la praxis no resolvió los problemas sociales, económicos y políticos que pretendía solucionar, además de dejar un saldo en vidas cuantioso por la interacción de la violencia revolucionaria y la no menos violenta respuesta contrainsurgente.
El castrismo-tardío como ideología de la dominación ha tenido la capacidad de adaptarse a los contextos y transfigurarse según lo requiera. El utopismo revolucionario como un componente ideológico perdió vigencia en el discurso del poder y se reconfiguró en otros modos, adoptando mecanismos de otro tipo en los nuevos escenarios internacionales. Además, los intentos de sistematización de los resortes insurreccionales para la lucha contra el imperialismo y el capitalismo se vieron desplazados por la democracia política como método y por la asunción al poder de una izquierda que había comprendido que la violencia no es la partera de la historia y asumido los mecanismos democráticos como forma de lograr participación y reclamar sus demandas y aspiraciones. Estos factores contribuyeron, junto a los fracasos de los movimientos guerrilleros, al debilitamiento y reformulación del utopismo revolucionario, una de las columnas ideológicas del castrismo.
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