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Libros de septiembre: duelos en Cuba, terror y “rehabilitación” de Pedro Juan Gutiérrez

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Libros de septiembre: duelos en Cuba, terror y “rehabilitación” de Pedro Juan Gutiérrez

Que Cuba haya sido para Italo Calvino poco más que la remota isla donde nació en 1923 –hace precisamente 100 años–, un infierno florido para Reinaldo Arenas o un reino de fantasmas para Dulce María Loynaz, es la coincidencia con la que Osdany Morales compone los ensayos de Lengua materna (Bokeh).

Nacido en Nueva Paz, provincia de Mayabeque, en 1981, Morales ganó el premio Alejo Carpentier con Papyrus (Letras Cubanas), un extraño volumen de cuentos que prometía “un recorrido por las Siete Bibliotecas del Mundo”. El mismo propósito alimenta Lengua materna, el paseo entre los maestros que, como Lezama o Cabrera Infante, siguen hablando en la página sin que la muerte importe.

Pero además, para el curioso o el aficionado al arte militar antiguo, Morales ofrece un magnífico texto sobre los duelos en Cuba durante el siglo XIX y un comentario del célebre Arte de navegar, de Lázaro de Flores, escrito en 1673.

Con Mito y política en Cuba (Verbum), el profesor Yoandy Cabrera explora la riqueza del mundo clásico como refugio ante la banalidad del totalitarismo. Lo heroico, lo legendario, ha sido –según Cabrera– la piedra de toque para proteger la cultura ante el “simplismo retórico” de caudillos como Fidel Castro, y la fuente de la que beben autores como Arenas o Antón Arrufat.

Cabrera explora la riqueza del mundo clásico como refugio ante la banalidad del totalitarismo

La colección, en resumen, aspira a ilustrar la “esencia liberadora del mito” en la Isla. Cabrera trabaja como profesor en Estados Unidos y es vicepresidente de la Organización de Estudios Clásicos de Illinois. Además, edita la revista académica Deinós.

La escritora para jóvenes Elaine Vilar Madruga publica en España su novela El cielo de la selva (Lava), que describe como “un cuento de terror caribeño”, donde el canibalismo y la violencia marcan el ritmo de la historia. La selva, “dios hambriento”, ofrece refugio a quien sepa buscarlo y ampara al viajero contra un mundo de “guerrilleros y narcos”. La novela es, además, “una fábula terrible sobre la maternidad y el cuerpo de la mujer”.

Las revistas InCubadora y Rialta prosiguen su fértil colaboración editorial con dos títulos de la serie de arte Fluxus: Si la memoria no me falla, de Ángel Delgado, y Juegos de guerra, de Damián Valdés. Los dibujos de Delgado, según el crítico Gerardo Mosquera, “fueron hechos para el instante, sin la pretensión de testimonio histórico”. Mientras que, para el escritor Carlos Aguilera –coordinador de la serie–, “hablan especialmente de dos cosas: del secreto, en su relación y diferencia con el poder”.

En cuanto a Juegos de guerra, su autor confecciona artefactos a partir de basura y trastos, en busca de una escultura que sensibilice al espectador con el problema ambiental. “Hay una tensión implícita al elaborar cada una de sus piezas escultóricas, desde las de pequeño formato hasta las construidas a gran escala; detalle este notable en el alambrado que retiene las partes y en la composición por objetos dispares que terminan conformando una compleja unidad”, comenta Aguilera sobre Valdés.

Verbum rescata la obra de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, ‘El Cucalambé’, de una sencillez campestre, pero medular para comprender los orígenes de la cultura cubana

Verbum rescata la obra de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, de una sencillez campestre, pero medular para comprender los orígenes de la cultura cubana. El poeta colonial, exponente del llamado siboneyismo que ejemplifica muy bien Mi trova alegre y sencilla, fue calificado por Lezama como un hombre “disuelto en su pueblo”, seducido por el “júbilo nominal” de la naturaleza de la Isla.

El narrador cubano Pedro Juan Gutiérrez, uno de los iconos de la literatura “impublicable” en las imprentas oficiales –su conocida Trilogía sucia de La Habana (Anagrama) aún no tiene edición cubana– dejó perplejos a sus lectores tras recibir un homenaje del Instituto Cubano del Libro, el mismo organismo responsable, desde hace décadas, de que en la Isla apenas se lo lea.

A pesar de que el homenaje, realizado en la Biblioteca Nacional, contó con la presencia de comisarios culturales como Omar Valiño y Jorge Fornet, la noticia esquivó los medios oficiales. En el diario Trabajadores, el periodista cultural Yuris Nórido calificó su prosa como “escabrosamente realista”. Los comentaristas de la obra de Gutiérrez prefirieron aludir al erotismo de sus relatos y a la “singularidad” de su estilo. El más atrevido, Francisco López Sacha, admitió que el matancero era un novelista “brutal”.

Rehabilitado por el régimen, como en su momento lo fueron Antón Arrufat, Delfín Prats y Leonardo Padura –paso previo al otorgamiento del Premio Nacional de Literatura–, Gutiérrez será el invitado de honor de la próxima Feria del Libro de La Habana. La respuesta del autor de Animal tropical al agasajo de sus censores no deja dudas sobre su contrición: “No puedo estar más que agradecido”.

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