LA HABANA, Cuba. – Habría que preguntarle a la inteligencia artificial (IA) por qué Miguel Díaz-Canel se muestra tan obsesionado con ella. En los últimos días casi todos sus discursos e intervenciones terminan mencionando el tema, y así como la “resistencia creativa” ha sido la letanía que como “concepto original” hasta le valió un doctorado, la IA ha comenzado a despuntar como constante de una verborrea que de la confianza en las virtudes humanas (porque más o menos de eso trataría el bulo de la “resistencia creativa”) ha transitado a la decepción, como señal clara de impaciencia.
Díaz-Canel está desesperado y de pataletas en el piso, porque al parecer ha descubierto que la capacidad intelectual de los hombres y mujeres que lo rodean para aconsejarlo no le ha sido útil y, por el contrario, cada día lo hunden más en el ridículo.
Nada le ha salido bien, su gestión solo genera noticias y reacciones negativas, las pocas cosas que intenta pasar por buenas al poco tiempo se revelan como falsas, no es simpático, no tiene don de gente ni de palabra (se equivoca hasta leyendo los discursos), y con ese cúmulo de adversidades y malas calificaciones como político, es consciente de que no hay inteligencia “natural” capaz de ayudarle a proyectar una imagen positiva, al menos en esas redes sociales donde no ha corrido con suerte, ni siquiera inventándose con Manuel Anido y Ana de Armas ese culebrón de Hola con que pretendía hacer olvidar el fracaso de ese otro que llegó como consejo de sus “asesores”: el de la parejita unida en el amor y en la política, que incluyó mensajitos públicos al “dictador de mi corazón” y hasta alguna que otra escena de canto, baile y besos apasionados.
Suficientes fracasos para dejar de obedecer a esa inteligencia “natural” que lo mal aconseja y comenzar a probar suerte con la IA que no solo se ha puesto de moda sino que tan eficientemente quizás usa el “enemigo” para generar memes y mensajes mucho más geniales que los que ya generaban desde antes gracias exclusivamente al talento humano, que solo brilla en plenitud cuando es totalmente libre, es decir, cuando el incentivo para la creatividad no es garantizar los minutos de voz y los gigas de datos de un “celular petrolero” (los teléfonos que el PCC reparte a cambio de que se publiquen mensajes a favor de la dictadura) sino ser auténticos.
Precisamente, un par de horas apenas comenzado el 2025, la página web de la Presidencia publicó un artículo titulado “Cuba, su inteligencia, y una pregunta: ¿por qué no?”, que llegó casi unos segundos después de inaugurada la nueva sede del diario Juventud Rebelde (donde Díaz-Canel mostró fijación con el asunto de la IA y la necesidad urgente de introducirla en los medios de propaganda), y casi al unísono con una reunión que —de acuerdo con información ofrecida por fuentes que estuvieron en el lugar—, fue convocada por el Departamento del Comité Central del PCC que atiende la informática y las comunicaciones, en especial eso que llaman “cibercombate”, donde igualmente se habló de acudir con urgencia a la IA para enfrentar “ataques del enemigo” en internet.
Luego de ese último encuentro donde abundaron los “encontronazos” entre jefazos y “ciberclarias”, en tanto los primeros reclamaban mayor creatividad y productividad a las segundas, que a la vez se justificaban con los consabidos problemas de conectividad de ETECSA, con los apagones, con el escaso conocimiento sobre muchos de los temas debatidos (como consecuencia de no tener acceso a los medios de prensa independientes por causa de la censura impuesta por el propio PCC, y por la falta de transparencia informativa de los medios oficiales), en algunos foros en internet, sobre todo en Facebook y X, continuaron los debates de los más preocupados con su futuro (“la IA podría reemplazarlos a todos ellos”, decía alguno) sobre qué hacer, además de obligar y amenazar a sus propios “soldados”, para un “cibercombate” más efectivo contra un “enemigo”, que a las claras se mostraba más creativo e inteligente (nada difícil frente a la mediocridad “oficialista”).
Un “cibercombate” más efectivo pero, sobre todo, que justifique con los “buenos” resultados el gasto excesivo calculado en decenas de millones de dólares (según expuso un funcionario del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones en la propia reunión) que el Partido Comunista carga al presupuesto del Estado y a las empresas estatales, por la importación de equipos de comunicación (celulares, computadoras, accesorios para la conectividad, etcétera) que reparte de modo gratuito y que se justifica en esa “batalla ideológica” (de alta prioridad en el 2025, según los acuerdos del IX Pleno del PCC) que parasita la economía cubana desde mucho antes de aquella “Batalla de Ideas” para la cual Fidel Castro hasta creó una especie de “ministerio” en los años 90, manejado por Otto Rivero, un exsecretario de la UJC que en 2009 fue destituido por Raúl Castro bajo acusaciones de deslealtad y corrupción.
Aunque nada listo como político pero al menos con alguna inteligencia funcional para las matemáticas elementales, Díaz-Canel ha sido capaz de calcular cuánto dinero se pudiera ahorrar si la “tarea” de enfrentar al enemigo en las redes sociales la dejara totalmente en manos de la IA, a la vez que esta le garantizaría cierto grado de creatividad, de originalidad, de gracia, de astucia (y además de buena ortografía) de las cuales carecen por completo las ciberclarias, evidentemente mucho más entusiasmadas con el concierto de Bebeshito en Miami que con la Marcha del Pueblo Combatiente en La Habana. Todos (asesores y soldados virtuales) rendirían más como brazos en la agricultura que como “cerebros” en la batalla del ciberespacio.