Tras permanecer cerrado varios años por la pandemia, el restaurante estatal Europa, en la calle Obispo, abrió nuevamente sus puertas en La Habana. El local, sin embargo, luce diferente a como lo recuerdan sus clientes: la oferta ha mermado, el servicio es descuidado y los precios –como ya es habitual en el centro histórico de la ciudad– son imposibles de pagar.
Una docena de comensales apenas llenan las 20 mesas del Europa. Desde una esquina, y sin que alcance para disipar el calor, un ventilador espanta, hasta donde puede, las moscas, mientras unos turistas pican con desgano unos cuadritos de queso.
“El moho está invadiendo Europa”, comenta con sorna una mujer, mientras mira con horror las manchas negras del techo. Su acompañante –que ya vaticinaba que la comida no tendría mucho encanto– deshilacha con desagrado unas ruedas de pescado. “El menú decía pescado con viandas, pero las viandas nunca llegaron”, se queja.
“Es un problema extendido, todos los restaurantes estatales están así”, asevera otra clienta
La conversación de las mujeres exhibe tonos de incomodidad y critican la burda decoración, “con dos espaguetis fritos”, del plato, cuya guarnición de arroz sospechan que sea “robada de la bodega”, por el número de granos partidos. “No hay quien se coma este pescado, con la cantidad de espinas que trae. Ni las escamas le quitaron bien y viene enchumbado en grasa”, resoplan.
En la puerta, una pizarra de madera espanta a los visitantes con el menú del Europa: ropa vieja a 375 pesos, lonchas de cerdo a 775, rueda de pescado a 945, cola de langosta a 1.180, langosta entera a 1.390 y el arroz –que debe pagarse por separado– a 100 pesos.
Desde una de las mesas centrales, un hombre cuestiona al camarero sobre la “falta de detalles”. El vaso con el jugo, asegura, se lo han traído agrietado y, en cuanto a las servilletas, ni siquiera se han molestado en poner una de papel. La respuesta del empleado es terminante: “Disculpe, pero no tenemos”.
La decepción de almorzar en el Europa es evidente entre la mayoría de los comensales. Lamentablemente, critican quienes se marchan lo más rápido que pueden, no es el único local “decadente” que se encuentra en las calles de la capital. “Es un problema extendido, todos los restaurantes estatales están así”, asevera otra clienta. “Pareciera que los abandonan a propósito, para que el sector privado termine asumiéndolos”.
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