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Díaz-Canel y las matrioskas del castrismo

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Díaz-Canel y las matrioskas del castrismo
Díaz-Canel y las matrioskas del castrismo

LA HABANA, Cuba. — En sus apariciones en la televisión la semana pasada, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel y algunos de sus ministros (los de Economía, Transporte, Comercio Interior, Alimentación y Energía y Minas) parecieron un grupo de matrioskas desfilando en una pasarela y recitando en tono quejumbroso todas las dificultades que no han podido resolver.

Constantemente se apoyan en la excusa del “bloqueo norteamericano” y otros desastres naturales, buscando justificaciones que los eximan de culpas y repitiendo su discurso de que se sacrifican por el bienestar del pueblo.

Díaz-Canel apela constantemente a la “resistencia creativa”, que no es más que intentar convertir la mentira en verdad y lo falso en realidad. Mientras tanto, sus ministros hablan de las “potencialidades” que, según el socialismo, existen en nuestro país, sin que en más de seis décadas hayan podido aprovecharlas.

Es irónico llamar “resistencia creativa” a la imposición y la obligación de vivir como en tiempos pasados si decides permanecer en Cuba. Denominar “potencialidades” a la idea de convertir las cáscaras de plátano en picadillo o utilizar una yunta de bueyes como tractor y una recua de mulos como medio de transporte intermunicipal refleja el estancamiento de los ministros de Agricultura y Transporte.

Si no pueden resolver los problemas, entonces de nada sirve que el presidente y sus ministros, como servidores públicos, expresen su descontento y se esfuercen en demostrar su cercanía al pueblo durante apagones y escasez de alimentos y transporte. Como servidores públicos, se espera que estén en sus cargos para servir al pueblo y resolver sus problemas. Cuando no pueden hacerlo, independientemente de la razón, deben considerar renunciar.

Lamentablemente, los líderes del régimen no parecen conocer el significado de la palabra “renunciar”. A pesar de promesas incumplidas y fracasos continuos, siguen aferrados al poder.

Es probable que si Manuel Santiago Sobrino, ministro de la Industria Alimenticia, tuviera que llenar picadillo condimentado y mezclado con yuca en un puesto de carne local, ya se habría cansado de ser un servidor público y se habría retirado del ministerio. También es probable que si el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, tuviera que esperar durante horas en una parada de guagua para viajar apretujado y sudando en un P-6 o hacer cola durante un mes para conseguir combustible en un servicentro, ya se habría ido a trabajar en una pequeña empresa que fabrique desodorantes de resina de almácigo o venda productos de costura.

Con humildad, la mayoría de los cubanos les pide a estos servidores públicos, que parecen aferrados a sus cargos, que no se sacrifiquen por el pueblo, ya que no hemos solicitado ningún sacrificio. No necesitamos que nos defiendan ni que se atribulen, ya que los cubanos sabemos cuidarnos por nuestra cuenta, como lo hemos hecho en los últimos 64 años, sin depender de su buena voluntad comunista.

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