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Colón y La Victoria: La desaparecida meca de la prostitución habanera

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Colón y La Victoria: La desaparecida meca de la prostitución habanera
Colón y La Victoria: La desaparecida meca de la prostitución habanera

AREQUIPA, Perú.- En Cuba las llamadas zonas de tolerancia eran aquellos espacios donde muchas mujeres iban a vender su cuerpo y, a su vez, acudían los hombres buscando este tipo de servicios sexuales. Para 1963, se eliminaron en La Habana estos sitios, siendo los principales los de Colón, ya decadente, y La Victoria, que aún conservaba su esplendor pasado.

La zona de Colón se extendía por las calles Crespo, Blanco, Ánimas, Bernal, mientras que La Victoria ocupaba un rectángulo delimitado entre Infanta y Belascoaín, Carlos III y Llinás, con la calle Retiro o Pajarito como eje.

Estos barrios albergaban no solo prostíbulos, sino también otros establecimientos como almacenes, oficinas, redacciones de revistas, laboratorios, fábricas y casas de familia. De hecho, para proteger la privacidad de las familias que vivían en estas zonas, era común colocar carteles que decían “No moleste. Esta es una casa decente” en las puertas, ventanas u otros lugares visibles.

A lo largo del tiempo, diversos líderes, como Gerardo Machado y Carlos Prío, intentaron acabar con las zonas de tolerancia, pero los esfuerzos fueron en vano.

Cerrar estas áreas no resolvía el problema, sino que lo agravaba, generando un aumento del número de personas que practicaban la prostitución en la calle, sin estar vinculadas a burdeles y sin someterse a las regulaciones sanitarias obligatorias al no estar registradas.

Contrario a la creencia común, los chulos rara vez eran propietarios del negocio, y en La Victoria, por ejemplo, estaba en manos de homosexuales y mujeres que tenían un papel más influyente. Los proxenetas proporcionaban protección a las mujeres, mantenían la paz en los prostíbulos y, en general, la violencia era limitada tanto en las zonas como en los establecimientos.

Aunque los costos variaban entre Colón y La Victoria, el negocio de la prostitución fue próspero hasta el momento de su desaparición. Los precios en La Victoria llegaron a cinco pesos, mientras que en Colón nunca superaron los dos pesos. Existían zonas menos frecuentadas pero peores, como la calle Omoa, donde algunas mujeres trabajaban de manera más independiente, y burdeles disfrazados bajo diversas fachadas.

Algunos prostíbulos, como la casa de Marina Cuenya, se hicieron famosos y quedaron en el imaginario popular de La Habana, siendo incluso visitados por figuras como John F. Kennedy, Juan Bosch y Winston Churchill.

En La Victoria, las mujeres eran seleccionadas por su belleza y retiradas cuando perdían atractivo. Las prostitutas en La Victoria seguían ciertos preceptos, esperaban vestidas en el salón, utilizando comúnmente una prenda de una sola pieza que era práctica para el oficio. Las habitaciones estaban equipadas solo con lo esencial: una cama matrimonial, uno o dos espejos, lavamanos y bidet. Ninguna trabajadora en este negocio usaba su nombre real; todas tenían un seudónimo como “nombre de guerra”.

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