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Yo no quiero tener barba

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LA HABANA, Cuba. – “No quiero barba, no quiero barba”. Así canto a veces, mientras me afeito, y para hacer más tolerable el rasurado escojo la cadencia musical de ese estribillo que dice “no quiero llanto, no quiero llanto”, pero confieso que desde hace meses termino con las lágrimas afuera, con las lágrimas que, descendiendo a ambos lados de la nariz, ruedan luego por las comisuras de los labios, y más, y mucho más, y se juntan con la sangre que acompaña al rasurado.

No quiero llanto, no quiero llanto, pero lloro. Lloro y también maldigo mientras me afeito para hacer desaparecer la barba, para que desaparezca esa “pelera” sobre los labios, para que no se extienda a ambos lados de la cara y sobre el mentón. No quiero barba. No quiero pelos sobre el labio más alto. No quiero andar inundado de pelos por el mundo. No quiero barba ni bigotes. No quiero llanto, no quiero llanto, pero lloro, y a veces mucho, y sangro.

Lloro durante el rasurado porque las cuchillas no dan más, porque no tienen filo, porque están sin filo, tanto como ese programa comunista de la televisión nacional que me ataca y que dice tener filo, que hasta se llama Con Filo. Y me pregunto dónde es que consiguen las cuchillas afiladas esa gente de Con Filo. Y al parecer ni las tienen, o quizá sí las tienen pero no quieren usarlas para hacer homenaje a Fidel Castro, al menos ese que me ataca con el filo de sus cuchillas en Con Filo. ¿Serán rusas sus cuchillas? ¿Serán Astra? ¿Serán Sputnik? 

En Cuba están los que dicen que la barba es muy viril, y para ilustrar esa apreciación exhiben imágenes del barbudo en jefe, ese Fidel que tenía barba como Alejandro Magno y hasta tuvo su nombre por un rato, sin atender al hecho de que además de barba, Alejandro tenía a Bagoas. Dicen los comunistas que la barba es muy viril, y para probarlo tienen a Fidel Castro, a Ramiro Valdés, Camilo Cienfuegos, e incluso al Che Guevara con sus pobrecillas guedejas.

Y yo no quiero barba pero no encuentro en La Habana cuchillas para afeitarme, y aun así me empeño en el rasurado, me empeño en usar esas cuchillitas que venden los merolicos y que me destrozan la cara, la cabeza, el torso, las pantorrillas, y hasta la tibia y el peroné. Y lo digo jocosamente, porque no paro de llorar, y sangro, sangro y me desangro, porque el comunismo desangra y pretende ser peludo, pero yo no, y no.

En la Cuba de hoy abundan las barbas, más que antes, pero que no suponga el poder comunista que se trata de una reverencia a los barbudos y a Fidel. Si en Cuba hay barbas es porque no hay con qué hacer el rasurado, y quizá eso mismo le ocurrió a Alejandro Magno, el novio de Bagoas. 

Quizá Alejandro, el admirado de Fidel, se dejó la barba porque no tenía cuchillas, o porque se lo pedían sus amantes, hembras o varones, pero yo no quiero barba, no quiero. No me gustan los pelos en la cara, no me gustan los pelos en ningún sitio. No quiero pelos pero en ninguna parte, y me desangro porque perdieron el filo las cuchillas. Y quizá los comunistas pretenden que seamos un pueblo de barbudos, pero yo no quiero barba. Y veo la sangre en la cara, sobre el cráneo que arde tras el paso de la cuchilla desafilada y vieja.

Y aun así insisto, y me afeito, y lloro, y las lágrimas se juntan con la sangre, y ruedan por la cabeza, por la cara, como si fueran lágrimas de sangre. Y acabo de saber que mi amiga Loida me mandó con la amiga Rosa un paquete de Mach 5 desde Miami, y que debo recogerlas en el Vedado, y ya salgo a la calle, pero antes miro la foto que me mandaron de mi Mach 5, y me calmo, me calmo, me calmo. No seré un barbudo, no seré un barbudo… 

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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