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Tumbas de amor: historias románticas enterradas en Colón

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Tumbas de amor: historias románticas enterradas en Colón

AREQUIPA, Perú – El Cementerio de Colón en La Habana alberga las tumbas de héroes de la independencia, escritores, músicos, pintores y médicos ilustres, destacándose a nivel mundial por su riqueza arquitectónica y escultural.

Además de ser el lugar de descanso final para personalidades destacadas, el cementerio guarda historias de amores secretos, prohibidos o frustrados que superaron obstáculos y se celebran incluso en la muerte, fusionando realidad y ficción a lo largo del tiempo.

Quizás la historia más romántica de la necrópolis sea la de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró. A pesar de estar casada con el hijo de un vicepresidente cubano, la bella joven se enamoró del rico empresario, provocando un gran escándalo en la burguesía habanera.

En medio del rechazo, los amantes huyeron a París y en 1917, el Papa anuló el matrimonio de Catalina, permitiendo que se casaran. Regresaron a La Habana, pero Catalina murió, víctima de una enfermedad a los 55 años.

El mausoleo Art Déco erigido por su esposo en homenaje a su amada, actualmente en restauración, destaca por su imponente tamaño y sus líneas sobrias de mármol blanco y granito negro. La cúpula, adornada con piezas de vidrio de Murano talladas en forma de rosas, se proyecta en el interior del panteón al salir el sol, creando una romántica declaración de amor que desafía la muerte cada día.

Mausoleo de Catalina Lasa (Foto: AFP)

Colón también es el lugar de reposo de otra pareja marcada por la pasión, y también los prejuicios. Se trata de la llamada “tumba del amor” de Margarita Pacheco y Modesto Canto.

En vida, la pareja era vista con malos ojos por la diferencia de edad. Él era profesor y ella su alumna. Las críticas no los detuvieron, empeñados en disfrutar de su amor.

Margarita falleció primero y el afligido viudo erigió un monumento con un busto de ambos amantes. Bajo el epitafio se lee: “Unidos por el amor eterno”.

La tumba está acompañada por un pequeño banco de mármol donde Modesto solía sentarse a tocar el violín. Una suerte de serenata para su difunta idolatrada que pudiera escucharse en el más allá.

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