La prensa oficial advirtió este sábado de que el proceso de bancarización en Pinar del Río ha encontrado a su némesis: el guajiro cubano. “No hay cultura de eso”, lamentaron las autoridades, que insisten en que los campesinos –en particular los dedicados al cultivo del tabaco– son impermeables al “cambio de mentalidad” que supone la medida.
Más allá de la resistencia de los guajiros a las transacciones y pagos electrónicos, el periódico Guerrillero admite que la esencia del problema es otro: no todos tienen un teléfono móvil, la conexión en las zonas rurales es pésima y el hecho de que no todos los trabajadores posean cuentas bancarias dificulta el intercambio de dinero digital.
Niurka Rodríguez, vicegobernadora de Pinar del Río, se quejó de que lleva más de dos años intentando convencer a los cooperativistas de “migrar” hacia lo digital con el uso de aplicaciones de pago. “Comenzamos con Xetid y el uso de EnZona, después empezamos con Transfermóvil”, enumeró. No hubo éxito. Ni siquiera los administradores de mercados –hay 16 en la provincia– hicieron el “esfuerzo” de incorporar el pago electrónico a su vida cotidiana.
Según las autoridades, nada justifica que la bancarización no se implemente en Pinar del Río. Hay 15.000 cuentas bancarias en la provincia, “mercados que poseen condiciones” y funcionarios dispuestos a explicar cómo funciona el proceso. Pero, sencillamente, “aún con las condiciones, no lo hacen”.
La tensión está en su punto, atizada por el hecho de que “la fuerza de trabajo en el campo está escasa”, alega Blanco
Los guajiros siguen exigiendo sus pagos en efectivo y prefieren “el dinero en la mano”, aseguran. “Si no hay dinero, no trabajan”, explica Armando Blanco, un administrador tabacalero estatal de Consolación del Sur. “Tengo teléfono, para mí sería una comodidad poder pagarles a los hombres por ahí, sin tener que ir al banco, pero a ellos no les gusta. Solicitan el dinero en efectivo porque desde aquí hasta su casa compran una bolsa de pan, un paquete de refresco, algo que necesiten”.
La tensión está en su punto, atizada por el hecho de que “la fuerza de trabajo en el campo está escasa”, alega Blanco, que debe pagar 300 pesos diarios a sus trabajadores, además de darles su desayuno y almuerzo, y “una parte de lo que se cosecha”. A pesar de estas “garantías”, sin efectivo no hay empleados.
“Es un proceso al que hacen rechazo, porque no están las condiciones creadas a nivel de base para que el campesino le llegue con facilidad”, reconoce Ibraúl Hernández, otro presidente de cooperativa estatal. “Eso lleva más conocimiento, más asesoramiento. Hay productores que sí usan las pasarelas de pago, pero tradicionalmente en la vida del guajiro, es el hijo el que tiene el celular y el que usa la tecnología, a los más viejos les gusta tener el dinero para invertir, debajo del colchón”.
Hernández describe una situación cada vez más común, la del campesino que va a una bodega “intrincada” y, al llegar, el dependiente le dice que no hay conexión. Si el Estado no pone las condiciones, que se olvide de que los campesinos de pueblos como La Palma o Viñales paguen con sus tarjetas magnéticas, insiste Hernández “Para el guajiro, vista hace fe”, subraya.
El pago en efectivo también trae numerosas dificultades, puesto que el pedido debe hacerse con días de antelación, porque el banco no está preparado para grandes extracciones de dinero. “Ellos (los directores de cooperativas) retiran grandes montos”, dice Yoania Ramos, jefa de Banca Electrónica del Banco de Crédito y Comercio en la provincia, de ahí que necesiten una autorización especial del director provincial cada mes, antes de pagar los salarios.
Los tabaqueros, el sector más “cerrero”, exige efectivo por otra cuestión práctica: el transporte. Para viajar desde el campo a la ciudad cabecera, los choferes solo aceptan dinero contante y sonante
La batalla por la “actualización” de los guajiros se ha vuelto un dolor de cabeza para los dirigentes locales. Los tabaqueros, el sector más “cerrero”, exige efectivo por otra cuestión práctica: el transporte. Para viajar desde el campo a la ciudad cabecera, los choferes solo aceptan dinero contante y sonante. “No es un problema de capricho”, asegura Rubén García, un directivo tabacalero. “Hemos conversado con muchos. Los más jóvenes tienen tarjetas y transporte, por lo que se les facilita hacer ese tipo de actividad. Lo hemos planteado en todos los escenarios, eso hay que ir intencionando poco a poco hasta llegar a la totalidad. El campesino, pasa un año, y no sale de la tierra”.
Para un guajiro, el dinero en el banco no es dinero, zanja la económica Yadira García, entrevistada por el diario local. “Mi cooperativa está ubicada en una zona que le llaman Canalete, a cuatro kilómetros del primer pueblecito, donde tampoco hay cajero ni sucursal bancaria. Estamos a 24 kilómetros de la cabecera municipal. Lo rechazan porque lo ven como algo que no tienen en la mano, reconocen que es su dinero, que está seguro, pero así no lo pueden utilizar”.
¿Acabará por imponerse la bancarización en las zonas rurales? En medio de una crisis energética cada vez más grave, apagones y cortes de internet, ni la prensa oficial ni los dirigentes se atreven a responder afirmativamente.
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