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Se suceden las visitas a Rusia de cubanos pedigüeños

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Se suceden las visitas a Rusia de cubanos pedigüeños
Se suceden las visitas a Rusia de cubanos pedigüeños

LA HABANA, Cuba.- En las últimas horas, el relevo de Ricardo Cabrisas, en el tema de las visitas a Rusia, le correspondió al inefable Bruno Rodríguez Parrilla, el canciller castrocomunista de la perenne sonrisa.

En definitiva, se ha puesto de manifiesto que, al remover al primero del cargo de Ministro del Comercio Exterior e Inversión Extranjera, no se le estaba bajando de categoría. Ahora, con el cargo de Viceprimer ministro que ha conservado, se ha puesto de manifiesto su ratificación en el poco envidiable puesto de pordiosero oficial, encargado de pasar la escudilla a nombre del castrocomunismo, ante gobiernos extranjeros “amigos”.

En el caso de don Bruno, los órganos de la prensa independiente que escriben sobre nuestra Isla han reflejado su periplo. Diario de Cuba, por ejemplo, aborda el tema en un suelto de título atractivo (sin importar que alguien lo tilde quizás de algo capcioso): “Con los barcos de guerra de Moscú en La Habana, Bruno Rodríguez condena en Rusia ‘la expansión de la OTAN’”.

Desde el lado del oficialismo cubano, los órganos de agitación y propaganda del régimen se hacen eco de la declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) este miércoles. En ella se califica la relación entre ambos países de “asociación estratégica bilateral”.

También, llegando al colmo del absurdo, se plantea la posición oficial del gobierno de la Isla, que “condena la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hacia la frontera rusa, hecho que condujo al actual conflicto en Europa, y en especial entre Moscú y Kiev”.

Con esto, los sesudos de la cancillería cubana y los plumíferos oficialistas que difunden sus planteamientos demenciales han realizado un novedoso y notable aporte en el terreno de los estudios filosóficos: ¡Han encontrado una “causa” que es posterior al hecho ocasionado!; ¡una “consecuencia” que antecede al sucedido que, supuestamente, ella motivó!…

Aquí viene al caso recordar que, en febrero de 2022, fue el dictador ruso Vladímir Putin quien puso fin a los decenios de paz en las relaciones entre los diferentes estados europeos, que se prolongó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Este muy discutible “logro” lo alcanzó el actual inquilino del Kremlin al asestar su brutal zarpazo contra la Ucrania independiente.

El objetivo final del exoficial de la KGB era instalar en Kiev un gobierno títere o, mejor, eliminar a Ucrania como país independiente y rusificarla por entero.

Por fortuna, la columna militar destinada a tomar la capital del país invadido, que tenía decenas de kilómetros de largo, se quedó varada en los días subsiguientes al inicio de la agresión, en lo que constituyó el primer fiasco de Putin.

Fue justamente como reacción a la agresión brutal del dictador ruso (algo que no se veía en el Viejo Continente desde los tiempos de Adolfo Hitler) que sobrevino lo que ahora el señor Rodríguez Parrilla llama “expansión de la OTAN”. Dos importantes países democráticos europeos —Finlandia y Suecia— decidieron abandonar las políticas de neutralidad que habían mantenido por largo tiempo.

En lo tocante a la república finesa, los desencuentros entre el pequeño país y su inmenso vecino son de larga data. Cuando los dictadores Stalin y Hitler se repartieron Europa mediante el Pacto Molotov-Ribbentrop, Finlandia quedó en la “esfera de influencia” del déspota comunista. En base a ello, el amo de la Unión Soviética presentó un ultimátum al gobierno de Helsinki: demandó que retirara la frontera de Leningrado en veintenas de kilómetros, a cambio de lo cual ofreció algunos bosques deshabitados de Karelia.

El tirano del Kremlin pensó salirse con la suya, al igual que lo había logrado en Estonia, Letonia y Lituania. Pero Finlandia se negó a claudicar y ofreció al ataque soviético una resistencia que asombró al mundo. Pero claro que se trataba de la clásica pelea entre “un león y un mono amarrado”. La paz acordada meses después sólo duró hasta junio de 1941, cuando Hitler invadió la URSS. Los fineses vieron llegada la oportunidad de desquitarse y participaron en las hostilidades, en particular en el sitio de Leningrado.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1948 fue firmado el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua entre ambos países. En esencia, Finlandia mantendría una política de neutralidad. Esta última, por los apellidos de dos de sus sucesivos presidentes, se conoció como la “Línea Paasikivi-Kekkonen”.

En el caso de Suecia, el país mantuvo su neutralidad entre las grandes potencias durante casi un par de siglos. Esa política, iniciada en 1834, permitió a la patria de Alfred Nobel eludir involucrarse en las dos guerras mundiales.

Esto se dice muy rápido, pero constituyó una verdadera hazaña, en especial si tenemos en cuenta las políticas de rapiña que en los años de la Segunda aplicaban ambos dictadores, Hitler y Stalin.

Ahora Vladímir Putin ha logrado lo que ninguno de estos dos pudo lograr. El zarpazo brutal asestado a la Ucrania independiente convenció a los líderes de ambos países escandinavos, de diversos partidos y tendencias políticas, de que era necesario poner fin a los decenios de neutralidad.

Ante el peligro real de que, una vez terminada la aventura en Ucrania, la misma Finlandia o Suecia pudiesen convertirse en nuevas víctimas, uno y otro país decidieron incorporarse a la OTAN. Se trata de un verdadero “logro” que debe ser anotado en los activos del dictador Putin y su canciller Lavrov.

Pero ya vimos que los voceros internacionales del castrocomunismo, como cuadra a un mendigo internacional, ofenden la inteligencia ajena al invertir por completo los términos de las cosas. ¡Es por eso que ahora osan afirmar, de manera mendaz y con absoluto desparpajo, que la ampliación de la OTAN condujo al actual conflicto entre Rusia y Ucrania!

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