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¿Por qué nos fascina tanto Ana Mendieta?

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¿Por qué nos fascina tanto Ana Mendieta?

Ana Mendieta (1948-1985) sólo tenía 12 años cuando salió de Cuba y llegó a Estados Unidos a través de la Operación Peter Pan, con la que la Iglesia católica sacó a 14.000 niños de la Isla por temor al régimen castrista. Y sólo tenía 36 años cuando cayó desde la ventana de su apartamento en Nueva York, situado en el piso 34, después de mantener una discusión con su marido, el artista minimalista Carl André. Su muerte constituye uno de los hechos más luctuosos, oscuros y polémicos de la historia del arte contemporáneo.

El juicio por la muerte en extrañas circunstancias de Mendieta enfrentó a una buena parte del feminismo norteamericano y a los partidarios de André, acusado de asesinato y finalmente absuelto (aunque su obra fue cancelada de facto en las principales instituciones artísticas). A poco tiempo de que se cumpla el 40 aniversario de su fallecimiento, el MO.CO. de Montpellier acaba de inaugurar la gran antológica Ana Mendieta. Search for Origin.

Compuesta por cerca de 100 piezas que abarcan su periodo de producción entre 1968 y 1985, la muestra “no pretende ser ni exhaustiva ni retrospectiva, sino aplicar una mirada contemporánea al trabajo de Mendieta, en línea con las preocupaciones de nuestro tiempo y las preguntas que los artistas se hacen hoy, ya sean en clave política, ecológica o feminista”, explican los comisarios Vicent Honoré y Rahmouna Boutayeb. Las performances animistas, las huellas corporales en la tierra, la representación de la mujer y su evolución, la reflexión sobre los elementos (tierra, agua y fuego, principalmente)… Son los temas, absolutamente actuales, que interesaron a Mendieta en los años 70 y que abordó a través de pinturas, vídeos, instalaciones, esculturas y dibujos. Uno de los grandes atractivos de esta exposición es la inclusión de doce obras inéditas, la reconstrucción en exclusiva de la instalación Untitled: Silueta Series (1978) y un conjunto de fotografías descubiertas en septiembre de 2022.

“Mendieta es una artista inclasificable que ha sido asociada con frecuencia a la performance, al body art y al land art”, señalan los comisarios de la muestra

Sin embargo, no se muestra su pieza más impactante: Untitled:Rape Scene (1973), que remite a su etapa en la Universidad de Iowa. Entonces, una alumna de enfermería (Sara Ann Otten) fue violada y asesinada por otro estudiante. Como respuesta, Mendieta ideó una performance en la que invitaba a sus compañeros a su apartamento, cuya puerta dejó entreabierta. Dentro, el cuerpo de la artista, desnuda de cintura para abajo, aparecía reclinado sobre una mesa, con gotas de sangre en nalgas y muslos. Y un pequeño charco oscuro bajo sus pies. Aún hoy, las fotos en blanco y negro de la performance siguen impactando.

“Mendieta es una artista inclasificable que ha sido asociada con frecuencia a la performance, al body art y al land art”, señalan los comisarios. Como no podía ser de otro modo, un buen número de las obras expuestas pertenecen a su más icónica y celebrada serie: Siluetas. Desarrollada entre 1973 y 1980, las piezas que la componen muestran la huella dejada por el cuerpo de Mendieta en la tierra y en diferentes entornos naturales. Nadie mejor que la artista cubana ha explorado la conexión entre el cuerpo, la mujer y la naturaleza. Para ella, la tierra connota la energía universal que lo abarca todo, mientras que su opuesto -la cultura- es el fundamento de la nación. Y cuanto cabe en la idea de nación posee un origen masculino y colonial. Cuando Mendieta marca la tierra mediante su huella, la desbautiza, la separa de la estructura visual que la ha codificado históricamente. Desbautizar la tierra es volver a ella como un espacio no-marcado, en el que la mujer puede recuperar su cuerpo y su identidad fuera de las reglamentaciones establecidas por la cultura patriarcal.

'Flower Person, Flower Body', una de las acciones de Mendieta en 1970. (La Lectura/Estate of Ana Mendieta)
‘Flower Person, Flower Body’, una de las acciones de Mendieta en 1970. (La Lectura/Estate of Ana Mendieta)

Parece claro, en consecuencia, que todo el edificio artístico de Mendieta se asienta sobre sólidos fundamentos feministas. Pero esta afirmación requiere ser matizada. “Aunque fue claramente feminista (…), no se vio nunca involucrada en los debates de la época. Ella los contempló como excluyentes para muchas mujeres, ya que estos se centraron y se llevaron a cabo desde el punto de vista de las mujeres estadounidenses blancas y de clases adineradas. Mendieta está más en sintonía con los debates actuales, donde el feminismo ya no se aborda desde la clase y la identidad, sino que abarca cuestiones tales como la criollización, el mestizaje y el género. También fue una ecofeminista antes de su tiempo”, explican Honoré y Rahmouna.

Pese a ello –y a que históricamente se la considera como una de las principales representantes del feminismo cultural–, la obra de Ana Mendieta muestra cierta reluctancia a ser etiquetada. La cineasta Raquel Cecilia Mendieta, sobrina de la artista, sostiene que su tía “quería que sus obras perduraran y tuvieran múltiples capas de significados. No le gustaban las etiquetas y quería que la gente tuviera sus propias experiencias y reacciones ante el trabajo”.

“Su obra está a la vez muy contextualizada en su tiempo, ya que Ana Mendieta bebió de todos los estudios, investigaciones, innovaciones y encuentros de su época”

El caso de Ana Mendieta es muy parecido al de Eva Hesse: ambas autoras fallecieron jóvenes y, pese a ello, sus obras han tenido la capacidad no sólo de transformar el arte de su época, sino de seguir inspirando a las nuevas generaciones. “Su obra está a la vez muy contextualizada en su tiempo, ya que Ana Mendieta bebió de todos los estudios, investigaciones, innovaciones y encuentros de su época, y es ahora un referente para las nuevas generaciones de artistas en temas como el antropoceno, el capitaloceno, el ecofeminismo, el decolonialismo y las identidades”, resaltan los comisarios.

Ciertamente, es a causa de la actualidad de su discurso que Mendieta es, sin duda alguna, la artista que, entre todas las representantes del referido feminismo cultural –Elisabeth Sowers, Mary Beth Edelson o Betsy Damon–, quien mejor ha trascendido y quien más respuestas tiene que ofrecer en este contexto de crisis y transformaciones abruptas.

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Nota de la Redacción: Este artículo fue  publicado originalmente   en la revista cultural  La Lectura , del periódico español   El Mundo  .

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