MIAMI, Estados Unidos. – La Seguridad del Estado, al menos la que “atiende” el universo intelectual y artístico en Cuba, parece estar trastabillando, lo cual no resultaría del todo raro dada la debacle en que se dirime el país.
Ese organismo represivo siempre tiene un plan y no es de confiar cuando parece que afloja los “cepos”. Suele ser triquiñuela para los incautos.
Recientemente, como es de todos conocidos, el régimen hizo zafra entre los cineastas independientes, con quienes nunca ha mantenido buenas relaciones.
El documental de Juan Pin sobre Fito Páez en La Habana fue presentado en televisión en copia de trabajo y sin la autorización de sus dueños y productores.
Hay en la película dos momentos que el castrismo considera una intromisión del cantante en sus asuntos nacionales y una manipulación por parte del director. Debido a singular circunstancia Páez pone en duda la muerte de Camilo como accidente, según la versión oficial, al mismo tiempo que se incorpora al grupo de creadores opuestos al fusilamiento “ejemplarizante” de tres jóvenes negros, en el 2003, después que estos intentaran secuestrar una nave para abandonar el país.
Sitios oficiales en línea que se dedican a esos menesteres publicaron comentarios para desacreditar duramente a Juan Pin, director de cine que no suele quedarse callado ante las injusticias.
Por otra parte, el incidente sirvió para cambiar al presidente del Instituto del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), a la vez que se engatusaba, de nuevo con falsas promesas, a creadores de ese mismo gremio, quienes piden el cese de tantos atropellos.
Cuando ya los cineastas pasan al olvido de siempre, hace apenas unas horas a la policía política castrista se le abrió un nuevo frente cultural antagónico con la llegada del cantautor Pedro Luis Ferrer, quien arribó guitarra en mano a La Habana para reclamar su escenario natural, hecho que no suele ocurrir con la frecuencia deseada por los cubanos de a pie que veneran a sus buenos y tradicionales artistas, casi siempre con residencia fuera del país.
Paradójicamente, Ferrer retorna a la Isla luego de una significativa temporada en Miami, donde se presentó en exitosos conciertos y disfrutó del estreno del documental El trueno y el viento, sobre su vida y obra, dirigido por Jorge Soliño, en el Festival de Cine de Miami, del Miami Dade College.
Tanto en el mencionado documental como en otras entrevistas ofrecidas en la capital del exilio cubano, Ferrer no fue parco ni eufemístico a la hora de manifestar la necesidad de libertad y el cese de la represión que reclama su país.
La filmografía de Soliño dedicada a otros músicos soslayados por la dictadura tampoco se anda con miramientos a la hora de identificar el mal por su nombre.
No obstante haber sido ninguneado y castigado, desde hace años, por representantes del régimen que cumplen designios de sus líderes partidistas, Pedro Luis Ferrer siempre se ha tomado la libertad de decir que vive en Cuba y, hasta ahora, nadie lo ha desmentido.
Es de suponer que la Seguridad del Estado supo de su arribo a La Habana y rápidamente ha tratado de aplicarle la trastada con la que quisieron frustrar el último concierto de Pablo Milanés en la Isla, vendiendo pocas entradas y llenando butacas con invitados y otros apapipios del régimen.
Ferrer sin embargo no se ha dejado embaucar. Lo arrinconaron en una sala pequeña, que para él es legendaria en su carrera, y no lo anuncian en la prensa oficialista, a lo cual ya está habituado.
Sus seguidores ya saben del concierto gracias a los medios sociales, y el cantante ha prometido otra presentación si la primera no cumple su cometido.
La vocación que anima estas presentaciones fue explicada por Ferrer en un post reciente aparecido en Facebook:
“Este concierto en Bellas Artes se realiza en un contexto donde el pueblo de a pie padece grandes penurias y vicisitudes; y donde la libertad de expresión es un asunto encaminado traumática y dramáticamente.
“Por tal motivo, el propósito de amor que me anima es estimular en el fuero de las autoridades isleñas el carril de libertad económica y espiritual que el pueblo y la nación necesitan para la prosperidad; y que la cárcel deje de ser un recurso lastimoso de contención política, que solo sirve para intensificar el desencuentro.
“Necesitamos mucho amor para que en Cuba prevalezca el arte sobre la chapucería”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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