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Médicos secuestrados en Kenia: la orden es olvidar

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Médicos secuestrados en Kenia: la orden es olvidar
Médicos secuestrados en Kenia: la orden es olvidar

LA HABANA, Cuba – Postergar y desacreditar las noticias sobre la muerte de los dos médicos secuestrados en Kenia en 2019 es quizás la táctica que servirá al régimen para “enfriar” y más tarde “congelar” un asunto que los expone tal como son, es decir, tan perversos como no quisieran ser vistos públicamente.

A la espera de una “confirmación oficial” de las partes involucradas los comunistas han apostado, primero, por dividir las opiniones, crear falsas esperanzas en aquellos familiares y amigos de los secuestrados a los cuales el dolor pudiera llevarlos a emitir declaraciones “no convenientes” y, por último, ganar algo de tiempo para elaborar su propia versión de los hechos, aunque a la vez se han arriesgado a revelar cuán desconectados del asunto estaban, cuán ajenos al día a día de los dos médicos, en tanto les ha tomado demasiado tiempo obtener esa “confirmación” que, probablemente, coincida con lo que ya ha circulado.

No obstante, para cuando decidan hacerlo, ya nuestras opiniones a favor o en contra, condenatorias, aprobatorias o de simple resignación, estarán condicionadas por esa capacidad de “olvidar”, de “pasar la página” aceleradamente, que ha demostrado la mayoría de los cubanos ante noticias y asuntos de similar gravedad. Y es esta una “capacidad adaptativa” que, según algunos, han desarrollado como respuesta a traumas sucesivos, aunque cada vez apuesto más por atribuirla a la perversidad que comparten con un sistema que perdura precisamente porque es su propia proyección, más que su reflejo.

En pocas palabras, como bien dicen por ahí, “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y por estos días en que hemos visto a más de uno “erizarse” con la presencia de Miguel Díaz-Canel, así como hicieron alguna vez con Fidel Castro, se reafirma aún más la tesis de que se recibe en proporción a lo que damos.

Es decepcionante para quienes aún guardan la esperanza de un cambio, sí, pero ya es hora de ir aceptando que, como país, estamos tan jodidos como esos dos médicos que, evidentemente, siempre estuvieron abandonados a su suerte, así como los familiares que confiaron en una gestión que hoy se revela totalmente nula.

A no ser que el régimen se guarde alguna carta ganadora bajo la manga, y de pronto anuncie el retorno con vida de Assel Herrera y Landy Rodríguez, habiendo sido el comunicado de Al Shabab apenas una distracción, lo cierto es que el asunto les explotó en la cara cuando confiaban en que nuestra proverbial “desmemoria” ya había ultimado a los dos galenos, mucho antes que el presunto ataque de los drones.

Pero ya han transcurrido demasiadas horas y todo indica que no hay ases que mostrar y que la negación de los hechos ha sido la única carta por jugar en una partida que sabían perdida desde 2019. No solo porque, más allá de la decisión del gobierno keniano, jamás pagarían el dinero a los secuestradores —no cuando lo necesitan para construir hoteles y celebrar festivales—, sino porque no le dieron importancia al hecho en tanto quedaría diluido en otras cuestiones, como la pandemia, por ejemplo, que robaba el total de las atenciones.

En gran medida, a raíz de la noticia del secuestro, confiaban los comunistas cubanos en que bastarían sus simpatías con grupos extremistas y terroristas declaradamente antinorteamericanos para que los dos médicos fueran liberados, casi de modo espontáneo, pero nada salió tan fácil como imaginaron y sí tan difícil como jamás están dispuestos a asumir un problema, más si se trata de perder dinero.

A fin de cuentas el negocio de los médicos, aunque han pretendido disfrazarlo de “colaboración” para camuflar sus demasiadas e incómodas aristas de explotación laboral, es un asunto para hacer dinero, y en esa lógica del régimen no es posible pagar por el rescate de dos “piezas” cuando es muy fácil reemplazarlas por otras de un mismo gremio donde no solo una mayoría está dispuesta a hacer silencio sobre el asunto, sino también a correr los mismos riesgos (o peores) de los secuestrados por tal de “salir de misión”, es decir, por tal  de ganar un dinero extra que compense los malos salarios que reciben.

No hay que darle más vueltas a la realidad. La mayoría de los cubanos siempre elegirá “no buscarse problemas” y así en menos de una semana “olvidará” o simulará olvidar lo sucedido con los médicos secuestrados, así como lo hizo con los chicos y chicas de San Isidro —hoy todos presos o en el exilio—, con los de las protestas del 11 de Julio y hasta con los bomberos casi niños enviados a la muerte en la base de tanqueros en Matanzas.

Porque más allá de “miedos”, “coacciones”, “represiones” y todo con lo cual quisiéramos justificar nuestros silencios y nuestras obediencias, la mayoría de los cubanos callan y obedecen, aguantan y “olvidan” por burda y mezquina conveniencia, porque sus intereses están en sintonía con la perversidad del propio sistema. Y aunque es duro reconocerlo, nuestros destinos están marcados por nuestras actitudes miserables. De modo que, “a la espera de una confirmación”, y por el tiempo que se tarda en llegar, en realidad en idioma del régimen eso se traduce en una orden de olvidar.

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