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Más de 20 ex empleados cubanos de la Embajada de EE UU tramitan su salida para la 'yuma'

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Más de 20 ex empleados cubanos de la Embajada de EE UU tramitan su salida para la 'yuma'

Primero fue una breve tos y luego sonó como un trueno. Ibrahím no se movió. Su familia lo sacudió varias veces, pero un color azulado se extendía por su rostro. Este verano, a la edad de 67 años, el albañil murió. Hacía apenas un mes que le habían detectado un posible cáncer de pulmón y llevaba más de una década de haber terminado su trabajo en la entonces Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (Sina).

Tras las lágrimas y el acelerado funeral, la familia de Ibrahím intentó buscar respuestas a su mal. El doctor que lo atendió primero achacó al cigarro sus males pulmonares pero luego cambió el diagnóstico: “¿Él trabajó mucho tiempo en contacto con cemento?”, indagó el médico. Una década en la construcción de edificios de microbrigadas, en los años 80, y casi una veintena de años en reparaciones en la Sección de Intereses confirmaron la causa.

“Lo mató su trabajo”, sentenció el especialista. Sin embargo, aquellas tareas parecían agua pasada para su familia que una vez se benefició de que Ibrahím fuera un empleado de mantenimiento, contratado por la agencia estatal Cubalse, para laborar en las áreas de la actual Embajada de Estados Unidos en La Habana. ¿A quién reclamar en este caso? La respuesta no llegó en forma de indemnización sino de visado para emigrar.

“Él no podrá disfrutar que sus nietos crezcan en ‘tierra de libertad’ pero a él se lo deben”

Más de una veintena de ex empleados, con sus familias, de la Embajada de EE UU en Cuba, están actualmente a la espera de una visa para emigrar. Su condición de trabajadores de la sede diplomática les abre el camino para solicitar una visa de circunstancias excepcionales, que les permite salir de la Isla con un estatus migratorio para residir en territorio estadounidense.

“Él trabajó primero como constructor en obras del Gobierno y luego en la Sina”, recuerda a 14ymedio el hermano de Ibrahím. “Eran tiempos en que la gente no tenía conciencia ni información de que debía cuidarse, de llevar guantes, gafas o algo que les impidiera inhalar todo aquel polvo, ni siquiera supo que estaba enfermo hasta que le comenzó la tos poco antes de morir”.

“Eso sí, cuando empezó a trabajar en la Sina hablaba maravillas y, aunque tenían un capataz de la empresa cubana que los vigilaba y maltrataba, decía que nunca se había sentido mejor”, añade. “El almuerzo, las prestaciones que le daban, la atención al personal y hasta un par de veces que fue de vacaciones con su familia a Florida”, añade el hermano. “Él, en ese tiempo, no pensaba emigrar y la muerte le tocó aquí”.

Hace unas semanas la familia de Ibrahím rellenó los formularios migratorios para llegar a EE UU ensalzando su dedicación al trabajo en la sede diplomática. El proceso va viento en popa y los hijos ya están liquidando las propiedades porque la aprobación del visado parece muy cercana. “Él no podrá disfrutar que sus nietos crezcan en ‘tierra de libertad’ pero a él se lo deben”, añade su hermano.

De la misma brigada de albañiles de Ibrahím, al menos dos están en el mismo proceso. Incluso uno de los empleados de Seguridad de la parte cubana de aquellos años, a inicios de este siglo, ha solicitado el visado de residente. Su historia es algo diferente a la del sacrificado albañil.

Militante del Partido Comunista hasta hace apenas un par de años, René, nombre cambiado para este reportaje, nadó “entre dos aguas” por largo tiempo. Mientras cumplía sus funciones como guardia de la ahora Embajada de EE UU formaba parte también del núcleo duro de los extremistas ideológicos de su barrio.

Mientras cumplía sus funciones como guardia de la ahora Embajada de EE UU formaba parte también del núcleo duro de los extremistas ideológicos de su barrio

A él se le debe desde la organización de actos de repudio contra opositores hasta haber impedido que en la vivienda de unos disidentes la empresa de telecomunicaciones Etecsa instalara una línea de telefonía fija. “Mordía hasta que los hijos se le fueron para la yuma”, ironiza un vecino cercano al que René denunció por comprar en el mercado negro.

Las víctimas de sus delaciones y de su extremismo se fueron acumulando. Son las mismas que han visto, con rostro de asombro, cómo liquida sus propiedades y se prepara para “saltar el charco”. De su militancia en el PCC nunca más ha vuelto a hablar y nadie sabe qué escribió en el formulario de obtención de la visa cuando se le pregunta por su presunta relación con el régimen cubano.

Desde el lado de allá lo aúpa su amigo y antiguo colega Ñico, quien, tanto escaló, que llegó a trabajar directamente en la residencia de altos diplomáticos estadounidenses. Como en un juego de espejos, todos sabían que él era posiblemente un informante de la inteligencia cubana, pero a su vez su trabajo consistía en brindar confianza lo mismo para servir un café que para presenciar la conversación entre un diplomático y un funcionario cubano o un disidente.

Residente en West Palm Beach con toda su familia, Ñico se permite dar consejos a sus antiguos colegas, cuenta uno de ellos. “Tranquilo”, le dice a René, “eso no es un regalo sino lo que te toca por haber trabajado con los yumas“, sentencia. Entre risas se preguntan ¿quién va a quedar trabajando por la parte cubana para la Embajada? Las opciones son solo dos, dice Ñico: “gente que va a durar poco en el cargo porque lo que quiere es emigrar o los segurosos de toda la vida que buscan saber lo que pasa dentro, pero son malos albañiles”.

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