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Entre bares y bigotes, un personaje de La Habana de los años 40

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Entre bares y bigotes, un personaje de La Habana de los años 40
Entre bares y bigotes, un personaje de La Habana de los años 40

LA HABANA, Cuba.- La Habana contó, en las décadas de 1940 y 1950, con la presencia de un personaje famoso por su estampa y comportamiento, apodado Bigote Gato. 

Carlos Manuel Pérez Rodríguez, que era su verdadero nombre, exhibía largos bigotes afinados, en forma de manubrio de bicicleta, e iba tocado con una boina roja, típica de los habitantes de su tierra natal, Asturias.

Poseedor de un gran sentido del humor, decía que llegó a Cuba con Cristóbal Colón, nombre del barco en que vino de España en marzo de 1924.

Nació el 13 de diciembre de 1910. Unos aseveran que en Candamo, otros que en Santullano de las Regueras, localidad de Asturias.

Su primer trabajo fue como dependiente en una fonda, con un sueldo de 20 centavos diarios. Después fue guagüero, bodeguero y trabajó en una fábrica de hielo.  

Se lució entre los clientes de los bares Cristina y Hatuey, ambos desaparecidos en la actualidad. Sobresalía en los Jardines de La Tropical como buen bailador de música cubana (lo llamaban el “Gallego Caramelo”).

En los Jardines de La Tropical hizo amistad con un carnicero adinerado, llamado Manuel, quien lo invitaba a beber y a quien, en compensación, le presentaba mujeres que frecuentaban el lugar.

Bigote Gato convenció a Manuel para abrir un negocio, el cual nombró: “Bar-Tertulia Bigote Gato”, en la calle Teniente Rey # 308, entre Aguacate y Compostela, en La Habana Vieja, que fue inaugurado el 1.º de marzo de 1947.

Lugar donde estuvo el “Bar-Tertulia Bigote Gato”. (Foto del autor)

Bigote Gato mostró gran sentido empresarial, por ser aquel un espacio algo más que para beber y comer. Allí realizaba actividades muy originales de corte cultural y social. Creó el lema: “Conozca a Cuba primero, y visite a Bigote Gato después; un pedacito de nuestra Madre Patria con todos sus productos, una palmera cubana con todas sus costumbres”.

Había una concurrencia bien amplia y variada. Entre los clientes más notables estuvieron Ernest Hemingway (a quien vieron tomar cerveza Tropical 50), Frank Sinatra, Ava Gardner, Nicolás Guillén, el Caballero de París, El Andarín Carvajal, La Marquesa y un autodenominado Juan Charrasqueado, vestido con ropa ranchera.

En aquel local colgaban jamones y tocinos del techo, las botellas de vino estaban por doquier y se podía comer pescado, sardinas y atún.  

El original dueño concibió tragos que aún son mencionados: Atila frente a Roma, Espérame en el Cielo, Cuba en Llamas y uno elaborado con afrodisiacos.

Una original idea fue crear “El Club de los Noctámbulos”. Para integrarlo había que ser mayor de 18 años, permanecer entre las 12:00 de la noche y las 6:00 de la mañana, y no polemizar de política, religión y raza. Llegó a contar con más de 500 miembros.

Una vez al mes, organizó una cena especial a las 3:00 de la madrugada, con lengua estofada, rabo encendido, y fruta bomba con queso.

Bigote Gato era conocido como “un protector de la humanidad”, ya que ayudaba a muchos pobres. Cuentan que, sin ser mentiroso, describía todo de manera hiperbólica. Poseía un Chevrolet de 1926 rojo descapotable, con anuncios de su comercio que decían: “Único bar donde uno entra cuerdo y sale turulato”, “Yo soy el rey del caldo gallego”, “Único bar donde puede comer jamón gallego gratis”. En una ocasión ganó una carrera con aquel viejo auto.

Bigote Gato se exhibía por toda la ciudad con mulatas, por quienes mostraba preferencia. También con niños que formaban buenas algarabías.  

Se presentó en televisión en un programa humorístico de Gaspar Pumarejo, llamado El Tribunal de los Locos, y así aumentó la fama de su establecimiento.

Ingenioso, llamaba a la leche, “jugo de vaca”, y al jamón, “toro del estómago”.

Contrajo matrimonio con una cienfueguera hija de asturianos. El hijo que tuvieron, apodado “Profundo” por sus dotes intelectuales, formó parte de la gran legión de personas que emigraron por Mariel en 1980.

El cantante Daniel Santos con la Sonora Matancera grabó una canción sobre Bigote Gato que decía: “Bigote gato es un gran sujeto, que vivió allá por Luyanó”. Pero de Luyanó, Bigote Gato pasó a residir al Cotorro.  

El bulldozer castrista arrasó su negoció con la Ofensiva Revolucionaria de marzo de 1968. De la memoria de las nuevas generaciones se borró la existencia de tan excéntrico personaje.

Hace año y medio, unos cuentapropistas abrieron un local más pequeño, a unos 50 metros del original de Bigote Gato, con fines turísticos y para rescatar la tradición. Pero aún falta bastante por hacer al respecto.

Bar en la actualidad, para rescatar la tradición y con fines turísticos. (Foto del autor)

El investigador e intelectual Jorge Domingo Cuadriello, descendiente de asturianos y quien fuera amigo de Bigote Gato, me aportó datos para este artículo.   

Cuadriello, que fue a su entierro, en el Cementerio de Colón, el 12 de julio de 2003, refiere que al mismo asistieron una veintena de personas. La despidida del duelo fue hecha por el periodista Rolando Aniceto.

Así, casi en el olvido, concluyó, a los 93 años, la vida tan notable de Bigote Gato.

Trabajadores del bar actual. (Foto del autor)

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