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Compañeros del PCC: sean como Biden

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Compañeros del PCC: sean como Biden
Compañeros del PCC: sean como Biden

LA HABANA, Cuba.- En días recientes el gobernante Miguel Díaz-Canel volvió a insistir en que sí hay democracia en Cuba. Lo recalcó en detrimento de Estados Unidos, cuya democracia considera defectuosa, que lo es, pero no tanto como para caer en boca de dictadores, y mucho menos si se trata de alimentar comparaciones peyorativas. No hay democracia perfecta, pero existen los derechos y las leyes que los hacen respetar. Así, poco más o menos, se vive en el mundo entero, con excepción de países como Corea del Norte, Cuba, Irán y algún otro ejemplo lamentable.

A pesar de que la “democracia” cubana es dizque superior a la de Estados Unidos, ha sido Joe Biden, y no Miguel Díaz-Canel, quien ha renunciado a continuar en la carrera presidencial tras reconocer, por el bien de su país y de su partido, que no tiene la capacidad suficiente para ello. No lo dijo así exactamente, pero en los últimos meses el mundo entero ha podido atestiguar sus desvaríos y errores garrafales tanto en eventos domésticos como internacionales.

El partido demócrata se lo hizo notar primero de modo sutil y luego, cuando el hijo de Delaware se negó a aceptar lo evidente, retirándole su apoyo, porque eso es lo que ocurre en las democracias. Persuasión o presión según corresponda. Lo importante es evitar el hundimiento de la nación en un cenagal de voluntarismo político y el desprestigio absoluto de uno de los partidos tradicionales.

Si en tiempos de Fidel Castro hubiera existido algo como eso, Cuba jamás habría llegado al estado deplorable en que hoy se encuentra. Más aún, si Díaz-Canel tuviera un ápice de vergüenza, ya estaría dimitiendo para abrir camino a una asamblea constituyente que limpie todos los estratos de la vida política de este país. Y digo ahora porque en vísperas de esa fecha sangrienta e “inflada” que es el 26 de julio, el lacayo de Raúl Castro ha vuelto a hablar de la Revolución de los humildes, de la prosperidad digna e inclusiva que nos espera, más temprano que tarde, en algún rincón del futuro, y del compromiso con la continuidad; palabras que marchan en sentido opuesto a la realidad de un país que ha visto emigrar, según cifras oficiales, a más de un millón de naturales en dos años.  

En la democracia perfecta de Cuba, el mismo régimen bajo el cual han fracasado el ordenamiento monetario, el reordenamiento del ordenamiento, la rusificación 2.0, la macroestabilización económica y ahora el redimensionamiento de la economía, sigue al frente del país como si todo lo que ha tocado en los últimos cinco años se hubiese convertido en oro.

En esta democracia envidiable, además, cualquier ciudadano crítico hacia la gestión de Díaz-Canel corre peligro de ir a prisión y cualquier aglomeración es motivo para sacar a las tropas especiales, como lo hicieron durante las protestas de marzo y también este fin de semana, cuando salió la Conga de los Hoyos bajo el sol abrasador de Santiago de Cuba y la gente llenó las calles con un jolgorio que alguien temió pudiera convertirse en otra cosa más seria, peligrosa y, quien sabe, definitiva.

Sacaron entonces a los verdugos de negro, a los que tantos golpes repartieron el 11 de julio de 2021 (11J). Los dejaron verse, por si acaso, que la gente anda muy nerviosa entre la falta de comida, el calor y los apagones, aunque haya disposición para arrollar detrás de la conga y el grupito lobotomizado de toda la vida grite a voz en cuello que “siempre es 26”.  

Después de cuatro años de administración que algunos economistas consideran aceptables, Biden ha antepuesto el bienestar de su país a su propio empecinamiento y se ha bajado del coche para dejarle el puesto a Kamala Harris. Díaz-Canel, después de cinco años yendo de regular a mal y peor, sigue ahí, improvisando disparates sobre un pueblo barrido por el éxodo, las privaciones, las enfermedades, la muerte sin reemplazo poblacional, las drogas y el desencanto.

No se embullan en el Partido Comunista de Cuba a ser un poquito como Biden; sin embargo, se llenan la boca hablando de democracia y de futuro, contradiciendo hoy lo que dijeron ayer, desmantelando el único mercado que funciona y destituyendo a la antigua contralora —cómplice, prevaricadora y traidora a la patria— por otra que será exactamente igual, pero lo suficientemente joven como para que las trampas mentales de la vejez no la hagan decir en cámara que los negocios de GAESA escapan a su jurisdicción.

Biden decide irse a casa mientras Raúl Castro, momificado, desde su presunto retiro, le pasa órdenes a Díaz-Canel de dejar todo como está y meter miedo, mucho miedo.

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