LA HABANA, Cuba. – Después del anuncio en la Asamblea Nacional del Poder Popular, por parte del primer ministro Manuel Marrero, de que se habilitaría el pago en dólares de algunos bienes y servicios en el territorio nacional, el pasado día 7 de enero la cuenta oficial de Facebook del Gobierno se dio a la tarea de puntualizar algunos de los aspectos tratados por el jefe de Gobierno.
Muchas han sido las personas que reaccionaron con disgusto ante la apertura de un supermercado en el barrio habanero de Miramar que solo admite dólares, así como el establecimiento del pago con dicha moneda en determinados centros turísticos como la Casa del Habano, farmacias internacionales, ópticas, clínicas y en los aeropuertos del país.
Evidentemente, estamos asistiendo a un proceso de dolarización que crea ―o refuerza― el apartheid económico que sufre el cubano de a pie, que no podrá acceder a esos bienes y servicios.
Pero lo más significativo de esta nueva maniobra de la cúpula castrista es esa especie de trabalenguas que utilizó Marrero Cruz cuando dio a conocer ese germen de dolarización, y que posteriormente ha sido reafirmada por el citado escrito de la cuenta de Facebook del Gobierno.
Nos referimos a esa dolarización parcial de la economía, “para después seguir el camino de la desdolarización parcial de la economía”. El primer ministro también calificó la dolarización parcial como “un proceso necesario cuyo fin esencial es ganar el control sobre las divisas que hoy se mueven ilegalmente en el entorno social, para poder, de ese modo, ponerlas en función del bienestar de la población”.
En el hipotético caso de que el castrismo logre controlar la divisa que circula en el país, es muy difícil creer en la promesa de Marrero Cruz acerca de una futura desdolarización que permita poner esos bienes y servicios al alcance de la población en moneda nacional.
Cuesta trabajo pensar que esa tienda de Miramar o esos establecimientos que a partir de ahora van a comercializar en dólares vayan a ser cerrados, o a variar el tipo de moneda de sus transacciones con tal de complacer a los abrumados consumidores. Además, no olvidar que casi nunca una moneda débil (el peso cubano) logra desplazar a una moneda fuerte (el dólar).
No podemos dejar de mencionar el grave perjuicio que esta dolarización ―en particular la referida tienda de Miramar― ocasiona sobre las tiendas en moneda libremente convertible (MLC), ese otro bastión del apartheid creado por el defenestrado exministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil.
Las autoridades han tenido que limitar el abastecimiento a las tiendas en MLC para surtir adecuadamente a la tienda en dólares abierta en el exclusivo barrio habanero de Miramar, lo que constituye una especie de traición a los cubanos que depositaron en sus tarjetas los dólares y euros ―casi todos enviados como remesas desde el exterior― que les permitían comprar en las tiendas MLC.
Una visita reciente a varias tiendas MLC nos posibilitó comprobar que ya escasean allí el café, los quesos, el helado, la leche y otros artículos que antes abundaban en sus anaqueles. A esto se une el desprecio que la moneda MLC está encontrando en las mipymes y otros establecimientos tanto estatales como privados. Ya casi en ninguno de ellos aceptan las transferencias en MLC como medio de pago electrónico. En ese sentido no faltan los que auguran que el MLC tiene sus días contados.
En medio de semejante contexto se vislumbra una subida del tipo de cambio del dólar en el mercado informal, que ya algunos observadores vaticinan que alcanzará los 500 pesos cubanos este año.
Esta vez el ascenso de la moneda verde podría venir desde la demanda, pues a los cubanos ―en realidad a los que puedan― no les quedará más remedio que buscar dólares para acceder a las tiendas que el castrismo le veda a la mayoría de la población.
