Las aceras del Capitolio de La Habana son custodiadas por uniformados cuyos rostros los vecinos no habían visto antes
Juan Diego Rodríguez, La Habana |
A muchos agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) los llaman palestinos porque suelen trasladarlos de Oriente –Granma, Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Santiago de Cuba– a otros lugares, especialmente a La Habana, en la astuta estrategia que siempre llevó a cabo la dictadura para alimentar el odio entre represores y reprimidos. Nada mejor, para ello, que aprovechar la xenofobia que se les presupone –sea verdad o no– a los capitalinos y habitantes del centro de la Isla frente a los orientales, y viceversa.
También se les llama pitufos, por el color de sus uniformes, aunque sea ciertamente más oscuro que el de los dibujos animados belgas que le dan nombre.
No solo el físico y la procedencia generan escarnio. El desconocimiento de la ciudad que patrullan les hace caer en innumerables situaciones tragicómicas. Como el de aquellos policías orientales que, según las leyendas populares, pidieron refuerzos para la calle “callello” tras leer en el mojón de una esquina el rótulo de “calle 110”.
Hoy escasa de oficiales, y con sus jóvenes integrantes nacidos con una talla menor por la desnutrición crónica, ni la PNR se libra de las huellas del éxodo y la miseria en Cuba
Desconocedores de la geografía capitalina, hacinados en albergues y con una dieta menoscaba de claria y arroz, el sueño de muchos de ellos es “conocer a una habanera”, casarse y poder quedarse a vivir en la gran ciudad. Otros, aprenden rápidamente a pedir coimas y a hacerse la vista gorda si les deslizan algún billete. Muchos, ni siquiera siguen vistiendo el uniforme unos años después de su arribo.
Este jueves, las aceras del Capitolio de La Habana eran custodiadas por uniformados cuyos rostros que los vecinos no habían visto antes. “Parece que llegó un nuevo lote de pitufos”, comentaba una mujer con sorna tras pasar por delante de ellos. “Pero cada vez los traen más enclenques a estos palestinos”, le contestaba un anciano sentado en un banco del Parque de la Fraternidad.
Hoy escasa de oficiales, y con sus jóvenes integrantes nacidos con una talla menor por la desnutrición crónica, ni la PNR se libra de las huellas del éxodo y la miseria en Cuba.
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