PUERTO PADRE, Cuba.- Un bulo, remachando un mito plantado en Cuba ya en 1959 y propagado por todo el mundo cual planta invasora, por estos días ha sido lanzado otra vez como un esparavel para atrapar sardinas de carnada, tratando, sí, ¡cómo no!, de aumentar la ensarta de primos. Resulta que, según estudios realizados a cuenta del Partido Comunista de Cuba (PCC), el “apoyo” de los cubanos a la dictadura llamada “Revolución” y a sus “dirigentes” es “mayoritaria”.
A quienes lo han olvidado es útil recordar que si en 1959 muchos cubanos clavaron en sus puertas un cartel de latón pintado de rojo y negro –los colores del Movimiento 26 de Julio– con un rótulo diciendo: “Esta es tu casa, Fidel”, para junio de 1960, según una encuesta de la revista Bohemia antes de ser expropiada, el 42,66% de los cubanos se opuso a la dictadura castrista, todavía en ciernes y sin proclamar su raíz comunista, cuando negó el proceso eleccionario que debió convocarse en cumplimiento de las elecciones democráticas, multipartidistas y universales prometidas en el Manifiesto al Pueblo de Cuba, firmado en la Sierra Maestra el 12 de julio de 1957.
De entonces acá, la persecución a los cubanos por sus ideas políticas opuestas a la dictadura castrista y a la ideología comunista ha sido constante. Y si a quienes se alzaron en armas o conspiraron para derribar la dictadura que eufemísticamente copió el lema marxista de “dictadura del proletariado”, se les acusó, procesó en juicios sumarísimos y condenó a penas de cárcel o fusilamiento por “delitos contrarrevolucionarios”, a quienes no tomaron las armas o conspiraron para ayudar a los alzados, sin importar si eran hombres, mujeres, niñas o niños, adolescentes o ancianos, se les tildó de “colaboradores”, desplazándolos de sus lugares de orígenes a zonas de cautiverio. Así, tal cual hicieron Weyler, Hitler y Stalin, hicieron Fidel Castro y sus más cercanos seguidores.
Para cualquier cubano, ya fuera profesional, estudiante, obrero, campesino, intelectual o mujer en su casa, en cualquier ciudad, pueblo o barrio, la peor desgracia que le podía ocurrir era ser tachado de “apático a la Revolución” por los chivatos de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que en sus mejores tiempos contaron en sus sedes municipales con un oficial de la XI Unidad de la Seguridad del Estado.
La segregación entre vecinos, el acoso policial, la expulsión del centro de trabajo o de estudio o incluso la ruptura conyugal o familiar, podía terminar mucho más lejos, en la cárcel, luego de un proceso penal que concluía en los “tribunales revolucionarios”.
En otras ocasiones dije y ahora repito que la llamada por los comisarios del PCC “doble moral”, la corrupción política y cívica y las malversaciones que ya suman miles de millones en diferentes estadios del régimen castrocomunista, tienen su origen en el Estado totalitario que (des)gobierna en Cuba desde el 1ro de enero de 1959 y hasta el presente.
No es raro entonces que los ladrones digan que son “revolucionarios”, como “revolucionarios” dicen ser muchos que, habiendo sido partícipes del régimen, se fueron a vivir a Estados Unidos pero vienen a pasar sus vacaciones en Cuba.
No. No se diga que los cubanos –salvo los convencidos y habría que ver si los hay– apoyan a la “Revolución”; dígase que en Cuba hay lo que en psicología operativa llamamos mecanismos de defensa. Así entonces se comprenderá por qué el “apoyo a la Revolución” es un mito y la nación cubana un pueblo de hipócritas.