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Conviviendo con Esther, cubana y mandamás de las gasolineras de Guanabacoa

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Conviviendo con Esther, cubana y mandamás de las gasolineras de Guanabacoa

“Están observando”, fue el comentario receloso de Esther, la encargada de organizar en Telegram la cola para comprar combustible en el municipio habanero de Guanabacoa, luego de que este diario denunciara las múltiples irregularidades del proceso. Desde entonces, la cacique de las gasolineras ha lanzado una cruzada contra los “dobles” –personas inscritas varias veces en su lista de clientes– y ha afianzado su autoridad alegando, una vez más, que es una “servidora pública”.

El escándalo de Guanabacoa no ha pasado desapercibido a la prensa oficial. Sin atreverse a entrar de lleno al tema, Cubadebate mencionaba de pasada este sábado a las “mafias organizadas” de los servicentros. “Si no pagas dinero extra, no avanzas en la cola”, criticaba, de ahí que comprar combustible se haya vuelto “un desastre”. El oficialismo no ve con buenos ojos “que se haya eliminado la aplicación de tickets” y ofrece a los lectores un correo para informar de “todo lo que no vale”.

Esther se limitó a compartir una captura de pantalla de la publicación en los dos grupos de Telegram que maneja –correspondientes a las gasolineras de Corral Falso y Los Paraguas– pero, contrario a su costumbre, no le dedicó una sola palabra. Sobre la nota de 14ymedio fue más locuaz: “Además de indisciplina y etcétera (en la cola), subversión”, escribió, al pie de una foto con el reportaje de este diario.

De Esther no se conoce el apellido, la profesión o la edad (aunque ella alega que su “misión” en Guanabacoa le está “sacando las canas de los 60”)

De Esther no se conoce el apellido, la profesión o la edad (aunque ella alega que su “misión” en Guanabacoa le está “sacando las canas de los 60”). Gestiona el registro con mano de hierro y asegura que está en medio de un escrutinio para purgar a “sus amigos los dobles”.

No es para menos, con las listas de Excel de la propia Esther en la mano, 14ymedio demostró que en el registro de Los Paraguas, con 3.688 clientes, 114 estaban repetidos hasta cuatro veces y 77 no tenían chapa. En el caso de Corral Falso, donde la inscripción era de 2.855 nombres, hay 168 que se repiten hasta cuatro veces y 40 sin chapa. Unos 1.003 clientes estaban anotados en ambas listas.

“Que nadie se ponga bravo”, pide Esther cada mañana, antes de publicar las chapas “descalificadas” por repetición. “Y hay un bulto…”, advierte. La mujer, que regenta a un grupo de nicks –tres mujeres en cada gasolinera– de los que tampoco se sabe nada excepto el nombre, da sus órdenes: “Claudia, lee bien los dobles que seguiré editando. Ve tachando en el documento” o “Yanet, para cambiar chapa en el registro, [el cliente] debe demostrar que es el dueño del carro”.

Así transcurre el día de trabajo en Corral Falso y Los Paraguas, entre llamadas de atención de Esther y monótonas listas que confunden a menudo a los clientes. Este “despiste” es lo que más molesta a la mujer, que no escatima diatribas: “El peor problema que tenemos es que no leemos. Vaya, hasta rima. Sea disciplinado y cumpla”.

“No hay carencia de combustible, lo que existe es indisciplina, cubanos inescrupulosos queriendo hacer dinero fácil”

“No hay carencia de combustible, lo que existe es indisciplina, cubanos inescrupulosos queriendo hacer dinero fácil, sacando provecho de turnos, canjeando gasolina por turnos”, enumera, aduciendo que para evitar esas situaciones está ella ahí. “Antes que se tomara la decisión de organizar la cola por las máximas autoridades del territorio, múltiples eran las quejas y denuncias sobre, coleros, turnos vendidos, acaparamiento de combustible, colas interminables que no caminaban”, argumenta.

Faltar a la cola cuando lo llaman –no importa si es de madrugada– es problema exclusivamente del cliente. Si alguien convocado para la “noche fría” no llega, Esther lo toma como una afrenta personal a las “mujeres jóvenes” encargadas del servicentro. “Expliqué que el éxito estaba en la disciplina de ustedes y de nosotros”, explica. “Es muy rico dormir y con calorcito, y tener combustible. Esto último ya no tan rico para el que no vino”.

Esther no entiende de ofensas –incluso si son imágenes o GIF, habituales en Telegram– y si un cliente no está a la altura de las leyes de comportamiento que ha impuesto, lo elimina. Lo sabe bien un tal Sandy, expulsado este viernes: “Sandy queda eliminado del grupo por su grosería”, informó. “Es muy tarde y [hay] mujeres desde las nueve de la mañana atendiendo a hombres en su mayoría para tener que aguantar su sticker. Se va del grupo. Fue un placer atenderle”.

Esther no entiende de ofensas y si un cliente no está a la altura de las leyes de comportamiento que ha impuesto, lo elimina

No escasean las confesiones: “Llevo muchos procesos al mismo tiempo, en la medida de mis posibilidades he contestado, he ayudado y he dejado en visto”, o una cita parafraseada de Don Quijote: “Ladran, Sancho, señal de que avanzamos”. Pero la cola real avanza poco y la propia Esther lo lamenta.

Tras una convocatoria para anotar a nuevos clientes –no se sabe cuándo– en su lista, la mujer lanzó una “reflexión” sobre los factores que atentan contra su trabajo: las frecuentes “bombas rotas” de la gasolinera, los “clientes que hacen fuerza para violar la cola”, la “morosidad” de Cupet (Unión Cuba-Petróleo) para repartir combustible, las fallas de internet, además de los consabidos “dobles”, que se multiplican.

Habrá Esther para rato –según ella misma–, porque sin importar lo que diga la prensa, su trabajo, alega, es indispensable, por severo que parezca su carácter. “Recuerden poner el celular cerquita”, es su despedida habitual a los clientes. “Ustedes y yo estamos unidos día y noche”.

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