En el idioma del ajedrez, Cuba sigue siendo una palabra clave. Pese a los vaivenes históricos, la precariedad –y politización– de la enseñanza y el exilio de sus mejores jugadores, la Isla continúa produciendo ajedrecistas sobresalientes. Es el caso de la maestra Daylin Magariño Carralero (Puerto Padre, Las Tunas, 1999), que emigró a la comunidad española de La Rioja en 2020 para fundar su propia academia y jugar bajo la bandera de su país de adopción.
Una infancia “noble y sencilla”, el tablero de ajedrez –que manejaba con soltura a los seis años– y un entorno como el cubano, donde la pasión por el juego ha sobrevivido a todo, bastaron para que Magariño iniciara una prometedora carrera en Las Tunas.
En las aulas cubanas la enseñanza del ajedrez es una opción, a veces obligatoria, y aunque se trata de un calco del sistema soviético –destinado a probar la “superioridad intelectual” del hombre nuevo del comunismo–, hay una razón más poderosa por la que los cubanos se sienten orgullosos del deporte: José Raúl Capablanca, el único campeón del mundo (1921-1927) que han dado las Américas, junto al estadounidense Bobby Fischer.
Sin embargo, señala a 14ymedio Magariño, en la actualidad los ajedrecistas cubanos –pese a que varios de los “grandes” se han marchado– no han perdido nivel. “En mi opinión, los maestros cubanos más fuertes son Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón, Carlos Daniel Albornoz y Lisandra Ordaz”.
Una reciente medida de la Federación Cubana de Ajedrez impide que Domínguez –que ocupa el lugar número 13 entre los mejores del mundo y es considerado el “heredero” simbólico de Capablanca– y Bruzón jueguen en los torneos de su país. La causa: ser críticos con el oficialismo y pertenecer a otras federaciones.
Magariño prefiere no aludir a las tensiones de la Isla y alega que, más allá de lo básico, desconoce la situación del juego ciencia en su país
Magariño prefiere no aludir a las tensiones de la Isla y alega que, más allá de lo básico, desconoce la situación del juego ciencia en su país de origen. Su vida está ahora, expone, en España, país en el que siempre quiso vivir por su “idioma, cultura y tradición ajedrecística”, y al que viajó junto a su esposo. “La acogida que han tenido hacia mí ha sido maravillosa, he tenido la oportunidad de jugar varios torneos, conocer figuras importantes del deporte e iniciar mis estudios en psicología”, afirma.
La joven asegura que en La Rioja ha logrado sus dos grandes sueños: “Jugar y enseñar el ajedrez”. Su proyecto, la academia Riojaque, brinda cursos a niños y adultos en distintas modalidades de aprendizaje.
“Riojaque es un centro formativo que además, provee recursos para estimular la creatividad e imaginación en los niños desde temprana edad, no sólo pretende hacer que ellos pasen el tiempo”, valora Magariño.
Junto a un socio “músico, docente y escritor”, desarrollan una de las áreas que España lidera a nivel mundial: el ajedrez educativo. “Enseñamos a los niños a gestionar la frustración, la derrota y reforzar la disciplina y el orden”, define.
Estar en España también le ha permitido a Magariño encontrar a otros maestros cubanos que han recalado en la Península, como Arián González –también afectado por la prohibición de la Federación Cubana– y Renier Vázquez. Con ellos jugó en el campeonato individual absoluto de España y asegura que ambos son “muy conocidos y reconocidos por sus colegas españoles”, con quien ahora comparten bandera.
Magariño –campeona de La Rioja en ajedrez clásico y rápido en 2022– tiene varias metas inmediatas: sacar adelante Riojaque, desempeñarse como responsable de la Comisión oficial de Mujer y Ajedrez en La Rioja y completar sus estudios de psicología. De la Isla, a la que ha regresado una sola vez desde que emigró, tiene una opinión más bien desapasionada: “Como todos los países, Cuba tiene cosas buenas y otras que mejorar. Lo que a mí me gusta de mi país es que la gente ama el ajedrez”.
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