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Cómo funciona su linterna y otros datos curiosos sobre El Morro

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Cómo funciona su linterna y otros datos curiosos sobre El Morro
Cómo funciona su linterna y otros datos curiosos sobre El Morro

SANTA CLARA,CUBA_El castillo de los Tres Reyes del Morro es, sin lugar a dudas, el ícono que identifica a Cuba en postales, sellos y reseñas turísticas, una de las primeras fortalezas erigidas por el gobierno español en el Nuevo Mundo y cuyo faro ha custodiado por más de un siglo la entrada a la bahía de La Habana. Está considerada, además, como la edificación más antigua de uso continuo en América.

El Morro fue construido como parte del sistema defensivo de la villa de San Cristóbal de La Habana junto a los castillos de la Real Fuerza y de la Punta con la cual se unía inicialmente por una gruesa cadena que impedía el ingreso de embarcaciones no deseadas. Debe su nombre precisamente por estar enclavado en este peñasco sobresaliente de roca a modo de polígono irregular y por su altura y ubicación estratégica puede observarse desde cualquier punto del malecón habanero.

La construcción del Castillo inició en 1589 y concluyó hacia 1597, proyectado por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli, aunque otras obras complementarias que incluían los espacios para alojar las tropas, los almacenes de municiones y los aljibes, no se culminaron hasta 1610. Se cuenta que Felipe II, entonces monarca español, comentaba que con lo que le había costado a la corona el complejo La Cabaña debía poder verla desde su balcón en El Escorial. Fue este regente quien ordenó colocar un altar en la fortaleza con un retablo dedicado a los Tres Reyes Magos.

La primera torre de color blanco, de cal y canto, medía diez metros y desde su capitel se lograba una visibilidad de hasta ocho leguas. Un texto de Emilio Roig de Leuchsenring destaca que se invirtieron en ella unos 200 pesos, y para pagarlos se estableció un derecho de anclaje sobre los buques que visitaran el puerto. Para la iluminación se usaba leña como combustible que orientaba vagamente a los navíos en su entrada al puerto.

Roig, quien fuera considerado el primer historiador de La Habana, describe en esta publicación que la fortaleza contaba, dentro de sus murallas y fosos, con dos grandes aljibes que se consideraban suficientes para abastecer la guarnición, una iglesia, casas del comandante, capellán y oficiales, tres cuarteles para la tropa, oficinas, calabozos y una bóveda.

Hacia el norte del castillo existe una zona conocida como el anillo de los tiburones que constaba de una especie de tobogán por el cual lanzaban al mar a los esclavos, presos y soldados fallecidos, exceptuado a los oficiales españoles. En aquel entonces, era en extremo complicado dar la vuelta a la bahía para darles “cristiana sepultura” en el cementerio local. Por décadas estos animales se mantuvieron rondando la porción de mar, acostumbrados a recibir alimentación constante.

Tras la toma de La Habana por los ingleses aquella torre de mampostería quedó en extremo dañada por lo que debió ser reconstruida y reemplazada por otra posteriormente demolida para edificar la que conocemos hoy. A lo largo del tiempo, apunta Roig, se usaron combustibles para su iluminación como el gas inflamable, producto del chapapote cubano, lo mismo en la farola de El Morro que en la ciudad. En 1819 se empleó el aceite de ballena y posteriormente el acetileno.

El faro actual, circundado por una balaustrada de hierro, fue prendido por vez primera el 24 de julio de 1845 para festejar el cumpleaños de la Reina de España, y funcionaba gracias al llamado aceite de colza. Su torre cilíndrica alcanza los 45 metros de altura sobre el nivel del mar, proyectado hacia la bahía por un ángulo agudo y fabricado de piedra maciza, con paredes gruesas y cuatro ventanas distribuidas a lo largo de su extensión. Se accede a su cúspide mediante una escalera de caracol de 170 peldaños que se torna mucho más angosta y oscura a medida que se acerca al último tramo.

No fue hasta 1945, a cien años de su construcción, que El Morro fuera electrificado con una luz cuyo alcance es de 18 millas náuticas con dos destellos cada 15 segundos. La prensa de la época reseñó la tamaña impresión causada en los habaneros: “Todos aguardaban con impaciencia la iluminación del nuevo faro, y cuando vieron destacarse de entre las sombras de la noche aquella hermosa luz, ora vivísima y enrojecida, ora pálida y vacilante, quedaron agradablemente sorprendidos”. 

El fanal de El Morro fue obra del físico francés Augustin-Jean Fresnel, todo un adelanto de la ingeniería óptica de su época y que fue presentada, incluso, como parte de Exposición Internacional de Paris de 1843. Se trata de un invento que revolucionó el diseño de enfoque de los faros, sustituyendo las lentes abultadas y pesadas, por otras de menos grosor, con cortes en anillos circulares concéntricos consecutivos. Las horas de encendido y apagado se fijaron en 40 minutos después de la puesta del sol y 40 minutos antes del amanecer.

Sobre la emblemática torre los cubanos han incorporado a su argot popular varios dicharachos como “eso es de cuando el Morro era de palo”, “es más viejo que el Morro”, o “el último que se vaya que apague El Morro”. Precisamente esta linterna, la que nadie quiere quedarse para apagar, funciona a través de un equipo mecánico que ya cuenta con 178 años de uso. Además, se opera de forma manual para hacer girar el haz de luz, con una duración aproximada de tres horas y media hasta cuatro horas, por lo que requiere de la intervención humana del guardián del faro. Para que El Morro dejara de proyectar ese halo intermitente solamente habría que dejar de darle cuerda a la referida manigueta.

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