Home Cuba 'Caso Tropicana' o el arte de atrapar al lector 

'Caso Tropicana' o el arte de atrapar al lector 

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'Caso Tropicana' o el arte de atrapar al lector 
'Caso Tropicana' o el arte de atrapar al lector 

HARRISONBURG, Estados Unidos. – Recuerdo que un domingo de la década de los años 80 conocí a Rebeca Ulloa (Guantánamo, 7 de febrero de 1949). Fue en la casa de la Dra. Florentina Boti, en la misma ciudad de Guantánamo, lugar insoslayable para una historia de la cultura de esa provincia.

Primera presidenta del Comité Provincial de la UNEAC en 1987, Rebeca fue una líder natural para los escritores y artistas del territorio.

En 1992, se mudó a La Habana y unió su vida a Arístides Pumariega, uno de los principales caricaturistas cubanos. Después vivió en Colombia y luego se asentó en Miami, donde ahora vive. Volví a verla más de 30 años después.

La publicación de su novela Caso Tropicana provocó mi curiosidad, así que la compré y la leí. Es una obra que tiene el mérito de recrear un ambiente poco tratado en la literatura cubana. Sus consideraciones sobre la situación política existente en Cuba en la década de los años 60 del pasado siglo y varios de sus personajes ―desprovistos de los estereotipos a los que nos ha acostumbrado mucha de la literatura cubana contemporánea― me resultaron singulares. Añado que la pericia demostrada al narrar una historia subyugante atrapa desde el primer capítulo. 

De esa lectura y varios recuerdos surgió la idea de una entrevista que pronto publicaré íntegramente en mi blog Sendero de libertad. Por razones de espacio y como primicia, comparto con los lectores de CubaNet la parte relacionada con la gestación de una novela que, en mi opinión, no defraudará a ninguno de sus lectores.

―¿Cómo surgió la idea de escribir la novela Caso Tropicana?

―Es una larga historia que comenzó hace unos 30 años cuando comencé a vivir en La Habana. En Guantánamo, siendo escritora de la emisora CMKC, escuchaba con atención el bloque dramático de Radio Progreso y me fijaba en la forma en que esas radionovelas eran contadas, cómo usaban los efectos, los diálogos, cómo entraba la música. Luego, en mis guiones para la radio local, incluía algunos segmentos dramatizados.

Ya en La Habana comencé a escribir series infantiles, cuentos y obras dramáticas para la productora Radio Arte, que distribuía las grabaciones en todo el país. También trabajé en Radio Progreso, donde hice las versiones radiales de las novelas Eva Luna, de Isabel Allende, y Nosotras, que nos queremos tanto, de Marcela Serrano. La versión de Eva Luna obtuvo el premio Caracol de la UNEAC en 1997.

Fue Erick Kaupp, conocido director de la televisión, quien me habló para que escribiera novelas policíacas y una de ellas fue la primera versión de Caso Tropicana. Tuvo 50 capítulos que se grabaron y editaron. No usé narrador. Los guiones eran puro diálogo. Para sorpresa mía, en la UNEAC y en la UPEC se hizo popular y algunos amigos iban a las grabaciones. En un capítulo se hacía un desfile en un ball. Por supuesto, pensaba que no me iban a censurar; la historia se desarrollaba en Nueva York. Para el desfile, Arístides me hizo el diseño de los vestidos de las drag queen. Escribir los guiones y asistir a las grabaciones era muy divertido. La directora era Norma Abad y la asesora Orieta Cordeiro. ¡Estaba en las grandes ligas de la radio cubana! Pero mi alegría duró poco. La novela fue censurada y nunca salió al aire. De nada me valió que la ubicara en Nueva York. Es más, la borraron. Peleamos, pedimos reuniones con la dirección nacional del ICRT, la cual dictó esta sentencia: “Muy buena, pero no se ubica en nuestros contenidos”. 

Me empezó a rondar la idea de ubicar la historia en Cuba. Viviendo en Colombia empecé a trabajar la idea en firme. Nada de drogas, nada de Nueva York, la trama sería en Cuba, el caso policíaco tendría que ver con las llamadas revolución y contrarrevolución y el ambiente sería el de La Habana nocturna de los 50 y 60, que siempre me ha atraído. Tener a mi lado a Arístides ―testigo-protagonista de esa Habana que no viví― ofrecía en bandeja de oro la oportunidad, así que puse en marcha el proyecto, muy ambicioso, por cierto. Así fue cómo surgió la novela como proyecto literario.

Rebeca Ulloa y Arístides Pumariega en Miami (Foto: Cortesía)

La Habana tuvo una vida nocturna muy intensa durante la época republicana, sobre todo en las décadas de los años 40 y 50 del pasado siglo, y eso está presente en tu novela. ¿Hiciste una investigación al respecto? ¿Los personajes parten de un referente real o son todos imaginarios?

―Tuve que investigar mucho, pero Arístides ha sido mi fuente más preciada. Había sido músico en la década de los 50 y participó en la inauguración de sitios como La zorra y el cuervo, La red, el té bailable del hotel Copacabana… y trabajó en muchos otros, además de conocer muy bien el cabaret Tropicana: ¡Eso no tiene precio!

Portada de Caso tropicana (Foto del autor)

Una prima de Arístides se casó con un sobrino de uno de los dueños del Tropicana y también me dio mucha información. Vi videos sobre el cabaret, revisé revistas de la época, confronté datos, todo eso me sirvió para crear la atmósfera de la novela.

Muchos de los personajes están basados en seres reales. Me había inventado el personaje de Sofía como bailarina infiltrada de la Seguridad cubana y en mis pesquisas descubrí que existió alguien así en 1959.

Arístides también me contó del Rumba Palace, otro de los sitios importantes de la novela.

Viviendo en Colombia tenía fácil acceso a internet e intensifiqué mi búsqueda, lo que me permitió conocer más detalles e incorporar otros personajes a la trama. En cuanto a las referencias sobre el changüí y el entorno familiar de Marcano ―el personaje principal de la novela― es obvio que ello se debe a mi condición de guantanamera.

Aquí en Miami conversé con cubanos que se opusieron a la dictadura. Esa información me permitió mostrar lo que aparece en la novela como “El Movimiento” y que es mi homenaje a la organización La Rosa Blanca.

Tu novela me desconcertó al principio porque no podía descubrir a quién pertenecía el punto de vista narrativo. Luego concluí que había diferentes puntos de vista. Me sigue pareciendo una novela atípica. ¿Cómo concebiste el proceso de la escritura? ¿Cómo lograste atrapar a tus posibles lectores?

A mí también me parece una novela atípica, más bien parece un guion cinematográfico. La concebí con un final oculto, sorpresivo, y creo haberlo logrado.

Me gustó la idea de que cada personaje tuviera su espacio protagónico, que se contara su vida anterior y se insertara así en la trama. Me divertí mucho con el personaje de Hernán Fuentes debido a su odio contra Marcano, su ambición por poseer a Nina. Tanto este personaje como Mazagüero son desechables, se ganan el odio del lector, pero hacen amena la trama. Lo mismo pasa con un personaje “positivo”, el capitán Marlon de la Seguridad cubana.

Hay un narrador omnisciente que sabe todo y se mete en todo, hasta hace comentarios que suelta sin ton ni son y dice, por ejemplo, “como dice mi amigo Helio Orovio”. Lo mismo describe un lugar en tercera persona que asume la posición de una segunda persona que le habla al personaje. Sí, creo que hay una primera, segunda y tercera persona que ofician como narradores de la novela, pero no por show, sino porque así me lo pedía el acto de creación. El punto de vista es maleable, como una voz que se acomoda según lo exija la trama. No lo busqué, no fue mi intención, no era rebuscamiento de una estructura literaria. No me sale la narrativa lineal, un narrador serio. Soy muy informal, y me molesta mucho caminar sobre caminos trillados. Si la novela es atípica o no el juicio lo dejo a los críticos.

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