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LA HABANA, Cuba. – En las muchas ocasiones en que los directivos del deporte cubano acudieron a las cámaras de la televisión, en especial al programa Mesa Redonda, para referirse a la preparación que llevaban a cabo los atletas de nuestro país con vistas a su participación en las Olimpiadas de París, siempre se dijo que el compromiso de la delegación cubana en esa cita era quedar entre los primeros 20 países en el medallero, además de conseguir cinco medallas de oro. 

Al término de este magno evento deportivo, podemos comprobar que ninguno de esos objetivos fue cumplido. Cuba finalizó en el lugar 32 del medallero por países, y los representantes de la Isla solo conquistaron dos medallas de oro.

A propósito, con esa raquítica cosecha de títulos, el deporte castrista sufre una involución de 56 años, pues a partir de México 1968, cuando Cuba terminó sin títulos y cuatro medallas de plata, en lo adelante siempre la representación cubana había obtenido como mínimo tres medallas de oro. 

Se trata, a todas luces, de un resultado desfavorable en esta lid parisina.  Sin embargo, todo hace indicar que el régimen tratará de encubrir el fiasco mediante la exaltación del desempeño del luchador Mijaín López. 

Es innegable que la quinta medalla de oro consecutiva lograda por Mijaín constituye una hazaña deportiva, pero ello, por supuesto, no puede calificar por sí sola la participación de toda una delegación deportiva. Ya se repite en varios medios radiales y televisivos de la Isla la frase “La quinta medalla de oro de Mijaín vale una olimpiada”. 

Mas, a nadie podrá engañar la falsa imagen de victoria que el castrismo pretende brindar. Casi todos los deportes en los que Cuba tomó parte ahora en París arrojaron resultados por debajo de los pronósticos precompetencia. El tiro, la natación, el clavado, el judo, el boxeo, el tenis de mesa, la lucha libre, el levantamiento de pesas, el atletismo, el ciclismo, el remo, el canotaje, y hasta la propia lucha grecorromana ―pues se contaba con otra medalla de oro, la de Luis Alberto Orta― defraudaron a especialistas y aficionados. Lo anterior sin contar que la Isla no pudo clasificar a ningún deporte colectivo para estar presente en la cita de los cinco aros. 

Particular destaque negativo para el judo y el atletismo. Deportes en los que antaño Cuba obtenía una buena cosecha de medallas, y que en esta ocasión se fueron de París con las manos vacías.

Duele pensar en los cuantiosos recursos destinados por el régimen para preparar a sus atletas, que pudieron haber sido destinados a satisfacer muchas de las necesidades apremiantes del cubano de a pie, y que al final se revirtieron en la peor actuación olímpica del deporte cubano en las últimas décadas. 

Por otra parte, duele también constatar la gran cantidad de deportistas y entrenadores, nacidos y formados en Cuba, que actualmente se desempeñan y triunfan representando a otros países. Todo en el contexto de la gigantesca ola migratoria que afecta a la nación cubana.  

Claro que no faltarán las menciones al “bloqueo” y a “las agresiones del enemigo” para tratar de justificar las malas actuaciones de los deportistas cubanos. Pero estamos seguros de que, cuando concluyan las festividades de bienvenida a la delegación ―en realidad a Mijaín― se van a imponer los análisis serios, como amerita una actuación tan magra como esta de París. Probablemente presenciemos las caídas en desgracia de varios de los actuales dirigentes del deporte en el país.

Lo que sí resulta innegable es que este pobre desempeño del deporte castrista en la capital francesa es un reflejo de la caótica situación por la que hoy atraviesa la nación.

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