LA HABANA, Cuba. – Llevar arroz a la mesa se ha convertido para los cubanos en un reto diario que pocos pueden vencer, especialmente en los últimos tiempos. Hace bastante que la irregularidad en su venta racionada ha provocado el inevitable aumento de sus precios en el mercado informal o ilegal. Precios por demás inalcanzables para una considerable cantidad de familias. Esta circunstancia es particularmente desafortunada en la mayor de las Antillas, donde para muchos, si no comen arroz, es como si no hubieran comido. Y es que de acuerdo a nuestros hábitos alimentarios es este cereal, junto con los frijoles, la combinación fundamental de nuestro menú.
El arroz fue traído a nuestro país por los colonizadores españoles y se convirtió en el alimento imprescindible para criollos y esclavos. Su siembra se adaptó a los suelos cubanos, ya que se puede cultivar hasta en tres épocas del año. Pero no fue hasta finales del siglo XIX que comenzó a comercializarse, al principio en pequeñas cantidades; hasta que su producción llegó a cubrir la mayor parte del consumo nacional.
Sin embargo, a partir de los años 30 del siglo XX, con el desarrollo de la industria azucarera ―más rentable―, muchos campesinos que antes dedicaban sus tierras al arroz comenzaron a sembrar caña. Esto ocasionó el consiguiente declive de la producción arrocera, que quedó limitada a apenas el 10% de la demanda nacional, ya que solo se cosechaba en pequeñas parcelas.
Durante los gobiernos de Gerardo Machado y Fulgencio Batista fueron reducidos los aranceles del grano. No obstante, ello no fue suficiente para impulsar su producción, ya que la caña, el café y el tabaco seguían siendo más rentables. Si bien en la década de 1940 se sembraba arroz en algunas fincas, esto era fundamentalmente para autoconsumo. Solo algunos agricultores de Matanzas y Las Villas lo comercializaban en cantidades limitadas que apenas cubrían una pequeña parte de la demanda nacional.
De modo que este cultivo no contó con el respaldo económico necesario sino hasta el mandato del doctor Carlos Prío Socarrás. Así pues, en octubre de 1951 se crea el Banco de Fomento Agrícola e Industrial (BANFAIC). Ese sí era el apoyo que faltaba para los campesinos productores de arroz, que ya podían a partir de entonces solicitar crédito para aumentar sus producciones.
Con este sueño hecho realidad se daba cumplimiento al artículo 280 de la Constitución de 1940, que establecía la creación de un sistema bancario para el desarrollo de la economía cubana. Al respecto, el Diario de la Marina publicó: “El Banco de Fomento Agrícola e Industrial es el primer gran esfuerzo para darle al campesino criollo la fuente de crédito indispensable para independizarse de intermediarios onerosos y casi siempre absorbentes de la riqueza de nuestro suelo”.
En efecto, los beneficios del BANFAIC se vieron reflejados no solo en el crecimiento del cultivo, sino también en la incorporación de nuevas provincias a su cosecha durante la década de 1950. Hasta ese momento, de una demanda nacional de 6 millones de quintales se producían en el país 2.500.000. Más tarde, aunque también se importaba arroz, hasta dos tercios de esa demanda se cultivaban en el patio.
Tanto auge había alcanzado el cereal en la Isla que para 1959 se llegó a producir una cosecha sin precedentes. Por desgracia, al año siguiente, sin apoyo gubernamental, su cultivo sufrió una considerable disminución ya que se priorizó la siembra de caña y se dejaron de importar semillas de Estados Unidos.
Curiosamente, pocos meses después de tomar el poder, Fidel Castro anunció la desecación de la ciénaga de Zapata para sembrar arroz, encomienda que dio inicio entre abril y mayo de ese propio año de 1959. El plan era desecar 5.000 caballerías con el objetivo de convertir ese humedal en el granero arrocero de Cuba, a despecho de las extensas zonas ya dedicadas al cereal en casi todo el territorio nacional. A tal fin fueron contratados técnicos holandeses, franceses y soviéticos. Dos meses de trabajo más tarde, unos y otros ya eran conscientes del desastre que supondría aquel descabellado proyecto, no solo debido a que la ciénaga era indesecable, sino también a las desastrosas consecuencias para el ecosistema cubano.
En 1965, tras ciertas desavenencias del “comandante” con China, se vieron afectadas las importaciones del cereal, lo cual obligó al caudillo a replantearse la política de no sembrar arroz en el país. Es así que en 1970 se puso en marcha un plan para “reanimar” su cultivo con la cooperación de especialistas vietnamitas. No obstante, a pesar de la abundante propaganda de que gozó aquel proyecto y las copiosas loas dispensadas a aquella gran inversión, con cuyos resultados positivos podría satisfacerse la demanda nacional, el objetivo hasta la fecha no se ha logrado. Luego, durante la crisis conocida como “Periodo Especial” y tras desaparecer el campo socialista de Europa del Este, desaparecieron también los insumos necesarios para el cultivo del preciado cereal.
En época más reciente, con el propósito de activar las zonas arroceras, el Gobierno ha entregado algunas de esas tierras ―a la sazón llenas de marabú― en usufructo a agricultores privados. Por desgracia, en esta ocasión tampoco se ha notado un avance en ese propósito, ya que estos también carecen de los recursos necesarios. Por otra parte, la Tarea Ordenamiento ha venido a significar un aumento considerable del precio de los insumos, y con ello en la práctica imposibilita a campesinos y arrendatarios poder desarrollar un cultivo que ya no les resulta rentable.
De cara a la actual crisis económica, el Gobierno cubano alega numerosas dificultades para comprar arroz, amén de la falta de recursos económicos para cultivarlo. En ese contexto, un nuevo proyecto arrocero con la cooperación de Vietnam planea la plantación de 1.500 hectáreas del cereal. Esta vez la cruzada comenzará en Güines, en la provincia de Mayabeque. Los vietnamitas proporcionarán atención técnica para asegurar la cosecha, en un plan de cooperación que el Gobierno cubano extendió hasta 2025, y en el cual se admitirán además otras inversiones extranjeras.
En efecto, durante años ese país asiático se ha empeñado en lograr hacer despuntar la cosecha de arroz en Cuba. Infructuosamente. No se cansan los vietnamitas de arar en el mar.