Una vez más, por razones que solo entienden quienes pueden hurgar muy dentro del pestilente cenagal de las relaciones Cuba-Estados Unidos, las prebendas para el régimen llegan a buen puerto.
LA HABANA, Cuba. – El Jubileo Ordinario de 2025 ha sido el pretexto elegido por el régimen cubano para liberar a 553 personas que fueron sancionadas por diversos motivos. La “generosa y desinteresada” decisión coincide con la eliminación de Cuba del listado de países patrocinadores del terrorismo, aunque parezca que se trata de un acto de buena fe para congraciarse con el Vaticano. Se ha vuelto costumbre que las administraciones demócratas lo den todo en sus últimos días de mandato. Así como Obama eliminó la política de “pies secos, pies mojados” ocho días antes de su salida de la Casa Blanca y luego de haber impulsado el deshielo más fructífero entre Washington y La Habana desde 1959, Joe Biden saca a Cuba de la lista que mantenía al gobierno de Miguel Díaz-Canel entre los apestados del circuito financiero global. No bastándole con eso, suspendió por seis meses el Título III de la Ley Helms-Burton, que impedía a varias entidades del régimen ―GAESA entre ellas― comerciar con Estados Unidos.
El hijo de Delaware se despide del Despacho Oval con dos plumazos de cortesía hacia la dictadura antillana, pocos días después de consumarse el robo descarado de las elecciones en Venezuela, con Nicolás Maduro juramentándose como presidente ilegítimo para un nuevo período de seis años, con la guía y el apoyo incondicional de La Habana. Triste es decirlo, pero los totalitarismos de la región gozan de buena salud a pesar de las sanciones de la Unión Europea, las recompensas millonarias ofrecidas por Washington y el rechazo mayoritario de los gobiernos latinoamericanos ante un fraude tan mayúsculo como burdo. Nada de eso ha valido para que la democracia retorne al sufrido suelo venezolano. Las protestas populares, la oposición activa, Edmundo González desde el exilio y María Corina Machado desde la clandestinidad no pudieron impedir que ese engendro llamado castrochavismo se saliera una vez más con la suya. Si tal es la realidad de Venezuela, no es de extrañar que el anhelo de una Cuba libre se esfume en el horizonte cercano.
Una vez más, por razones que solo entienden quienes pueden hurgar muy dentro del pestilente cenagal de las relaciones Cuba-Estados Unidos, las prebendas para el régimen llegan a buen puerto, pero no se sabe cuántos de los 553 excarcelados son presos políticos. La cifra es ofensiva de por sí, pues ascienden a más de 1.000 los cubanos condenados a prisión por protestar pacíficamente contra el gobierno, así que en ese canje la rapiña de guayabera sale ganando, como siempre, y en un contexto que ya se tornaba demasiado adverso para sus planes de continuidad.
La apertura de tiendas en dólares y otras medidas orientadas a captar divisas encajan de un modo casi milagroso con la bondad de última hora de los demócratas. Y decimos casi porque con la licencia extendida por la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) a Hugo Cancio para exportar vehículos de lujo a la Isla, y el secreto a voces que ha sido la gestión de remesas a través de la empresa Orbit S.A. ―sucedánea de FINCIMEX, igualmente controlada por GAESA―, no cabe ninguna duda de que el régimen cubano ha podido sortear la tremenda crisis estructural, agravada en los años post-COVID-19, gracias a la ayuda de ese mismo gobierno al que llama enemigo y acusa de mantener un “bloqueo genocida” contra el pueblo cubano.
La incoherencia de Washington es proporcional a la astucia con que el régimen cubano ha anunciado la liberación de los 553 convictos, cuya identidad se desconoce, señalando que “recibirán sus beneficios gradualmente” y sin precisar, en caso de que entre ellos haya presos políticos, si los obligarán a exiliarse, como lo han hecho tantas veces. No por repetitiva es menos vergonzosa la farsa, especialmente si hace pocas horas se supo que dos jóvenes en Santiago de Cuba fueron sancionados con penas de cuatro y cinco años de cárcel por convocar a una protesta antigubernamental en redes sociales.
La moneda de cambio está garantizada. Incluso pueden darse el lujo de no incluir entre los liberados a Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo, Sissi Abascal, Lizandra Góngora, Sahily Navarro, José Daniel Ferrer, los hermanos Jorge y Nadir Perdomo, Andy García Lorenzo y tantos otros que no cometieron más delito que gritar “libertad”. La Habana, lejos de ofrecer garantías de que dicha liberación será incondicional y permanente, mantiene su reserva de carne de presidio para cuando llegue el momento de negociar nuevos plazos con contrapartes que le han cogido el gusto a este vaivén penoso e indignante que no resuelve el problema fundamental de Cuba, ni extirpa el totalitarismo de la región.