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Un festival gastronómico en la Isla del hambre

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Un festival gastronómico en la Isla del hambre
Un festival gastronómico en la Isla del hambre

LA HABANA, Cuba. – Cada día se hace más difícil comer en Cuba, y mucho más fácil morir de hambre, pero eso no ha impedido que la nueva edición del Festival Internacional Varadero Gourmet se celebre por estos días en el balneario más famoso de la Isla. 

Conferencias, clases magistrales, exhibiciones, pero nada que tenga que ver con la realidad que se vive incluso en la mayoría de los hoteles donde el mal servicio y la pésima gastronomía continúan espantando a clientes mientras en otros destinos del Caribe el arribo de turistas bate récords después de la caída provocada por la pandemia.

Un festival gastronómico que funciona como las demás exhibiciones de vidriera “hacia afuera” donde los cubanos deberían comprobar una vez más que el constante “no hay” en boca del régimen es más bien un “no me da la gana” que ya desde hace varios años nos lo gritan sin pudor alguno y hasta con la sonrisa sarcástica del presidente de la Asamblea Nacional que no se cansa de repetir que comeremos cuando seamos (nosotros, no ellos) capaces de producir, es decir, jamás.

En Cuba, todos los festivales y eventos “de alarde” diseñados por el régimen (de gastronomía, de medicina, de arquitectura y hasta de música) pudieran servir como verdaderos inventarios de lo que nos han arrebatado o nos han prohibido, y hasta como un indicador de cuán gigantesco ha sido los avances de nuestra miseria, de la mentira y hasta de la mediocridad, en tanto en cada uno encontraremos, ya sea físicamente o en palabras, un pedazo del país que dejó de pertenecernos. 

Así, en el Festival del Habano veremos el tabaco que alguna vez nos identificó como cultura y nación pero que ya nadie puede fumar, ni siquiera quienes lo cultivan; e imagino que en este Varadero Gourmet podamos “oler” (porque no degustar) ese criollo pan con lechón que de haber sido un bocado popular, casi comida de pobres antes de 1959, ha pasado a ser comida exclusiva para ricos y extranjeros, quedando para la gente de a pie esa escasa retahíla de gandofias y sambumbias por las cuales hasta nos damos golpes en las colas.

Esa “elevación” de los platos populares a elaboración “exclusiva” (incluidos hasta la harina de maíz con boniato, que hoy también son lujos, a juzgar por los precios de ambos) quizás sea el único “mérito” de la dictadura, un logro que nos reafirma en nuestra condición de país que no solo se va quedando despoblado de gente sino de tradiciones y elementos culturales, con lo cual el “mérito” solo puede ser interpretado como crimen.

Es una rotunda falacia justificar la realización de un evento gastronómico con la idea de que servirá para atraer turismo cuando en verdad se sabe que son las tradiciones realmente vivas el gancho más efectivo de cualquier destino turístico, más allá de pobrezas y demás elementos sociales y políticos y, si no, pensemos en ejemplos como las gastronomías mexicana, peruana, española, china, o incluso en similares y más cercanas como las de República Dominicana y Puerto Rico donde los visitantes extranjeros comen lo mismo que ven comer a los habitantes ricos y pobres de esos lugares, siendo la “comida de pobres” la que más seduce en cualquier realidad fuera de Cuba.

Nuestras tradiciones fueron asesinadas, literalmente, a fuerza de mediocridades y empecinamientos políticos, y quizás seamos el único país donde el extranjero ni siquiera se atreva a probar, ni por aventura culinaria, la basura que literalmente come el cubano “de a pie” porque hoy debemos decir con gran tristeza que el cubano por lo general apenas come una vez al día, y que a veces ni sabe lo que se está llevando a la boca o si está en buen estado. 

Los olores nauseabundos, más el aspecto horrible de nuestras elaboraciones callejeras (y hasta de los más “lujosos” restaurantes), unidos a la falta de un simple vaso de agua fría (porque hasta ahí hemos llegado en nuestra escasez) son suficientes para espantar a cualquier visitante. Es que si han logrado espantar a cientos de miles de cubanos en las sucesivas oleadas migratorias, qué decir de quienes tienen por ser extranjeros la posibilidad bendita de llegar, mirar, espantarse de lo visto y alejarse a toda velocidad lo antes posible.

Pueden hacer miles de festivales gastronómicos que no les servirán de nada. Aunque sí solo para generar una noticia “buena” más sobre una realidad tan mala que ya ni siquiera con propaganda y celebraciones es posible disimular, y además servirá —y es lo más importante, quizás hasta el objetivo “secreto” de tantos bribones— para que durante el evento organizadores, patrocinadores y participantes se lleven a sus casas lo que sobra en las mesas, y quizás hasta lo que astutamente no se registró en los inventarios, y eso, si no es bueno para el mercado turístico, al menos lo será para el mercado informal.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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