LAS TUNAS, Cuba. — Cuba está triste. Sin razones de alegría, estando ya a pocos días de las festividades por Navidad y Año Nuevo. Falta todo: agua, comida, cobija, un sendero sin huecos, luz, y más que la luz eléctrica, nos falta la luz de la libertad. Llega el 10 de diciembre sin motivos para los cubanos celebrar el Día de los Derechos Humanos. ¿Qué derechos con las libertades civiles que entrañan derechos sociales y económicos en manos de comisarios políticos y de generales mientras un vendedor ambulante grita: “el pan a 100 pesos”?
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada por asambleístas franceses el 26 de agosto de 1789, y la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, firmada por los fundadores de la nación estadounidense el 4 de julio de 1776, sustentan la letra y el espíritu de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que fuera aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, cumpliéndose este domingo 75 años de la rúbrica de tan importante herramienta jurídica para todos los seres humanos, por lo que años más tarde, en 1968, fue escogida esa fecha, el 10 de diciembre de cada año, para las naciones libres del mundo celebrar el Día de los Derechos Humanos. Pero Cuba no es una nación libre.
Este año, el lema para la celebración del Día de los Derechos Humanos es casi igual al del pasado año: “Dignidad, libertad y justicia para todas las personas”, y como mismo pregunté el pasado año en el artículo publicado en este sitio, Cuba, en el Día de los Derechos Humanos, hoy pregunto: “¿Qué dignidad, libertad y justicia tienen los miles de cubanos que huyen de Cuba, un país inhóspito, gobernado por un partido único monopolista, el de los comunistas, que, abandonando la agricultura, la ganadería y la industria fabril, transformó la nación cubana en un archipiélago de hoteles para el turismo internacional, rodeado, por un cinturón de ejércitos, jueces y tribunales, inicuos, y carceleros perversos?”
Sí. Así de perverso es. Los cubanos carecemos de la dignidad que otorga la libertad y de la justicia que proviene de la dignidad. La población toda carece de esos derechos, y mucho más sufren esa carencia humana y jurídica los cientos de cubanos (mujeres; hombres, adolescentes algunos; adultos mayores, sí, viejos y enfermos) que hoy están en las cárceles del régimen totalitario condenados, precisamente, por ejercitar sus derechos humanos. Entre esos derechos que se les niega está el derecho a protestar, a denunciar las violaciones flagrantes de sus facultades ciudadanas, que son derechos humanos, que son sus derechos cívicos, sus inalienables libertades civiles, criminalizadas por una dictadura que, en nombre del pueblo, tomó el poder el ya lejano 1959. Los castristas han devenido en una nueva clase farisaica (sí, hipócrita) que, invocando el comunismo, el socialismo, la revolución, la justicia social, a Marx, Lenin, Martí y hasta a Jesucristo, la Virgen María y a Dios, medran de los desposeídos, viven de esos faltos no sólo de pan, sino también de ideas propias y de los ancestrales instintos de libertad que aún vemos en los animales.
El año pasado, en el artículo publicado en ocasión al Día de los Derechos Humanos, hice la interrogante que ahora por estado de necesidad reitero: “¿Qué dignidad, libertad y justicia tienen los millones de cubanos que sufren necesidades alimentarias, de salud, vivienda, transporte, agua potable, las más disímiles carencias, que a unos hace huir de Cuba y a otros infrahumana la existencia, mientras los comunistas en el poder, simulando “fraternidad”, gozan todo tipo de prebendas a costa del erario público?”
Viendo al primer secretario del PCC y presidente designado de la “República”, señor Miguel Díaz-Canel, recorrer el mundo en muy frecuentes giras, haciéndose acompañar de familiares cercanos, lo que recuerda hechos de nepotismo y cohecho, mientras Cuba y los cubanos sufren necesidades que son primarias en cualquier grupo humano, ya sea civilizado o aborigen, hay que decir que los cubanos vivimos en un estado de oprobio que quizás no vivieron nuestros mayores ni durante las épocas de crueldades de los más criminales o corruptos capitanes generales durante el colonialismo español.
Los abusos, las torceduras no sólo del derecho, sino de la condición humana en sí misma, que es la buena fe y no la premeditada acción de daño, ocurrida con demasiada frecuencia ya entre personas y entre las instituciones del Estado, nos llevan a decir que en Cuba no tenemos derechos humanos, sino abuso del derecho, y por esos abusos entiéndase esas conductas que nos concuerdan que la “Constitución de la República” y todas las leyes de la dictadura son comportamientos inhumanos, compréndase, ajustado todo ese quehacer de comisarios políticos, burócratas y toda una suerte de energúmenos reconocibles por su jerga, esto es, un léxico de discursos, de frases hechas copiadas de los jefes en adulonería nacional, las que hace de las normas del régimen totalitario contrarias a los principios de buena fe, las buenas costumbres que un día tuvieron nuestros padres, la moral que incluso existió en los prostíbulos, y los fines sociales y económicos del derecho si estamos hablando del quehacer humano y no de una banda de forajidos adueñándose de un país.
Enhorabuena hoy para quienes poseen derechos humanos que celebrar porque son la suma de todos los derechos. Triste, Cuba.
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