La Habana/La Habana se ha convertido en una ciudad de puertas adentro. La vida nocturna ocurre en el interior de las casas familiares, de los negocios privados o de las salas de concierto, mientras las calles se quedan vacías cuando cae el sol. Por estos días el contraste ha sido aún más marcado. Si en las aceras de la calle 23 en El Vedado apenas se veía gente este sábado, la música bullía y el sudor corría en los clubes y teatros con el Festival Internacional Jazz Plaza.
No todos los años un festival cumple sus cuatro décadas de existencia. La mayoría de esos eventos arrancan con ímpetu y van languideciendo hasta extinguirse o apenas sobreviven a unas pocas ediciones. Si el tiempo y la burocracia ahogaron al Festival Internacional de la Canción de Varadero y le han restado fuelle al Festival de Cine de La Habana, la cita con el jazz parece sobrevivir aunque es difícil pronosticar hasta cuándo.
Este domingo, el Jazz Plaza concluyó su edición número 40. La sacudida musical que trajo consigo el evento no solo sacó de la somnolencia cultural a La Habana sino que se extendió a otras ciudades como Santiago de Cuba y Santa Clara. En total, la cita incluyó cerca de 300 espectáculos y tuvo invitados de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Países Bajos, Francia, Italia, España, Alemania, Curazao, Argentina, Corea del Sur, Nigeria, entre otros.
La noche de este domingo, el Festival parecía no querer acabarse en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional en La Habana con el homenaje a la Sonora Matancera. Frente a sus butacas y en los pasillos del local, los espectadores movieron las caderas al ritmo del salsero colombiano Yuri Buenaventura, quien interpretó varios temas de la legendaria agrupación junto con los cubanos Issac Delgado, Haila María Mompié y Maikel Dinza.
Sin embargo, a pesar de la emoción y las excelentes interpretaciones que el público disfrutó durante una semana, el Jazz Plaza fue este año, otra vez, el festival de los ausentes. En su jornada inaugural, un espectáculo en el Teatro Karl Marx rindió homenaje al grupo Irakere, pilar indiscutible del jazz cubano y que tiene en el exilio a varias de sus figuras más importantes.
A la cita en el mayor teatro de Cuba, llegaron Bobby Carcassés, Enrique Plá, Orlando Valle Maraca y otros integrantes del legendario conjunto, pero faltaron músicos de la talla del pianista y compositor Chucho Valdés, fundador de Irakere y alma del propio Jazz Plaza; el trompetista Arturo Sandoval y el saxofonista Paquito D’Rivera. Los tres, exiliados en Estados Unidos, están viviendo por estos días jornadas de aplausos y reconocimientos.
Sandoval recibió en diciembre pasado la prestigiosa medalla del Centro Kennedy, D’Rivera está presentando el documental sobre su vida A Night in the Life y Valdés acaba de lanzar la nueva producción Cuba & Beyond. A esos nombres más conocidos se le suman innumerables músicos jóvenes que han emigrado en los últimos años y apenas regresan al país para algún esporádico concierto. El jazz cubano está más vivo fuera de la Isla que dentro, aunque una semana de festival haga creer lo contrario.