AREQUIPA, Perú. – En la época colonial, los juegos y la ruleta eran una práctica extendida y “preocupante” en Cuba, según refirieron diversas figuras prominentes de la época.
José Antonio Saco, en 1832, describía cómo la actividad había permeado todos los rincones de la Isla, desde la Punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio. Mientras, el gobernador Miguel Tacón informaba que más de 12.000 personas participaban en casas de juego en La Habana, incluyendo blancos y negros, libres y esclavos.
Por su parte, Raimundo Cabrera, medio siglo después, lamentaba la presencia de juegos ilícitos en calles y plazas.
Se estima que la primera ruleta que operó en la Isla fue instalada en el café El León de Oro, ubicado en la Plaza de San Francisco. Este espacio, la segunda plaza más antigua de la capital, inicialmente sirvió como mercado público antes de ser trasladado a la Plaza Vieja por solicitud de los frailes franciscanos.
Fue justamente en esta plazoleta donde emergió uno de los principales escenarios del juego habanero y colonial. La celebración de la feria franciscana, que comenzaba el 3 de octubre, proporcionaba días de esparcimiento con juegos de azar tanto para ricos como para pobres.
En el área se instalaban mesas para diversas actividades, mientras que el café El León de Oro y edificios cercanos albergaban bancas donde astutos talladores se beneficiaban de la presencia de la clase distinguida y culta.
La práctica del juego en garitos fungía como una balanza entre las clases de aquel período. Cruzando apuestas sin importar condición racial o estatus. Por lo general eran los ricos y acaudalados los que se deprimían ante la victoria de los más pobres.
Los naipes, especialmente en la modalidad “monte”, eran muy populares en garitos y lugares de ocio en La Habana. Aunque tenía origen español, la inteligencia y astucia de los cubanos enriquecieron ese juego de cartas con complicadas combinaciones.
En algunos lugares, como clubes y casinos, eran comunes el bacará y el póker, al tiempo que la ruleta se usaba en ferias y festivales. Juegos como las siete y media eran habituales en tabernas y billares, mientras que las rifas y los acertijos de la charada china eran sonados entre trabajadores y domésticos.
España capitalizó entonces la pasión de los criollos por el juego y la apuesta al establecer la Real Lotería de la Siempre Fiel Isla de Cuba en 1812. La iniciativa evolucionó en una sólida fuente de ingresos para el gobierno colonial, que recaudó más de 150 millones de pesos en menos de 100 años.