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Robeisy Ramírez y el eterno retorno

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Robeisy Ramírez y el eterno retorno
Robeisy Ramírez y el eterno retorno

LA HABANA, Cuba.- Escribir de la derrota tiende a ser enervante. La pluma saca fuerzas de la angustia, el cielo se hace gris y la luz baja. Silencio, por favor. Cayó un guerrero.

El sábado, en Florida, Cuba vio perder su corona a Robeisy Ramírez. El boxeador cienfueguero fue inferior a un mexicano alto como un pino al cual hirió, pero nunca remató. Lo tuvo a su merced, y sospecho que lo dio por muerto antes de tiempo.

En efecto, no es descabellado entender que al cubano lo derrotó su autoconfianza. El propio gladiador azteca había advertido que se sentía menospreciado por el equipo técnico del “Tren”, y la rabia embridada durante semanas la desató en un round final donde tiró todos los golpes de este mundo.

El combate, por ende, derivó en baño de humildad, y ahora toca recomenzar (casi) desde cero. One-two, one-two, one-two. Otra vez a la suiza, el shadow boxing, los sparrings, el sacrificio permanente en aras de la gloria. Jab, recto, down, volado, corte en la ceja, moretón en el pómulo, uppercut… En fin, el mar del cuadrilátero.

A mí siempre me gustó ver boxear a Robeisy. Me atraía porque era fajarín, gallito bravo de la vieja escuela en que los púgiles preferían dar a despecho de eludir. Tenía más pasión por la candela que un bombero, y escalaba el tinglado, diría Sabina, con inquietud de párroco en burdel.

Así pudo, con 17 años, ganar el oro en Londres 2012 a costa de un mongol que (como todos los mongoles) salía a matar o ser matado. De esa época lo recuerdo tan delgado que la cabecera le quedaba irrisoriamente grande.

Cuatro años después, en Río, batió en el duelo decisivo a ese Shakur Stevenson que lleva más de un lustro invicto entre la élite: la pelea fue intensa, cerrada, y el cubano se llevó el veredicto con un tercer asalto en que puso la vida y poco más.

Todavía no había cumplido 23, ya era bititular olímpico y la prensa se dio a la tarea de vaticinar que sería el primer púgil tetracampeón bajo los cinco aros. Pero Robeisy torció el rumbo (es decir, lo enderezó) en el afán de sacarle dinero al duro oficio de ponerle la cara a las trompadas.

Después de eso debutó profesionalmente con un fracaso inesperado, eslabonó una cadena de victorias, conquistó el cinturón pluma de la OMB, lo defendió con éxito en Japón, y hace 48 horas abdicó el trono cuando todo indicaba que iba a retenerlo.

Toca, pues, aceptar el eterno retorno y volver a la marcha. Ir a cada combate como si no hubiera mañana. Creer en uno mismo sin desdeñar las fuerzas que hay enfrente. Echar el resto. Desmentir a Gay Talese y su convencimiento de que “el deporte trata de gente que pierde, vuelve a perder y pierde una vez más”.

No señor. No Robeisy Ramírez.

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