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Rafael Hernández: Un puertorriqueño con oído cubano

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Rafael Hernández: Un puertorriqueño con oído cubano
Rafael Hernández: Un puertorriqueño con oído cubano

AREQUIPA, Perú – El destacado compositor Rafael Hernández constituye un fenómeno singular en la música cubana. Aunque nació en Aguadilla, Puerto Rico, su legado ha trascendido fronteras y se ha arraigado profundamente en la identidad sonora de Cuba, a tal punto que muchos confunden su nacionalidad.

La conexión de Hernández con la música de la Isla se basa en la huella inconfundible de cubanía que dejó en muchas de sus composiciones. Entre las numerosas piezas que llevan su firma, destacan joyas como Cachita, El cumbanchero, Campanitas de cristal y Capullito de alelí, estrenada en 1925 en conmemoración del Día de la Canción Cubana.

La primera gran interpretación en Cuba de una obra de Hernández fue Buche y pluma no’ma, realizada por el Trío Matamoros.

Durante su estancia en La Habana, que algunos autores sitúan entre 1919 y 1922, mientras otros la ubican entre 1920 y 1925, Hernández trabajó como trombonista en la orquesta del teatro Fausto, situado en Prado y Trocadero. Este período en la capital cubana contribuyó a su desarrollo musical y a la formación de un repertorio que resonaría en todo el mundo.

“El hecho es que Rafael Hernández utilizó los géneros musicales más importantes de Cuba para crear algunas de sus obras de mayor trascendencia”, señalaron Olavo Alén y Ana Victoria Casanova en el libro La marcha de los jíbaros; 1898-1997: cien años de música puertorriqueña por el mundo.

“Es posible que las versiones que hicieron los músicos cubanos de algunas de sus obras influenciaran al autor de tal forma que su estilo creativo se fue acercando cada vez más a las sonoridades más auténticas de la música cubana”, agregaron.

A pesar de sus múltiples viajes, Hernández regresó a Cuba en 1939 comisionado por el sello discográfico Víctor y realizó grabaciones con varias orquestas y agrupaciones locales.

Ese mismo año, en un curioso giro de eventos, dos de sus composiciones, Cachita y Buche y pluma no’ma, fueron incluidas en La música popular cubana, una antología compilada por Emilio Grenet para la Feria Mundial de Nueva York. Aunque no fueron escritas por cubanos, estas piezas fueron consideradas representativas y ejemplares de la calidad musical que caracteriza a la Isla.

Rafael Hernández, con su genial oído y capacidad para capturar la esencia de la cubanía en sus temas, se convirtió en un puente sonoro entre Puerto Rico y Cuba. Tras su muerte en 1965, su legado perdura como testamento de la expresión creativa y la pasión compartida dentro del arte.

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