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Racionar hasta lo que no existe: otro logro de la Revolución

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Racionar hasta lo que no existe: otro logro de la Revolución
Racionar hasta lo que no existe: otro logro de la Revolución

LA HABANA, Cuba.- Las comparecencias en televisión de la ministra del Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, son esperadas por los cubanos con una mezcla de ansiedad y pesimismo, como suele ocurrir cuando se sabe que vienen malas noticias. En fecha reciente la funcionaria anunció que para septiembre tampoco se distribuirá café ni aceite mediante la libreta de racionamiento, al tiempo que aseguraba que el martes 3 de septiembre se concluiría “en lo fundamental”, la distribución de la canasta familiar normada de agosto.

Habría que ver qué entiende la ministra por “fundamental” cuando una cartilla que sobrepasaba la veintena de productos en la década de 1980 cuenta hoy con menos de diez, que aparecen cuando las circunstancias lo permiten y, por lo general, con muy mala calidad.

Desaparecidos el pollo y los huevos, lo fundamental vendría siendo el arroz que, en el mejor de los casos, llega a las bodegas con retraso y en varias entregas, sea porque no hay suficiente disponibilidad del producto, porque escasea el combustible para transportarlo o por “dificultades financieras” que no permiten pagar las 52 mil toneladas almacenadas en tres barcos que aguardan en puertos cubanos. La propia ministra reconoció que la situación es crítica con el cereal, al punto de que solo en doce provincias se pudo completar la venta de las siete libras correspondientes al mes de agosto.

No hay dinero para comprar arroz, pero nuevos hoteles que permanecerán vacíos y cuyo mantenimiento es caro, abrirán antes que finalice el año. El pueblo tendrá que esperar, aunque el hambre no entiende razones. No queda otra opción para la amplísima franja de cubanos que no pueden permitirse pagar cada libra de arroz a 200 pesos, mínimo; mucho menos comprar aceite o café en las mipymes o en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC).

Se ha encarecido tanto no ya la comida, sino solamente el desayuno, que con total certeza y honestidad puede decirse que los cubanos que no tienen una fuente extra de ingresos siguen en pie por puro milagro. 

Son incontables y nada saludables los expedientes a que acude la gente, según su poder adquisitivo, para sobrevivir. Personas trabajadoras viven a base de salchichas, ellas y sus hijos, porque el pollo, además de caro, ha desaparecido de las mipymes tras el tope de precios y la persecución desatada por el gobierno desde el pasado mes de julio.

Al racionamiento impuesto por el régimen se suma el que deben imponer los padres dentro de casa procurando que alcance para la semana lo poco que pueden conseguir. El inicio del curso escolar ha traído de vuelta los rigores de la merienda, que representa un gasto diario considerable. No hay harina para hacer croquetas, no hay huevos ni siquiera en el sector privado y los agros exhiben una podredumbre de viandas y hortalizas a precios abusivos.

Quienes no tienen acceso a divisas o ganancias muy elevadas en moneda nacional son cada vez más dependientes de lo poco que llega a las bodegas, cuya desolación parece anunciar el final definitivo de la libreta de racionamiento, que no ha sido eliminada aún porque ello supondría condenar a la inanición y la mendicidad permanente a millones de personas.

La capacidad de invención de los cubanos se agota mientras el gobierno admite que tiene que importar azúcar y recurrir a donaciones para completar la distribución equitativa de la miseria. Es inevitable que la indigencia crezca por día y que los dirigentes sean tenidos por farsantes.

En los últimos tres años han abandonado la Isla alrededor de dos millones de cubanos y la comida sigue sin alcanzar. Es una dinámica inexplicable. Cada mes se reparte menos, la gente se sigue yendo por cualquier vía y el gobierno, sin ningún pudor, conmina a resistir las consecuencias de haber hecho todo mal desde 1959, y peor desde la Tarea Ordenamiento aplicada en enero de 2021.

En las provincias la situación es todavía más terrible y en los pueblos alejados de las cabeceras provinciales la hambruna tiene que estar cobrando víctimas mortales. No es posible que se le siga exigiendo resistencia a un pueblo en estas condiciones, ni que el primer ministro augure un panorama “más favorable” (que no significa bueno) de aquí a cinco años, como si fueran un plumazo. Para Cuba es demasiado tiempo. El régimen está contando con un plazo imposible, tal como sigue racionando una alimentación que no existe.

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