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¿Qué dice el acta de defunción de Ochoa y cómo fue el entierro de Abrantes?

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¿Qué dice el acta de defunción de Ochoa y cómo fue el entierro de Abrantes?
¿Qué dice el acta de defunción de Ochoa y cómo fue el entierro de Abrantes?

SAN LUIS POTOSÍ, México.- El escritor cubano, residente en Estados Unidos, Enrique del Risco, ofreció anécdotas de su experiencia como trabajador del cementerio de Colón, en La Habana, en los albores de 1990.

En entrevista concedida al cineasta Ian Padrón para su programa Derecho a Réplica, narró episodios sobre el entierro del general de División y exministro del Interior, José Abrantes, quien falleció de un ataque al corazón en enero de 1991, mientras se encontraba cumpliendo una condena de 20 años por “negligencia” y “mal uso de fondos gubernamentales”.

Además, habiendo tenido acceso a los libros de registro de las personas enterradas en la necrópolis, pudo revisar el acta de defunción del general Arnaldo Ochoa, fusilado por el régimen de Fidel Castro, en un caso que conmocionó a toda Cuba.

Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padrón Trujillo y el capitán Jorge Martínez Valdés, acusados por el régimen cubano de narcotráfico internacional, fueron fusilados tras juicios sumarios que fueron televisados en el año 1989.

Los acusados en la Causa No.1 fueron incriminados por un delito contra la paz y el derecho internacional, tipificado como “actos hostiles contra un Estado extranjero”, codificado dentro de los delitos contra la seguridad del Estado.

Otros seis hombres del círculo de Ochoa, entre los que se encontraban Patricio de la Guardia o Diocles Torralba fueron condenados a penas de prisión.

Luego, en la Causa No. 2, el exministro del Interior José Abrantes, quien fuera jefe de la escolta de Fidel Castro por 30 años, fue acusado de corrupción y tolerancia en el caso Ochoa.

El proceso resultó en el arresto y condena del entonces ministro del Interior, José Abrantes, y sus más cercanos colaboradores. Casi una docena de altos oficiales, todos generales y coroneles fueron sentenciados a largos años de cárcel.

El acta de defunción de Ochoa

Desde 1990 hasta el 1995, año en que salió de Cuba, Del Risco trabajó en un museo, el cementerio de La Habana y una escuela.

En su estancia en el cementerio, el historiador tuvo en sus manos el acta de defunción del general, protagonista del primero de los juicios y condenado a muerte, Arnaldo Ochoa Sánchez.

La lápida y la boleta de enterramiento del general se econtraban en uno de los llamados “Panteones de Administración”.

La copia del acta de defunción, que se quedaba en el cementerio, exhibía una causa muy distinta de la real que había provocado la muerte de Ochoa.

“En esa boleta de defunción ponía como causa de muerte anemia aguda, lo cual era, bueno, una cosa  macabra. Todos sabíamos lo que había pasado, lo habían fusilado, pero en vez de incluso decir hemorragia interna –que es una manera técnica de decir que le cayeron a tiros y murió a partir de la hemorragia– pusieron anemia aguda”, contó.

El escritor ignora cómo llegaron a esa definición y afirma: “Para mí todo eso está en la misma sintonía que picadillo texturizado, periodo especial, mercenario. Si algo destaca a un sistema así es en la producción de nombres, son unos bárbaros creando nombres para todo, para que la realidad a uno le sepa a otra cosa, y para ir moldeando la realidad”.

En referencia al proceso donde fue juzgado Ochoa, transmitido por la televisión, argumentó que ese hecho generó empatía de los cubanos hacia el general.

“La transmisión de los juicios de Ochoa creó una empatía hacia Ochoa y hacia esas personas y creo que tuvo un efecto inverso al que ellos pensaban, que era como ejemplarizante”, contó.

“Yo creo que sí fue ejemplarizante, a lo mejor de otra manera, es decir, ejemplarizante para los militares (…) Cuando está el texto del juicio de Ochoa, ‘nosotros no aceptamos la corrupción, estamos en contra del narcotráfico’, está el subtexto, el subtexto real, lo que está diciendo la gente, que aquí todo se va a quedar como está y sobre todo que no creemos en nadie”, explicó.

El entierro de José Abrantes

El general Abrantes fue otro de los juzgados en el juicio ejemplarizante que paralizó a Cuba.

 “A mí me impresionó la cantidad de personas, me impresionó la cantidad de carros, porque estamos hablando del año 91”, expresó en la conversación, a partir de su experiencia de haber presenciado la caravana del entierro.

En una época en que “los carros estaban desapareciendo”, en los albores del llamado Período Especial, Del Risco presenció una fila de “20, 30, 40 carros”.

“Me llamó todavía más la atención el contraste de que cuando se bajaron de los carros eran 20 o 30 personas. Que para un tipo defenestrado era mucha gente”, opinó.

De acuerdo con su apreciación, la cantidad de personas que acudieron al entierro, aunque muchas para haber sido un general defenestrado y encarcelado, no fueron tantas y ello “hablaba del miedo”.

“Las personas fueron, pero no fueron con su familia”, dijo, agregando que lo hacían para no arriesgar a sus allegados.

En 1991, Abrantes sufrió un fulminante infarto en la prisión de Guanajay, según informó el régimen.

Así, decenas de personas pudieron despedirse del general. “En ese caso, la tumba si tenía un nombre, porque bueno, Abrantes no fue fusilado, murió en extrañas circunstancias en la cárcel, pero no fue fusilado”, dijo Del Risco.

Para el historiador Del Risco, la muerte de Abrantes tomó a muchos por sorpresa “porque era una persona con una preparación y estado físico mejor que yo ahora y se veía súper bien”.

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