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Posadas en Cuba: ¿cómo eran y cuándo surgieron?

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Posadas en Cuba: ¿cómo eran y cuándo surgieron?
Posadas en Cuba: ¿cómo eran y cuándo surgieron?

AREQUIPA, Perú.- Villa Mantilla, Villa Cándida, La Granja, La Kampiña, Cancán, Almendra… eran reconocidas posadas en la Cuba del pasado siglo; concepto que iba más allá de ser simplemente un lugar que ofrecía alojamiento y comida. Las posadas era un espacio peculiar donde las parejas encontraban una alternativa para momentos de intimidad, limitados a tres horas por un precio previamente establecido. 

Según relatos, el pionero de este tipo de servicios en Cuba fue Carabanchel, situado en la esquina de las calles San Miguel y Consulado, en La Habana, a finales del siglo XIX. Este edificio de tres pisos contaba con 22 habitaciones y apartamentos, cada uno con su entrada independiente desde la calle. 

El Carabanchel introdujo un peculiar ritual; después de tres horas, el posadero indicaba discretamente el fin del tiempo mediante golpes en la puerta, y si la pareja decidía extender su estancia, debía abonar la diferencia al final del día.

Aunque había posadas para diferentes presupuestos, desde la popular de 11 esquina a 24, en El Vedado, preferida por estudiantes, hasta lugares más exclusivos, todas compartían otro procedimiento común: era el hombre quien, por regla general, se encargaba de los trámites en la carpeta mientras la mujer aguardaba al fondo del salón.

Con el auge del negocio algunas posadas proporcionaban servicios adicionales como cantina y comidas ligeras, y otras incluso ofrecían la opción de servicio en las habitaciones. 

Asimismo, estos establecimientos tomaron nombres de la calle donde estaban ubicadas, como la esquina de Pajarito y Carlos III, que se ganó la reputación de ser el barrio de tolerancia de La Victoria. Ciertas posadas, como las situadas en la carretera Monumental, sugerían la ilusión de una excursión campestre, ampliando así la experiencia para aquellos que buscaban algo más que una simple estadía. 

Sin embargo, era necesario tener precaución al frecuentar estos sitios, ya que varios tenían en sus habitaciones lo que se conocía como “audio y video”. La expresión no es referencia a la presencia de televisores y equipos de música, sino a agujeros que permitían mirar o escuchar desde la habitación contigua, a menudo a través de los enchufes eléctricos.

En 1958, el Directorio Telefónico de La Habana mencionaba 40 posadas bajo la categoría correspondiente. Es probable que hubiera más, algunas catalogadas como hoteles o sencillamente sin servicio telefónico. 

Después de 1959 y el triunfo de la revolución castrista devenida dictadura, estas posadas se llamaron albergues bajo la gestión del Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT). Para 1971, se registraron 60 albergues, pero su número disminuyó a lo largo de los años, siendo 27 en 1999. La ofensiva de Castro en 1968 eliminó muchos negocios privados y pequeñas empresas.

Durante ese período, las posadas se deterioraron sin recibir el necesario mantenimiento. Las edificaciones sufrieron daños, y los recursos disponibles se agotaron, afectando las redes hidrosanitarias. Muchos de esos inmuebles fueron convertidos en viviendas para damnificados por desastres naturales. 

A medida que disminuía el número de posadas, las filas para acceder a las que permanecían abiertas se volvían interminables. Las parejas incluso llevaban consigo sábanas y botellas de agua, ya que era probable que el establecimiento no proporcionara estos elementos, asegurando así su entrada.

Actualmente, el calificativo de posadas ha desaparecido, así como las viejas tradiciones alrededor de estos establecimientos. Sin embargo, la practica continúa de la mano del sector privado en la Isla, rentando habitaciones por hora a cubanos y turistas con intenciones más o menos similares. 

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