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Piedra, camboleros y chivados en La Habana: ¿tolerancia cero a las drogas?

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Piedra, camboleros y chivados en La Habana: ¿tolerancia cero a las drogas?
Piedra, camboleros y chivados en La Habana: ¿tolerancia cero a las drogas?

LA HABANA, Cuba. – En Cuba, y posiblemente en otros países de la región, un “cambolo” es una piedra, específicamente una piedra grande. Este término es muy frecuente entre los más pequeños. “Tirar un cambolo” o “rajar la cabeza con un cambolo” son expresiones que aluden a incidentes o peleas en las que una persona lanza una piedra grande contra su oponent o contra algo. 

En cualquier caso, cambolo se usa como sinónimo informal de “piedra”.

El crack de cocaína es una droga altamente adictiva y potente, que se obtiene de la cocaína en polvo a través de un simple proceso de conversión. Por lo general, se presenta en forma de pequeñas piedras, lo que le ha valido el apodo de “piedra” en el argot callejero.

Un cambolero ―derivado de cambolo (piedra)―, también en el argot callejero y de las drogas en Cuba, es un vendedor y/o consumidor de crack de cocaína (piedra).

Estos camboleros o vendedores de “piedra” suelen deambular por las calles o permanecer en puntos específicos de la ciudad. Llevan las piedras consigo y pueden identificar, solo con mirarlo, cuándo alguien está en busca de su producto. Generalmente, saben quién es cambolero consumidor así como los consumidores conocen a los camboleros vendedores. Si su instinto o experticia les genera alguna duda al ver a un desconocido, suelen hacerle alguna seña y preguntarle qué está buscando.

Se les encuentra principalmente en los municipios de Centro Habana y Habana Vieja, que históricamente han sido reconocidos como entornos marginales y principales centros de consumo de drogas. Uno de los barrios donde más se vende esta droga, y al que llegó CubaNet, es Los Sitios, en Centro Habana. En este lugar, el negocio no se detiene ni de día ni de noche. 

“Toda la madrugada se la pasan ahí. No se van de la esquina. Se paran ahí y, como en las guardias, se van rotando por turnos”, dice Julia*, una vecina de la zona que se refiera a los vendedores de piedra que se ubican cada día en la esquina de Rayo y Maloja. “También se paran más arriba en Estrella y Maloja, en Ángeles y en Águila”.

Lazarito*, un joven de Los Sitios, dice que mientras “el químico”, otra droga muy popular entre los jóvenes, acapara toda la atención, el negocio de la piedra se expande abrumadoramente también a los ojos de todo el mundo, incluidas las autoridades. “Hay mucha gente chivá con la piedra, gente cambolera fula, que lo han vendido todo por un gramo de piedra”, cuenta.

“Chivarse” o “estar chivado” con una droga es estar enganchado, enfermo, haber creado una gran adicción y dependencia. Los camboleros chivados con la piedra, como los adictos a cualquier otro estimulante, suelen llegar al punto de vender o empeñar hasta sus propiedades, incluso las de otras personas.

Israel*, por ejemplo, vio con mucho dolor y frustración cómo su exnovia empezó un día vendiendo prendas que él mismo le compraba, hasta que por último “desapareció” algunos equipos de la casa. Admite que se dio cuenta tarde. Aunque en el barrio se le acercaban algunos conocidos para decirle que su novia fumaba piedra a escondidas suya no quiso creerles. 

“Un día empezó vendiendo unos tenis que yo le regalé; me metió un cuento y con el tiempo empezaron a faltarme cosas mías, ropas mías, cosas de la casa, hasta que descubrí que me estaba robando y vendiendo todo para comprar piedra. Es muy triste”, narra este joven habanero que tuvo que poner fin a su relación.

La piedra es fácilmente accesible y asequible, aunque no tanto como “el químico”, que se puede consumir por 150 o 200 pesos cubanos. Cuesta poco producirla. Se produce disolviendo la cocaína en polvo en una mezcla de agua y amoníaco o bicarbonato de sodio. Se hierve la mezcla hasta que se forma una sustancia sólida. Se separa el sólido del líquido, se seca, y se parte en trozos (piedras) que se venden como crack de cocaína. Estas piedras son blancas o blanquecinas y varían en forma y tamaño. Casi siempre se fuman. Al fumarse, grandes cantidades de la droga pasan a los pulmones y producen una euforia intensa e inmediata.

La cocaína, en cualquiera de sus formas, es una droga marcadamente adictiva, y esa adicción parece desarrollarse con más rapidez cuando se fuma la droga, como sucede con la piedra, que cuando se aspira, como es generalmente el caso de la cocaína en polvo.

Además de los riesgos habituales asociados al uso de la cocaína (constricción de los vasos sanguíneos, elevación de la temperatura, del ritmo cardíaco, y de la presión arterial; y el riesgo de paro cardíaco y convulsiones), consumidores de piedra o crack experimentan problemas respiratorios, como tos, falta de aire, y trauma y sangrado pulmonares. También puede causar conducta agresiva y paranoide.

Marlon* es un joven santiaguero que encontró en la piedra la manera de establecerse en La Habana, pagar su renta y solventar sus gastos de alimentación y los de su familia en Oriente. “Se hace bastante plata, tú no tienes idea”, dice. 

Cuando se dedicaba a la producción y venta de “piedra”, su inversión ascendía a 15.000 pesos cubanos. Eso le costaba un gramo de cocaína, el cual cocinaba con bicarbonato de sodio y agua para extraer las piedras. Dependiendo de su tamaño, cada piedra las vendía entre 2.000 y 2.500 pesos cubanos, mientras que las más pequeñas en 1.500 o 1.000 pesos. “Y de la churrupia [desperdicio, sobras] que quedaba, la volvía a cocinar y obtenía unas tres piedras más”, explica.

Eso se le “iba como agua”, relata. “Si hacías seis piedras, por ejemplo, el mismo cliente que compraba una era el que te compraba las otras cinco después. Cada media hora venía buscando otra”.

“La Policía reconoce a un cambolero chivado a la legua y los usa”, explica. “Saben que están bien chivados con la piedra y no les hacen nada. A ellos los usan para llegar a los vendedores, pero no a los vendedores de gramos, a los grandes de verdad, los que venden kilos y más”.

Al saber cómo funciona el cerebro de un adicto, le ofrecen una dosis o un gramo de droga a cambio de delaciones.

“Y cuando uno está chivado de verdad no piensa que si delatas al que te vende no te va a poder vender más. Uno lo que piensa es en el gramo que te están prometiendo de gratis”, continúa Marlon*, quien reconoce haber estado enganchado con la piedra durante un periodo corto.

En abril de este año, las autoridades cubanas reconocieron que el consumo de drogas ilegales ha aumentado en la Isla. A pesar de que durante décadas el Gobierno cubano ha promocionado una política de “tolerancia cero” con el tráfico ilícito y el uso de drogas, muchas personas consideran que no hace lo suficiente y que hasta está implicado en el negocio. 

Armando* vive en la calle Rayo. Tiene alrededor de 50 años, los suficientes, dice, para que nadie le haga un cuento. Como muchos, cree que no existe un fuerte control policial sobre el consumo y distribución de drogas. 

“Ellos [las autoridades] saben todo lo que está pasando, ellos saben que en cada esquina de Los Sitios hay al menos un cambolero. Claro que lo saben, como también muchos sabemos que el negocio de la droga también beneficia a los dirigentes y a los peces gordos de este país. Esto no es negligencia, ni algo que no puedan controlar. Esto se llama distribución estatal”.

En una nota para CubaNet sobre la droga conocida como “el químico”, una fuente consultada declaró algo similar, que “en Cuba no se mueve un gramo sin que la policía no sepa. Eso mueve miles y miles de pesos; y atrae a turistas que buscan drogas y prostitutas”.

En este tipo de conversaciones, como la sostenida con Armando, suelen salir a relucir nombres de autoridades importantes del país o gente asociada a la cúpula castrista. En este caso, El Cangrejo, quien es en realidad Raúl Guillermo Rodríguez Castro, uno de los nietos más influyentes de Raúl Castro. “Ese es el que maneja la droga en este país. Eso lo sabe todo el mundo. Es el dueño de la cocaína que hay en los bares caros, a los que no vamos ni tú ni yo”, dice el hombre.

*Los nombres reales de las personas entrevistadas han sido cambiados para proteger sus identidades.

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