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¡Patria o Muerte!: el eterno vibrar de la voz de Fidel

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¡Patria o Muerte!: el eterno vibrar de la voz de Fidel
¡Patria o Muerte!: el eterno vibrar de la voz de Fidel

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Ofrendas florales de Raúl, Díaz-Canel y del Consejo de Estado presentes en el tributo a las víctimas del vapor La Coubre

Hay momentos decisorios para la vida de los pueblos que marcan el comienzo de nuevos caminos, que edifican revolucionadas actitudes, irrenunciables conceptos, eterno abrazo de ideologías compartidas.

Si por añadidura, los protagoniza un hombre cuya estatura moral hizo de él un modelo excepcional de líder, entonces no hay duda: pasarán los años, cambiarán los tiempos, pero esos instantes seguirán latentes en los corazones de millones de personas y más allá, en la memoria histórica de la nación.

Por eso, para Cuba, cada 5 de marzo tiene un significado que alude a lo más sincero y profundo de nuestras convicciones patrióticas. Tras el fatídico día en que un brutal acto terrorista conmovió a la nación, se alzaba, en respuesta al crimen, al odio, a la enfermiza fijación hegemónica, la consigna que esclareció al enemigo la postura de los hijos de esta tierra ante el anhelo de aquel de recuperar lo que nunca le perteneció.

Desde entonces, afloró muchas veces a los labios del gigante del Moncada, siempre como colofón de las verdades más certeras, de las ideas más nobles. Fueron convocatoria permanente al hacer por Cuba, por la Revolución y por las causas nobles a las que nunca hemos sido indiferentes.

En una frase breve, pero contundente, enérgica y sincera como pocas, nos legó Fidel el alcance ilimitado de su sentido de pertenencia por esta Isla, por esta obra, ese que compartió con sus compañeros de ideales, que devino tradición ininterrumpida para este pueblo, que se aclimata a los tiempos y se comparte de las maneras más disímiles, de una generación a otra.

Solo los pueblos que han luchado tanto por su Patria –como el nuestro–, que han logrado conquistarla para todos, para los hijos de sus hijos, entienden el significado de perderla. La sola idea de que manos oportunistas se posen sobre ella para deshonrarla y devolverla a la indigna condición de esclava, despierta una convicción incomparable de dar la vida, si ofrendarla es el precio de impedir tales desmanes.

En medio del dolor de las pérdidas, crecieron también la confianza, el valor de la unidad y, sobre todo, la seguridad de que el camino elegido sería siempre motivo de un asedio que desconoce límites morales o de elementales derechos humanos. Estar atentos, preparados y unidos para hacerle frente, es la mejor de las estrategias posibles.

Al Comandante, la gratitud por sumar ese concepto a su legado, por dotarnos de un llamado de combate aun en tiempos de paz, por removernos hasta la última fibra revolucionaria, como si su voz vibrara nuevamente, cada vez que en esta tierra se escucha: «¡Patria o Muerte!».

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