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Para alejar a los niños 'ninjas', varios restaurantes de La Habana crean una agencia de seguridad privada

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Para alejar a los niños 'ninjas', varios restaurantes de La Habana crean una agencia de seguridad privada

Varios hombres fornidos, con pulóveres negros, custodian los restaurantes del callejón de Espada, en la calle Peña Pobre de La Habana Vieja. Su misión: evitar que los mendigos, locos o indeseables del mítico barrio del Ángel perturben a la clientela, generalmente extranjeros, y vigilar a los niños, verdaderos ninjas a la hora de robar una cartera o desmantelar el bolsillo de un turista distraído.  

Antojos, 7 de Espada y Chacón 162 –tres de los más caros y conocidos restaurantes habaneros– decidieron poner coto a una situación que ya a la Policía se le iba de las manos. “Son niños y no podemos hacer nada”, alegaban los oficiales cuando se denunciaba un robo en sus terrazas. Curtidos por la miseria, con solo 9 o 10 años, los niños de la zona están preparados para aceptar un caramelo mientras alargan la mano hasta el bolsillo ajeno, o pedir limosnas con todo tipo de historias y trucos.

“Todo empezó con un niño de nueve años que vive en este barrio. Su papá está preso y él vive con los abuelos. Él es quien mantiene a todo el mundo en su casa”, cuenta a 14ymedio un miembro del personal de Antojos, cuya administración es quien brinda el servicio de seguridad a los locales vecinos.

Como la Policía se declaró incapaz de controlar el aluvión de menores dedicados al pillaje –y además “recomendaron” solucionar rápido el problema–, los dueños de los restaurantes tomaron medidas por su cuenta. Primero, los camareros y dependientes intentaban expulsar a los muchachos, pero esto “afectaba el servicio”, asegura la fuente de este diario en Antojos. “La gente dejó de venir y hubo que buscar un equipo”, añade, indicando la marca que identifica a los agentes: la palabra security (seguridad) en grandes letras blancas sobre los pulóveres. 

Si algún mendigo logra entrar, el agente no tendrá reparos en agarrarlo por el brazo y escoltarlo fuera del lugar. (14ymedio)
Si algún mendigo logra entrar, el agente no tendrá reparos en agarrarlo por el brazo y escoltarlo fuera del lugar. (14ymedio)

Aunque no con tanta efectividad como los niños, otros mendigos solían pedir dinero a quienes vienen a comer en la “loma del Ángel”, como se conoce ese rincón de La Habana Vieja. Ahora el oficio es más que difícil: apostados en la puerta de los locales, los custodios impiden que los pordioseros rebasen, siquiera, las macetas de adorno a la entrada de las terrazas. Si alguno logra llegar a una mesa, el agente de seguridad no tendrá reparos en agarrarlo por el brazo y escoltarlo fuera del lugar. Si lo sacan con violencia o tranquilamente, dependerá del mendigo.

Los resultados del personal de seguridad, que cobra unos 2.000 pesos por cada día que trabajen –además de propinas y dinero por velar los carros de los comensales–, son evidentes: “La seguridad ha ‘espantado’ a los niños”, reconoce el miembro del personal de Antojos. Los mendigos saben dónde buscar. Tanto Antojos como 7 de Espada y Chacón 162 cuentan con precios astronómicos. En ellos como solo quien puede permitirse pagar –en este último– un ceviche a 1.300 pesos, un carpaccio de res a 2.300 y unas croquetas a 530.

Y esos son solo los entrantes. La langosta preparada “al gusto” cuesta unos 2.800 pesos, mientras que el camarón está a 2.450. Lo más exclusivo, sin duda, es el plato de pulpo –una rareza en La Habana– que en Chacón 162 se vende a 4.800 pesos.

“Ahora la clientela está bastante equilibrada entre cubanos y extranjeros, porque el turismo está un poco muerto”, asegura la fuente de este diario, que prefiere no revelar quién es el dueño del restaurante Antojos, conocido como Reinaldo y emparentado con un alto cargo militar.

Los resultados del personal de seguridad son evidentes: han “espantado” a los niños mendigos. (14ymedio)

En cuanto a Chacón 162, su dueño es José Héctor Argiles Agüero, que se enorgullece en las redes sociales de la visita a su local de figuras internacionales como el actor español Mario Casas y el mexicano Gael García Bernal, el chef Pepe Rodríguez –presentador del show Masterchef España– y los artistas cubanos David Blanco, Raúl Paz y Carlos Acosta.

El comentario de que alguien de la cúpula del régimen protege a los dueños de los restaurantes en el callejón de Espada es recurrente. Su facilidad para conseguir alimentos –Antojos trabajó incluso durante la pandemia, a domicilio– y su decoración, con alusiones a la Cuba republicana, llevan años despertando suspicacias entre los paupérrimos vecinos del barrio del Ángel.

Llama la atención, a la entrada de Antojos, el gigantesco mural con la imagen de Celia Cruz –flanqueada por Benny Moré y Compay Segundo– cuya música está todavía prohibida en las emisoras cubanas. Un letrero con la palabra “¡Azúcar!”, que la cantante hizo célebre en los escenarios internacionales, recibe a los comensales.

“Esta zona es de gente con poder”, reconoce el miembro del personal de Antojos a 14ymedio. La severidad de los musculosos custodios, que vigilan la calle alguna vez famosa por la novela Cecilia Valdés, le dan la razón.

Apostados en la puerta de los locales, los custodios impiden que los pordioseros rebasen, siquiera, las macetas de adorno a la entrada de las terrazas. (14ymedio)

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