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“No voy a ceder, la vida de la nación está en juego”: Jenny Pantoja

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“No voy a ceder, la vida de la nación está en juego”: Jenny Pantoja
“No voy a ceder, la vida de la nación está en juego”: Jenny Pantoja

LA HABANA, Cuba. – La antropóloga e historiadora cubana Jenny Pantoja Torres fue detenida y golpeada el 18 de junio pasado junto a su colega Alina Bárbara López. Ambas se dirigían desde la ciudad de Matanzas hacia La Habana para desarrollar una protesta pacífica. 

No era la primera vez que Pantoja Torres, de 56 años de edad, resultaba arrestada: hace varios meses la Seguridad del Estado le impidió unirse a la habitual protesta mensual de su colega, en Matanzas, y la devolvió a su vivienda, en La Habana. Pero la brutalidad de la reciente detención fue alarmante tanto para ellas como para la comunidad artística y literaria. Tras ser liberadas el 18 de junio, ambas mujeres terminaron en el hospital, atendiéndose por la agresión física que recibieron de parte de los agentes del Estado.

CubaNet conversó con Pantoja Torres, quien actualmente se encuentra bajo medida cautelar de reclusión domiciliaria, en espera de juicio por el supuesto delito de “atentado”.

―En la detención del 18 de junio, Ud. se disponía a participar en una protesta pública junto a la profesora Alina Bárbara. ¿Qué tipo de protesta sería? ¿Cuál es su relación con Alina Bárbara López? 

―Esta es una protesta que surgió por iniciativa de Alina, el 18 de marzo del 2023; yo me sumé en julio. Ella decidió desarrollarla cada día 18 en conmemoración al centenario de la Protesta de los 13, la cual ocurrió el 18 de marzo de 1923, estuvo encabezada por [Rubén Martínez] Villena y aglutinó a figuras intelectuales de la época en contra de los desmanes de ese momento del Gobierno; en contra de la corrupción, sobre todo.

Nuestras demandas se resumen grandemente en dos: cambio en la forma de la estructura de gobierno en Cuba y liberación de los presos políticos.

El 18 de junio último, Alina y yo veníamos de Matanzas para acá, para La Habana, a desarrollar esta protesta pacífica, como cada día 18. Nunca la habíamos hecho en La Habana. En Matanzas a veces la hacíamos solas, a veces venían otras personas. Es una protesta simbólica, de una hora de duración delante, preferiblemente, de un busto de Martí.

Mi relación con Alina surge en las redes sociales y es una relación, primero, de admiración de mi parte; desde que ella coordinaba La Joven Cuba (LJC), yo leía sus escritos, la seguía como sigo a otras personas que escriben sobre todos estos temas de historia de Cuba, economía, política, y que hacen análisis profundos sobre la cuestión de las políticas gubernamentales en Cuba.

Ella me parece una persona muy coherente, lo que te dice es exactamente lo que piensa, y lo que piensa es lo que dice y es lo que hace. No coincidimos al 100%, porque ella es una persona y yo soy otra, pero sí coincidimos en lo básico, en lo más importante, que es que este país tiene que cambiar y tiene que ser un cambio grande. 

Como me parecía, además, una persona a la que una podía sumarse, pues me sumé.

Indudablemente, Alina es una persona que, aunque ella no quiera, es líder natural. Ella no quiere serlo y, de hecho, yo comparto su idea de que hay que dejar un poco esa manía de caudillismo que tenemos, de esperar un líder, un mesías que venga y nos salve. 

Yo lo siento así y me sumo, lo cual no quiere decir que no tenga mis criterios, que no haya cosas en las que estemos muy de acuerdo y otras no, y las conversamos, las discutimos y hablamos. 

Entre nosotras ha surgido, más que una amistad, una hermandad. Alina es mi hermana en un sentido ya más allá de solo manifestarnos cada 18, porque eso lo hacemos un día, pero el resto de los días del mes estamos escribiendo y haciendo cosas, sobre todo ella, por supuesto, pero haciendo cosas en función de estos cambios.

Jenny Pantoja Torres (Foto: Cortesía)

―¿Cuándo y cómo comenzó el hostigamiento hacia su persona por parte de la Seguridad del Estado? 

―Esta es la segunda ocasión en que me detienen por motivos políticos, aunque me han retenido en mi casa muchas veces.

¿Cuándo comencé a ser un objetivo para ellos, para la Seguridad del Estado? No lo sé exactamente. Todo se destapó a raíz del juicio de Alina, en noviembre de 2023. El juicio fue el 28; el día antes me detienen cuando llego a Matanzas, me traen hasta mi casa en La Habana, un traslado nocturno a través de varios patrulleros que me fueron cambiando en cada punto de control. 

Fue una situación nueva para mí, yo nunca había estado detenida. Pero estaba convencida de que lo que estaba haciendo era lo que se debía hacer.

Madelyn Sandiñas, la hermana también de causa que hace lo mismo en Camagüey cada 18, tiene una frase que he hecho mía, y dice que no se puede morir con los brazos cruzados, es preferible hacer esto que quedar con los brazos cruzados. Y eso es lo que yo he mantenido. 

―Ud. tiene un amplio historial como académica e investigadora vinculada a las instituciones oficiales cubanas. ¿Cómo y por qué decidió enfrentarse al aparato gubernamental? ¿Cómo ocurrió esa transición? 

―Yo no tengo tan largo historial académico. Yo apenas llevo 15 años, lo que los he vivido muy aceleradamente.

Yo tuve una decepción muy grande en mi juventud, con 21 años. Yo provengo de una familia de gente muy trabajadora, muy honesta, gente que dio todo por la Revolución y que se sacrificó mucho.Y aún hoy, algunos familiares siguen teniendo esa postura, que yo respeto mucho. Es muy difícil decir “me equivoqué”, “esto no es lo que yo pensaba”. 

Yo era una niña y andaba siempre con mi mamá en unidades militares, me crié en ese ambiente; yo misma, de joven, me llené de ese espíritu, de construir un futuro mejor y de que íbamos a hacerlo todo para cambiar, por una sociedad mejor. En teoría, el socialismo es muy lindo, es un sistema que suena muy justo.

Yo quería ser actriz, de hecho, lo fui; llegué a ser por 10 años actriz profesional de teatro. Y, por supuesto, el arte es un medio muy libre, no en balde desde abril de 1961 Fidel, con sus “palabras a los intelectuales”, silenció a la intelectualidad y puso grilletes y mordazas a los artistas. 

Y yo, que me había criado en todo eso del “realismo socialista”, comencé a chocar con gente linda, libre y auténtica, y empezaron a caer en mis manos libros demoledores como 1984, que me quitó el sueño durante muchos días, La gran estafa, Rebelión en la granja… Eso fue aproximadamente a mis 19 o 20 años. Y eso me llevó a un proceso duro de transformación que incluyó la esfera política.

El batacazo vino con el Caso Ochoa. Fue un proceso que seguí y estudié. Recuerdo que una noche estaba frente al Malecón, mirando el mar, y dije: “Esta sociedad está mal, esto está mal, esto no es lo que yo pensaba”.

Ya desde esa época, los años 90, hacíamos teatro muy contestatario; hicimos cosas en el teatro que eran mensajes para nada sutiles, donde era muy evidente la inconformidad y la necesidad de cambio. Pero en los 90 todos estábamos embriagados de que realmente iba a haber un cambio porque se había caído el muro de Berlín y ya la URSS no existía. 

Y hubo cambios, pero cambios para consolidar el sistema y para hacer, literalmente, más ricos y con mejores posibilidades a esa oligarquía con lazos familiares que está en el poder.

Luego me sumergí en mi trabajo y en familia y en resolver los problemas cotidianos de mis hijos, pues fui madre soltera. 

El mayor Pablo, de la Seguridad del Estado, me recriminó que hubiera hecho este cambio teniendo una vida tan tranquila, y es que llega un momento en que el estado de cosas es tan depauperante que te das cuenta de que es una crisis insostenible, que el país está muriendo, que lo están matando. Cuba es un país bello, con una historia bella, con gente que tiene carisma, pero nos están matando, y yo me di cuenta de eso y de que tenía que hacer algo. Tengo que hacer algo y tú me dirás “Bueno, pero ahora estás trabajando”. Sí, estoy trabajando porque quiero terminar mi doctorado, porque siempre ando dividida entre cosas que considero que son supremas, como es hacer algo por el país, porque es un deber, no es que sea un derecho, es un deber de todos.

Hoy mismo una persona muy joven me dijo: “Pero eso no te va a llevar a nada, eso no va a hacer la diferencia”. Yo la miré y le dije: “Siempre hay diferencia”. Cuando una persona se separa del resto y manifiesta su inconformidad, ahí hay una diferencia. A lo mejor, inmediatamente el resto no funciona o no reacciona o no hace lo mismo o solo se separan tres o cuatro del resto, pero ya empieza a existir una diferencia.

Y las diferencias han existido desde el inicio de este proceso que llaman Revolución que, para mí, terminó ya hace años; y no es una revolución, es un sistema totalitario, dominado por una oligarquía que está basada en una familia a la usanza de la colonia, una familia con lazos consanguíneos y otras familias poderosas que hacen como una red clientelar, y son ellos los que gobiernan el país y nos someten a todos los demás sin democracia, sin derechos, a una especie de esclavitud generalizada. 

Y así ha sido durante muchos años. En los años 90 parecía que iba a haber ciertas aperturas, flexibilidades, pero no llegaron a fructificar, sino que muchos cambios lo que hicieron fue fortalecer la estructura que ya existía y conferirle toda una serie de derechos y amplitudes de orden económico que han fortalecido a todos estos burócratas y a todas estas personas que están en posiciones claves en la estructura de gobierno y en la economía del país.

Eso no lo descubrí en 2023, por supuesto, es un proceso difícil. De que una lo descubre a que lo concientiza, y a que se manifiesta en contra, y da ese salto de manifestarse en contra, de ámbitos privados a espacios públicos, y a hacer de eso una causa y una parte importante de tu vida, va a una distancia inmensa; al menos para mí lo ha sido. Hay quien lo puede haber hecho más rápido y hay quien lo ha hecho más lento. Yo lo hice lento por muchísimas razones.

La apertura de internet, por supuesto, fue algo que catapultó y cambió la manera de las personas de expresarse, la manera de abrirnos a otro mundo en el que tú puedes hablar. Desde antes de la COVID-19 yo tuve posicionamiento en las redes. 

Pero las protestas del 11 y 12 de julio [de 2021] y la represión a manifestantes pacíficos fue un mazazo para mí. Quedé horrorizada. 

Luego, en 2022, comencé a padecer cortes de internet inexplicables; ni en ETECSA me podían dar una explicación.

Con el Grupo Archipiélago estuve muy vinculada. En los días en los que Yunior García convocó, yo me vestí de blanco e iba a salir a la calle para sumarme a lo que ocurriese. Pero terminó como terminó; de pronto, supe que Yunior se había ido y, para mí, eso fue un desgarramiento total, fue terrible, y me aparté.  

Del Instituto Cubano de Antropología me fui en marzo de 2023, unos días antes de que Alina empezara su protesta. Me fui porque sentía que ya no podía tener vínculo con el Estado, no quería tener vínculo con el Estado, y porque me sentía realmente mal.

En noviembre de 2023 me detuvieron también en una ocasión en que intenté acompañar a mi esposo al hospital porque se sentía muy mal. No me dejaron, lo que hicieron fue dejarme toda una noche en un calabozo de la estación de Aguilera; al día siguiente me dijeron que estaba acusada de “desorden público”. Eso lo hacen, es decir, fabricarnos delitos comunes para descalificarnos luego ante organismos internacionales. Y ante eso estamos indefensos. Para ellos no valemos nada, no tenemos derecho ninguno ni siquiera a reclamar. Es lo que sientes cuando te tratan o hablan. Y esa experiencia, para mí, fue demoledora. 

Son una autoridad militar déspota. Cuando tú tienes que, por la fuerza o por el poder militar, por encima de la ley, incluso de la Constitución, someter o intentar someter el accionar cívico o el pensamiento de las personas o tratar de que, al menos, no salga a relucir, y amordazar, tú eres un gobierno militar. Porque, además, no son ni siquiera militares, son paramilitares, los peores, los vestidos de civil. La Policía Nacional es su brazo armado, pero los peores son los vestidos de civil. Ellos funcionan por encima de las leyes; la Carta Magna es letra muerta en este país.

Y lo que hago no es por la comida ni por la electricidad, ya no es ni siquiera por la libertad; esto es por la vida, no solo por la vida personal o de la familia, es la vida de la nación la que está en juego, es la nación cubana en toda la extensión.

Y es por eso que lo hago, no lo hago por Alina, ella solo me mostró un camino, una luz, aunque nunca me convocó, yo me sumé por voluntad propia, pero ya va más allá de ella. Ahora, con todo esto que ha pasado y todo el maltrato que hemos sufrido y esta acusación terrible de esta oficial de “atentado”, hemos recibido un apoyo tremendo de gente aquí adentro y de gente fuera del país.

―¿Qué va a pasar ahora con su trabajo? ¿La han expulsado o amenazado con la expulsión?

―Hasta ahora, no ha habido ningún pronunciamiento en contra; por supuesto me tienen en la mira. Pero también me he ganado el respeto de mis colegas de trabajo. 

Yo no quiero estar desvinculada totalmente porque es mi manera de mantenerme en activo con mi profesión. Tengo el doctorado pendiente y esa es otra cosa, por ejemplo, si quieres hacer un doctorado en este país, tienes que estar trabajando para el Estado y tener vínculos con lo que estudiaste o con el tema del doctorado. Mi doctorado es en Ciencias Históricas y se supone que debo estar vinculada. Además, a mí me gusta mucho la docencia. 

Por suerte para mí, tengo una entrada económica que no está ligada al Estado, es algo particular que tiene que ver con mi mundo espiritual, porque soy religiosa. Yo soy astróloga y eso me permite tener una entrada relativamente estable e independiente. Eso me da cierta libertad, eso es importante.

El que me ha amenazado con la expulsión de mi trabajo es Ariel Arnau Guillot, alias “mayor Luisito”. Me ha amenazado con que me va para arriba un tren, que voy a perder mi trabajo en la Facultad [de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana]; él es quien se ha personado junto con el secuaz que anda con él, que se llama Ariel también. 

Estos señores han ido a mi trabajo y, por supuesto, han presionado a la decana y a mi jefe. Pero, hasta ahora, no han tomado ninguna medida y lo que manifiestan es que soy buena trabajadora, buena profesora.

―Ahora la han acusado de “atentado” y permanece con medida cautelar de reclusión domiciliaria. El oficial de la Seguridad del Estado que la visitó hace unos días en su vivienda le advirtió que es “un tren lo que viene para arriba de ustedes”. ¿Qué significa para Ud. este proceso y acoso? ¿Se lo esperaba? ¿Qué va a hacer? ¿Está dispuesta a asumir las consecuencias? 

―A mí me cuesta trabajo a veces ser prudente; no soy una persona que me amedrento y cedo a amenazas.

Algo que a la Seguridad del Estado le intriga mucho es el por qué yo fui a Matanzas a buscar a Alina si la protesta sería en La Habana. Yo fui a buscarla porque sabía que eso era lo que iba a pasar, que a ella le iban a tender un encerrona, iba a caerle e iba a estar sola. Delante de mí, por poco la matan; si yo no hubiese estado ahí con ella, durante la detención, probablemente, hubiese sido peor. 

No es que me crea la mujer maravilla, tampoco tengo la fuerza física; a lo único que atiné ese día y porque me estaban ahogando, como mecanismo de defensa, fue a jalarle el pelo [a la oficial de la Policía], y creo que hasta lo hice bastante suave, y por eso es que me acusan de “atentado”. Pero quienes cometieron el atentado contra nosotras fueron ellos.

Yo tengo un sentido de justicia, creo que hay cosas que no se pueden permitir y hay cosas en las que tú te montas y tienes que llegar hasta el final, te cueste lo que te cueste. Yo no sé exactamente qué me va a costar. Yo sabía que a Alina la iban a detener y yo no podía dejarla sola y fui por eso.

Si tú me preguntas, yo diría que no hubiera venido por ese camino, yo lo hubiera hecho de otra manera. Yo hubiera venido en otro horario. Pero bueno, Alina me dijo de venir por Vía Blanca y respeté eso, y eso me reafirmó que, efectivamente, no íbamos a llegar a La Habana. Pero a veces es todo o nada; la suerte está echada, tienes que hacerlo.

Yo no voy a dejar de manifestarme. Cada día 18, voy a manifestarme, esté donde esté, es inevitable. Y eso va más allá de un compromiso, no es un compromiso con Alina, eso yo lo siento con Cuba. Nosotros tenemos que hacer algo porque, de lo contrario, es esta inercia, esta inmovilidad de muerte, morir con los brazos cruzados mientras el país se lo están repartiendo, ya se lo tienen repartido. Y no hay libertad.

Hasta ahora, he asumido las consecuencias. No sé qué me depara el futuro en este sentido, hasta dónde son capaces ellos de llegar, sé que son bajos.

En Cuba, el mecanismo de la Contrainteligencia para con los ciudadanos es un mecanismo paramilitar que funciona como mismo uno ve en las películas de mafia: en base a chantaje, a presiones sobre la familia, en base a extorsión, a violencia.

Yo he sentido la violencia vicaria, la ejercida sobre mi familia, mi esposo, mis hijos. Y, hasta ahora, no estoy dispuesta a ceder. Y digo “hasta ahora”, no porque crea que vaya a ceder, no creo que voy a ceder, y no me interesa irme de Cuba.

Para mí es esencial que Cuba cambie porque así no podemos seguir, en este estado de cosas, porque da vergüenza; yo he sentido vergüenza de vivir aquí, y he sentido vergüenza de vivir aquí y de no hacer nada. Y ese estado de cosas para mi terminó, yo decidí hacer, en el estrecho espacio y margen que me deja la Constitución, la ley. 

Y no convoco a nadie, pero creo que si cada persona, que realmente piensa que este país debe cambiar, en su lugar, en su estrecho margen, en su espacio y en lo que le es permitido hacer, hace algo, no queda más que cambiar, ellos [las autoridades del régimen] tienen que cambiar, ellos tienen que flexibilizar, ellos tienen que permitir un cambio porque la mayoría lo quiere.

Es eso o la muerte, la muerte real, o la muerte del país ―que peor ya no puede estar― o la muerte por exilio, sea por inxilio o por exilio.

Jenny Pantoja Torres y Alina Bárbara López Hernández (Foto: Cortesía)

―Este mismo represor le dijo que era uno de los que atendía a la “contrarrevolución”. ¿Es Ud. “contrarrevolucionaria”? ¿Qué significa para Ud. esta categoría que le han impuesto?

―Yo no me considero contrarrevolucionaria. Eso fue un debate con un grupo de historiadores que, por supuesto, no voy a decir los nombres, pero son personas que trabajan para el Estado. Ellos me dicen: “Pero es que las políticas que están sacando son de derecha”. Y yo los miro y les digo: “Es que el gobierno es de derecha”. 

El Gobierno es un gobierno contrarrevolucionario, un gobierno que no es lo que dice, eso es una fachada para ocultar lo que realmente son. 

Primero, para ser contrarrevolucionaria, tendría que haber un proceso revolucionario o una revolución o algo de eso, y eso no está, ni por parte del Estado ―que no hay revolución porque la Revolución murió, la mataron y la traicionaron desde 1959― y, además, tampoco de este lado hay una posición de contrarrevolucionaria porque ellos tendrían que ser revolucionarios para yo estar en contra.

La categoría es impuesta, evidentemente, para denigrar. En las redes incluso me han acusado de “mercenaria” y de que me pagan, y no me queda más que reírme porque yo he tenido que hacer malabares para ir a Matanzas, para pagarme los transportes, los más baratos. Pero ellos pueden inventar cualquier cosa, son los dueños de todos los medios de prensa, o de los que la mayoría de la gente ve. 

Pero eso se está cayendo, ese discurso ya no se sostiene, gracias también a personas que hacen periodismo independiente, contra viento y marea. 

Pero todavía, también, hay gente que se cree sus mentiras, sus mitos, no sé cómo, pero les funciona con muchos. 

―La profesora Alina se ha definido políticamente como de izquierdas y defensora de un “socialismo democrático”. ¿Cómo se definiría Ud.?

―Yo no soporto esto de las izquierdas y las derechas. La gente se clasifica de izquierda y va en un extremo, o se clasifica de derecha y va al otro y, al final, los dos extremos por el otro lado se tocan porque son lo mismo.

Yo me considero de ambas. Eso me colocaría políticamente en el centro y, en todo caso, sería centro-izquierda.

Creo que debe haber justicia social, que debe haber determinadas prioridades sociales, eso me coloca en la izquierda. Creo que se debe priorizar el colectivo en una gran medida, pero el colectivo está formado por individuos, al final de la jornada, y los individuos no se pueden perder en el colectivo porque, si el árbol se pierde dentro del bosque, pues nunca ves los detalles del árbol, solo ves el bosque, y eso no es válido; hay que tener las dos visiones: la del árbol y la del bosque.

Es difícil, yo me estoy metiendo en cosas que no son mi fuerte. 

Pero hay cosas de la derecha que a mí me parecen bien; necesariamente, para liberar las fuerzas productivas y para desarrollar las empresas, tienes que darle un peso mayor al individuo. Yo creo que debe haber una liberalización, un desarrollo de las fuerzas productivas, pero eso tiene que ser únicamente a partir de gestiones privadas. 

Yo creo que el sector privado y la parte de desarrollo puramente capitalista tiene que estar, pero con una política de justicia social, con determinados programas o con muchas o algunas subvenciones del Estado. 

Yo creo en la democracia, como creo que debe haber una pluralidad de voces políticas y de partidos. 

Creo que el socialismo es un sistema inviable, una utopía, que no funciona. Y en eso discrepo con Alina, yo no creo que el socialismo sea el sistema que funcione para Cuba, por lo menos no ahora. 

Pero lo que necesitamos es un movimiento cívico de la sociedad civil, al margen de si eres de derecha o de izquierda, con todo el mundo incluido; después que esto cambie y que se haga una asamblea constituyente y demás, entonces ya vamos a dividirnos y hacer partidos y plataformas.  

Yo creo que la unidad es fundamental, y no la hay. Y, precisamente, creo que catalogarse como de derecha o de izquierda nos divide, más que aportarnos. Eso no es lo importante, sino que tengamos todos una meta común y que todo el mundo ponga su granito de arena.

Yo he visto en redes a gente despotricando contra Alina porque se declara socialista, y no ven más allá: que es una persona que está proyectándose contra un sistema contra el que ellos [los que la critican] también lo están y por el que se tuvieron que ir del país. Y eso es digno de aplaudir y es una estrategia válida, cívica, y todo el que piense que no debe morir de brazos cruzados debiera asumirla. 

―En un escenario de transición, ¿estaría dispuesta a pactar una convivencia con los Castro o el resto de quienes están en el poder? 

―Yo soy partidaria de la no violencia, porque en este país hemos tenido muchos cambios sobre la base de la violencia y luego ha costado mucho encaminar el proceso. Por eso no creo que deba ser mediante un método violento porque, además, el país está demasiado desangrado.

Pero también sé que es muy ingenuo pensar que los que están en el poder van a dejarlo así, sin violencia. Y, para evitarlo, tendría que unirse toda la sociedad civil, la verdadera, no la que ellos dicen que es la sociedad civil, pero, realmente, eso ahora mismo no está pasando. 

Entonces, lo que quedaría sería un cambio desde arriba, es decir, promovido por ellos mismos.

Yo creo que hace falta un diálogo nacional, no un diálogo con ellos; por supuesto, ellos tienen que estar porque son los que están en el poder, pero un diálogo completamente desde la sociedad civil que era lo que, de alguna manera, promovía el Grupo Archipiélago en su momento. 

Esa es la única manera que veo de hacer un tránsito pacífico. 

Ahora, tú me hablas de una convivencia. Yo preferiría que no, por supuesto. Yo preferiría un país donde ellos no estén en el poder, pero eso va a ser muy difícil porque el poder se alía con el poder. Queda tratar de que no sean ellos los que queden con todo el poder económico, porque si no, qué quita que vuelvan a tomar un poder político extremo o totalitario, sería un círculo eterno de desgaste para este país. 

Ahora, yo no creo que ellos se vayan a sentar a dialogar, no lo creo porque están sentados cómodos ahí, porque nada los puede quitar, porque no tienen presión, porque todo el ejército obedece a ellos, es de ellos. Además, GAESA (Grupo de la Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas) es la empresa más grande que domina la mayor cantidad de dinero que se mueve en el país, la mayor cantidad de inversiones.

Yo creo mucho en la acción pequeña de cada persona. El otro día estaba leyendo el libro El poder de los sin poder, de Václav Havel, y él lo que planteaba es que, si cada persona, como individuo, va diciendo que no al poder, en su ámbito pequeño, cotidiano, llega un momento en que la sociedad se paraliza.

Y ese es el único recurso que podemos tener, el único que yo creo que vale la pena. 

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