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Multiplicar pobreza y repartir miseria: ¡La Tarea Ordenamiento sí funcionó!

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Multiplicar pobreza y repartir miseria: ¡La Tarea Ordenamiento sí funcionó!
Multiplicar pobreza y repartir miseria: ¡La Tarea Ordenamiento sí funcionó!

LA HABANA, Cuba. — Quizás a alguno de los lectores, al leer el título de este trabajo periodístico, le hayan asaltado dudas sobre la salud mental de este autor. Incluso, es posible que no falten quienes, teniendo en cuenta que —para mi suerte o desgracia— acabo de convertirme en octogenario, sospechen los efectos perniciosos del “alemán” (el alzhéimer), como sugirió hace años en un comentario a otro artículo mío un lector ocurrente y desconfiado.

¿Cómo es posible que Gómez Manzano plantee semejante cosa cuando el mismo régimen castrocomunista, abochornado, ha reconocido el nuevo fracaso que ha sufrido en este terreno! (Y aclaro que uso el adjetivo que acabo de consignar entre comas en la limitada medida en que tal actitud es compatible con las psiquis de los voluminosos mayimbes del habanero Palacio de la Revolución, que meten la pata una y otra vez, pero permanecen adheridos al poder con una fruición digna de una lapa). Paso a tratar de explicarme.

Ante todo, conviene resaltar algo obvio: es cierto que los jefes castrocomunistas, con un atraso de casi tres años, han reconocido que la nefasta “Tarea Ordenamiento”, cuya implementación comenzó a bombo y platillo el primero de enero de 2021, ha fracasado en lograr los objetivos públicos que fueron proclamados en aquel momento y que hasta hoy se le atribuyen desde el poder.

Como bien señala en un post el economista Pedro Monreal, la parte relativa a “la transformación de los ingresos de la población consistió en su hundimiento”. En otro comentario del 30 de octubre, el prestigioso analista afirmó: “Es un desatino que el Ministerio de Economía y Planificación (MEP) adjudique únicamente a ‘fenómenos’ externos (‘bloqueo’ y pandemia) el deterioro del poder adquisitivo de salarios y pensiones cuando eso se debió en muy alto grado al fracaso del ‘ordenamiento’”.

La prevención que abrigo, la desconfianza que me asalta, se centran en esta pregunta: ¿Es correcto suponer que el régimen castrocomunista, cuando tras un decenio de “estudios” desató la vorágine de la “Tarea Ordenamiento”, en verdad perseguía propósitos nobles y, entre ellos, el de ajustar los ingresos de la población en el sentido general de incrementarlos?

A fuerza de sincero, debo decir que admitir ese presupuesto me parece suponer más de la cuenta. A lo largo de sus decenios en el poder, el castrocomunismo ha demostrado (de sobra) su increíble capacidad para instaurar el mayor desbarajuste en el campo de la economía. Esta última, en Cuba, involuciona a pasos agigantados y en tan gran medida que la otrora “azucarera del mundo” a derechas ya no produce esa dulce mercancía.

En medio de esa debacle productiva se hace evidente que la ineficaz dirigencia entronizada en La Habana no puede contar con bienes y servicios que puedan servir de contrapartida a los ahorros y los ingresos corrientes de sus súbditos. Entonces, no me parece una locura que, en la realidad, para las altas esferas del régimen, el hundimiento de esos ahorros y esos ingresos reales de la población, lejos de constituir un fracaso, pueda ser considerado como un notable éxito.

Es verdad que este último se puede catalogar únicamente de parcial: él se habría alcanzado sólo a costa de instaurar un desastre aún mayor en el conjunto de la economía. También es cierto que, para ellos mismos, se trata de un logro inconfesable: la retórica castrocomunista, que tanto disfruta al hablar de su lucha “por los humildes y para los humildes”, en pro de “los trabajadores”, no quedaría indemne al reconocer que una motivación fundamental de todo el desbarajuste que han armado era la de entrar a saco en los ahorros y los ingresos reales de los cubanos de a pie.

Prefieren decir que sufrieron en ese frente un nuevo fracaso. En definitiva, ¿qué le importa a un tigre tener una raya más! O recordando la letra del inolvidable bolerón romántico: “Después que uno vive veinte desengaños, ¿qué importa uno más!”. Pero, en la realidad, les viene de perillas que los miles de millones de pesos guardados por los ciudadanos en sus colchones o sus cuentas bancarias se hayan evaporado en mucho más del 90 %; que los salarios y pensiones permitan ahora adquirir bienes y servicios en un volumen harto menor. Esto se ajusta mucho mejor al estado de postración en el que está sumida hoy la economía cubana. De ese modo pueden alcanzar un éxito mayor en la siempre difícil tarea de repartir la miseria.

En el mismo sentido apunta el anuncio que este miércoles, en la reunión de turno de la llamada Asamblea Nacional, hizo el primer ministro Manuel Marrero. Como señaló este mismo diario digital al publicar la noticia, “el plan incluye el aumento en los precios de los combustibles, la electricidad, el agua y otros servicios, así como el fin del subsidio universal a la canasta básica”. Este “paquetazo”, claro, sería un paso adicional al “Ordenamiento”: cobrar más caro la misma canasta de bienes y servicios.

Es por ello que yo prefiero matizar en parte lo que, a una sola voz (aunque ello resulte en verdad insólito), afirman ahora sobre los resultados de la fatídica “Tarea Ordenamiento”, gobiernistas y opositores cubanos, informadores oficialistas y periodistas independientes. Espero haber conjurado de ese modo, al menos por el momento, cualquier sospecha de una demencia senil que aqueje a este cronista.

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