LA HABANA, Cuba. – Desde que en 2013 el régimen autorizara su importación y comercialización, las llamadas motorinas (motos y ciclomotores eléctricos) emergieron como una importante alternativa de movilidad a la crisis del transporte. En la actualidad circulan en el país más de medio millón de estos vehículos de dos ruedas, cuya presencia en las calles se convirtió en un fenómeno.
Pero su popularidad trajo consigo una triste realidad: la frecuente muerte de sus dueños a manos de delincuentes que encontraron en estas scooters plásticas, de partes y piezas genéricas y difíciles de identificar, un botín fácil de arrebatar y casi imposible de rastrear. Desarmadas, el precio de todos sus componentes supera los 1.000 dólares.
Comprarse la suya le costó 1.600 USD a Gabriel Vives Soler. Para completar su pago, cuenta, tuvo que pedir prestado una cantidad de dinero que le tomaría meses poder devolver. Por encima del sacrificio, le animaba la idea de tener en qué ir a trabajar y llevar a su hijo a la escuela. Ocho meses más tarde, apenas la usa los fines de semana “para hacer los mandados de la casa”.
“Prefiero volver a lidiar con el transporte, es mejor que arriesgarse a perder la vida”, narra Vives, quien la mayoría de los días retorna de trabajar al anochecer, desde Marianao hasta La Habana Vieja. “Quisiera que vieras el parqueo donde guardo la mía, a las 7:00 [p.m.] todo el mundo ya parqueó. La gente tiene miedo, terror a salir de noche”.
No obstante, los asaltos también suceden a plena luz del día: lo mismo frente a una institución, que en una calle apartada que a la espera del cambio de luz en un semáforo. “Le puede pasar a cualquiera, y en cualquier parte”, insistió Maykel Hidalgo Pozo, antes de aseverar que la peligrosidad se apoderó de toda la ciudad.
“Y nadie ayuda por miedo a que le den una puñalada. Ahora mismo hay una bandita acabando en la Calzada del Cerro, casi todos los días le dan un trancazo a alguien, le quitan la moto y la gente lo que hace es huir, ponerse a salvo. Entre Palatino y Primelles no hay quien pase de noche, hasta los boteros tienen miedo”, precisó.
“Las otras noches apuñalaron a dos motoristas en el mismo semáforo de Cerro y Palatino. Los dejaron tirados, dando gritos. Es dinero fácil, te dan con el cabo y con el hacha, sin lástima. A veces es hasta innecesario, pero igual se ensañan y te matan. Lo más jodido de todo esto es que nadie hace nada”, comentó José Miguel Pupo López, otro de los entrevistados por este diario.
De manos cruzadas y distorsionando la realidad
Si las alarmas se encendieron se debe en gran medida a la amplia repercusión que el asunto tiene en redes sociales. Las autoridades, por su parte, se han limitado a minimizar el asunto, tildando de “cibermentiras” las denuncias de robos violentos, de asesinatos o desaparición de personas que salieron de su casa montando una motorina.
Las únicas cifras oficiales disponibles, ofrecidas por el sitio Cubadebate sin mencionar la fuente, datan de 2021. Según la publicación, entre enero y noviembre de ese año las autoridades resolvieron 281 denuncias por robos de estos medios, a la vez que recuperaron 186 unidades que fueron devueltas a sus propietarios. La publicación no menciona si hubo fallecidos.
“Hace unos días cogieron a uno en Vía Blanca y lo desbarataron; si se salvó fue un milagro. El Gobierno actúa cuando las cosas afectan a las instituciones, mientras tanto, si el problema nada más afecta al pueblo, no hace nada. Todo el mundo sabe cómo son las cosas en este país. Nos están matando y los que pueden hacer algo se hacen los desentendidos”, lamentó Leonardo Borrero Hernández.
De acuerdo con este entrevistado, el principal detonante de la situación sería la precariedad económica que vive el país, donde cada vez se hace más difícil comprar alimentos y productos de primera necesidad. Además de la veleidad de las autoridades en su deber de salvaguardar la tranquilidad ciudadana, señaló el descontrol que existe sobre el mercado de piezas de repuesto y la actividad de los cientos de talleres particulares que funcionan en la ciudad.
“Sin receptadores habría menos robos. Asaltan y matan porque hay quien compre; de lo contrario no tendría ningún sentido. ¿A dónde más van las piezas de una moto cuando la desarman, si no es a los talleres de reparación? Como no ven la cara del muerto, lógicamente, lo que le lleven en buen precio lo compran sin miedo porque saben que no tienen a nadie que los inspeccione o los controle de alguna manera”, espetó Borrero.
CubaNet intentó conversar con dueños de talleres sobre la procedencia de las piezas de segunda mano que utilizan, pero todos se negaron alegando que su participación en el reportaje pudiera atraer la atención de las autoridades y dañar su negocio.
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