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Mi padre siempre está presente, no solo el Día de los Padres

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Mi padre siempre está presente, no solo el Día de los Padres
Mi padre siempre está presente, no solo el Día de los Padres

LA HABANA, Cuba.- En Cuba, como en otros muchos países del mundo, el Día de los Padres se celebra el tercer domingo de junio. La motivación esencial de esa celebración, como la del Día de las Madres, es la unión de la familia.

En 1909 una joven de Washington llamada Sonora Smart Dodd, viendo que no había fecha específica de homenaje a los padres, igual que existía con las madres, eligió el 19 de junio para festejar dicho día, y así recordar a su progenitor William Jackson Smart, un veterano de la Guerra Civil estadounidense que tras enviudar crió solo y de manera ejemplar a sus seis hijos.

En 1924, el presidente norteamericano Calvin Coolidge hizo una declaración oficial sobre el Día de los Padres. En 1966, el presidente Lyndon B. Johnson estableció que esa celebración se haría el tercer domingo de junio y su sucesor, Richard Nixon, lo rubricó como ley en 1972.

En Cuba, el Día de los Padres se oficializó primero que en Norteamérica. La renombrada escritora Dulce María Borrero propuso en 1938 que en nuestro país se celebrara cada tercer domingo de junio, algo que coincidió ese año con el día 19, y fue declarado fecha oficial en 1948.

El Día de los Padres, que cuenta con una raíz católica, vinculada a San José, el esposo de María, la madre de Jesús, va más allá de ser un día festivo. Destaca la importancia de que los hombres tengan una participación destacada en la crianza y educación de sus hijos.

Recuerdo que antes de 1959, las tiendas y comercios, en víspera del Día de los Padres, se abarrotaban de mercancías para la fecha, y ese día, los miembros de las familias se reunían y se hacían fiestas.

En mi caso, tuve una suerte que no todos tienen: tuve un padre ejemplar y que siempre estuvo a mi lado (su matrimonio con mi madre duró 49 años, hasta su muerte).

De niño, mi padre no tuvo mucha enseñanza escolar, pero se preocupó porque yo sí la recibiera. Además de costearme el estudio, siempre me inculcó la importancia del aprendizaje y me enseñó las normas básicas del comportamiento dentro y fuera del hogar para mantener una conducta social adecuada. Si hoy soy capaz de cumplir con esas reglas, se lo debo en buena medida a su ejemplo.

Mi padre fue policía durante 27 años, desde 1942 hasta 1959. Al triunfo de la Revolución, fue expulsado de la policía y represaliado sin un motivo justificado, pues contra él no existían acusaciones ni quejas de ninguna clase.

Aún conservo en mi memoria los paseos con mi padre por La Habana y en las vacaciones las visitas a su familia en Pinar del Río, y a la de mi madre en Matanzas y Cárdenas.

Uno de los recorridos más habituales y que más me gustaban, era ir al puerto y montar en la lanchita de Regla.     

En cierta ocasión me encontraba en casa de una tía en Matanzas, y enfermé con una fiebre muy alta. Mi madre lo llamó a La Habana, y en poco tiempo se apareció a buscarme en un automóvil alquilado para regresar y llevarme al hospital. El viaje costó 40 pesos, que en ese tiempo y con su salario, era una fortuna.

Hace 34 años que mi padre partió hacia ese lugar desconocido del cual no hay retorno. Pero lo tengo siempre presente. Por tanto, aunque no está físicamente conmigo, le digo: “Gracias, papá, siempre te recordaré”.

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