La puerta principal cerrada, los pasillos con pocos pacientes y salones de espera lóbregos. El Hospital Pediátrico-Docente de El Cerro, que alguna vez ostentó el prestigio de ser el mejor de La Habana, lleva meses enfrentando la estampida de sus trabajadores. Ahora, según contaron a este diario una funcionaria del centro y varios vecinos, también los médicos han decidido dar el portazo.
Agachados y con el rostro entre las manos, o asomados en el umbral de la puerta del Cuerpo de Guardia –la única entrada posible al hospital, por la calle Manila–, los padres de los niños prefieren estar al aire libre que en las oscuras salas de la institución. En una pequeña oficina al final de un pasillo, y en tono confidencial, la funcionaria asegura a 14ymedio que, en la situación actual, todas las manos son bienvenidas.
“El médico que esté interesado en trabajar aquí debe ir a hablar directamente con la directora. De lo contrario, si va por la canalita, lo mandarán a San Miguel del Padrón o a Centro Habana, donde hay menos pediatras que aquí”, explica.
El centro hospitalario, conocido también como Las Católicas –por funcionar como sede de esa asociación religiosa durante la República–, no solo refleja la crisis del sistema sanitario de la Isla, sino también el deterioro del barrio donde está enclavado y, especialmente, la ruina de la Calzada del Cerro, que fue una vez una de las calles más señoriales de La Habana.
Los vecinos no tienen duda de que las “malas condiciones” y el “salario que no da ni para comer”, además de numerosos disgustos y dificultades con la administración, son los responsables de la estampida. La petición de baja fue “masiva”, valora un residente de la calle Santa Teresa, contigua al hospital.
Las redes sociales del centro no dan señales de vida desde noviembre, cuando compartieron una nota oficial sobre el juicio a seis médicos del hospital Carlos Manuel de Céspedes de Granma. El episodio, durante el cual se exigió responsabilidad legal a los sanitarios por la muerte de un joven tras un accidente de tránsito en 2021, fue ilustrativo sobre los pocos recursos y los muchos reclamos que pesan sobre los profesionales de la Salud en el país.
Pocas semanas antes, la página de Facebook del hospital de El Cerro enumeraba una extensa lista de personal faltante y solicitaba a todos los interesados en cubrir las plazas que llamaran a la dirección del centro. Con promesas de salarios y estímulos por horas extra, se necesitaban dos asistentes administrativas (con el poco atractivo salario de 2.810 pesos, más horario nocturno) y ocho auxiliares de limpieza (3.477 pesos más un 10% de estímulo).
El hospital carecía de pantristas y de agentes de seguridad, a quienes prometía poco más de 2.500 pesos. Con un salario que no llegaba a los 3.500 pesos, solicitaban también un informático y un contable. El pago más prometedor –y el puesto más sensible, por el alto nivel de corrupción estatal que sufre el país– era el de jefe del Departamento Económico, a quien se le pagaría poco más de 6.000 pesos. Sin embargo, en la publicación no figuraba ninguna información sobre la falta de personal médico y de enfermería.
Además de las múltiples precariedades laborales que caracterizan a la Salud Pública cubana, los médicos del Hospital Pediátrico-Docente de El Cerro llevaban años denunciando su “desgaste profesional”. En 2019, un grupo de investigadores realizó encuestas a 45 sanitarios de la institución y sacó conclusiones inequívocas: el 6,7% dijo sentirse completamente extenuado, el 35,5% advirtió de que su trabajo los hacía altamente propensos al cansancio y el 26% registró índices similares de agotamiento.
La encuesta ilustraba también el lado humano de la situación de los sanitarios, muchos de los cuales no dudaban en responder afirmativamente a estas preguntas: “¿Al final del día me siento agotado? ¿Este trabajo me está endureciendo emocionalmente? ¿Los pacientes me culpan de sus problemas?”.
La debacle sanitaria –de la que el pediátrico es solo un botón de muestra– se siente a ambos lados de la consulta. Si los médicos se encuentran saturados por la falta de condiciones, los pacientes –sobre todo los padres de niños enfermos– tampoco están dispuestos a soportar más el desmoronamiento de los servicios públicos.
Lo saben bien las madres que, el pasado 24 de noviembre, protestaron frente al Ministerio de Salud Pública reclamando una mejor atención para sus hijos. Los implicados en el suceso no tardaron en buscar causas más profundas para el desamparo sanitario que experimenta el país: “No queremos más comunismo, queremos una solución”, fue la consigna que resumió la jornada.
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