AREQUIPA, Perú – Sobre las seis de la tarde del domingo 12 de mayo de 1918, la locomotora de vapor no. 95, procedente de La Habana, estaba estacionada en el neopoblano patio de los Ferrocarriles Unidos, en Matanzas.
Según registra el periódico estatal Girón, un empleado comenzó su acostumbrada revisión y limpieza y, aprovechando que la máquina aún tenía vapor, la hizo retroceder. Confiado, dejó abierta la válvula de arranque. Fue entonces cuando esta partió a toda velocidad y el operario, atemorizado, la abandonó.
Por fortuna, el puente giratorio se encontraba en posición normal, lo que evitó que la locomotora cayera al río San Juan. Atravesó toda la calle Laborde, en Versalles, hasta descarrilarse frente a los almacenes de la compañía estadounidense Cuban Distilling, en zonas del puerto.
El inusual suceso, que causó pánico entre vecinos y transeúntes de la ciudad, no solo existe en la filmografía contemporánea universal, sino también en la historia local matancera.
Cuba: un pionero de Latinoamérica
Con la inauguración del primer tramo de ferrocarril en Cuba, el 19 de noviembre de 1837, la Isla se convirtió en el primer país de Hispanoamérica y el séptimo en el mundo en emplear este medio de transporte; adelantándose incluso a España, que no lo implementó hasta once años después.
Este adelanto se debió a Claudio Martínez de Pinillo, Conde de Villanueva, nacido en La Habana, que propuso el proyecto a la Reina Isabel II. Esta lo autorizó y fue financiado por bancos ingleses con préstamo de dos millones de pesos en oro.
El tramo ferroviario abarcaba de La Habana a Bejucal, con 27,3 km y en sus inicios se utilizó para fines económicos, sobre todo relacionados con el cultivo de la caña de azúcar.
Al año siguiente se amplió este tramo hasta Güines. Cárdenas fue la segunda ciudad que contó con ferrocarril, en 1840; y en 1846 se estableció un tramo en la provincia de Camagüey. En un período de 15 años se construyeron unos 100 km de vías férreas.
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