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Libros de octubre: Del Risco y la cultura totalitaria, Jorge Luis Arcos, Zoé Valdés, Juan Manuel Cao

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Libros de octubre: Del Risco y la cultura totalitaria, Jorge Luis Arcos, Zoé Valdés, Juan Manuel Cao

“Cuando veas caricaturas arder, pon tu constitución en remojo”. La advertencia de Enrique del Risco cae pesada, por su lucidez, en el país de la jarana y el chiste nervioso. Es triste que llegue tarde, más de 65 años después de que –como observa Jorge Brioso en su prólogo a Historia y masoquismo (Furtivas)– la recién estrenada revolución de Fidel Castro censurara a un dibujante por ridiculizar a los rebeldes de Sierra Maestra.

El más reciente libro de Del Risco pone el dedo en la llaga más dolorosa del cubano: su tendencia a sufrir –con placer– persiguiendo utopías. El fervor por la voz del tirano, la rapidez con que se asume la intolerancia, el sometimiento, la capacidad de humillar, el culto a la vigilancia… el lado oscuro de la Isla ha estado tan presente en su historia como el llevado y traído humor tropical.

Quizás, de hecho, ambos sean síntomas de un defecto de carácter más profundo y que la palabra masoquismo apenas comienza a expresar. Pues “el totalitarismo”, como asegura Del Risco, “más que un régimen político es una cultura, una civilización, una costumbre”.

También ha llegado a librerías El castigo (InCubadora), el “libro monstruo” de Jorge Luis Arcos que ganó el premio Franz Kafka de Ensayo/Testimonio. Del volumen, que tiene el propósito de reflexionar o “(re)construir” el canon cubano, ha dicho Carlos Aguilera que está “lleno de anécdotas y apuntes sobre la vida intelectual cubana”, y que “habla en voz alta, pero también en voz baja”.

Quizás, de hecho, ambos sean síntomas de un defecto de carácter más profundo y que la palabra masoquismo apenas comienza a expresar

InCubadora publicó recientemente un fragmento del libro, que contiene un intercambio de cartas entre Arcos y Lorenzo García Vega sobre los sucesos que motivaron el fin de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, y la renuncia por “razones éticas” de varios miembros de su redacción, en 2009.

Las Cuatro Estaciones de Leonardo Padura –la tetralogía narrativa que inaugura las andadas del detective Mario Conde– son estudiadas en detalle por Yam-Nick Menéndez en La ficción de lo real y lo policial (Verbum). El libro aplica varias categorías académicas a la obra del novelista habanero y ofrece una conclusión: los relatos de Conde son una manifestación subterránea, pero no inefectiva, de la tensión entre literatura y totalitarismo.

En La Habana nunca hace frío (Almuzara), de Zoé Valdés, transcurre en los años 70 de la Isla. Con una banda sonora bien definida –la del rock y el movimiento hippie–, narra desde la nostalgia la vida de varios jóvenes habaneros para quienes la libertad es un credo, y que enfrentan la intolerancia de una tiranía puritana y opresiva.

A la misma década remite Atlántida (Libros del fogonero), del escritor cienfueguero Camilo Venegas. La fórmula que guía la narración también define al país: “La lucha del presente contra el pasado deja a muchos sin futuro”. Para el autor, oriundo del Paradero de Camarones, el pueblo costero tiene su metáfora perfecta en el antiguo reino hundido en el mar.

‘Maine’ pretende llenar un vacío importante: casi ningún historiador se ha ocupado de Masó, olvidado por todos los bandos tras la victoria de 1898

Publicada por el periodista exiliado Juan Manuel Cao, La gran locura (Universal) es una novela de “excesos, disparates y desafueros del poder”. Definida por su editorial como un relato esperpéntico, con no poco de la experiencia vital de Cao, sus personajes son “un funcionario atormentado, una eminente belleza, un científico delirante y un jefe con potestad absoluta”.

Una historia develada (Universal), de José Ramón Fernández –fallecido en Coral Gables, Florida, en 2021–, investiga la figura de Juan Masó Parra. El controversial mambí, que abandonó La Habana cinco días antes de la voladura del acorazado Maine –que determinó la entrada de Estados Unidos a la guerra–, tras haber propuesto a los españoles organizar una brigada cubana contra los “invasores del norte”. El libro pretende llenar un vacío importante: casi ningún historiador se ha ocupado de Masó, olvidado por todos los bandos tras la victoria de 1898.

El pasado 15 de octubre, cuando las editoriales de todo el mundo homenajeaban a Italo Calvino por su centenario, los comisarios culturales de la Isla –donde Calvino nació en 1923– ofrecieron una “rehabilitación” forzada al escritor. Financiada por la Embajada de Italia en La Habana, que preparó una agenda por la efeméride, la trilogía Nuestros antepasados será el único libro Calvino al cual tengan acceso los cubanos. Si es que, a diferencia de otras ocasiones, los ejemplares llegan a las librerías.

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