AREQUIPA, Perú. – Las academias de baile, conocidas como “escuelitas”, existían desde la etapa colonial en Cuba. Supuestamente, estaban destinadas a enseñar a bailar o a entrenar a quienes quisieran aprender nuevos ritmos. No obstante, el entrenamiento no era conducido por un maestro, sino por jóvenes mujeres que esperaban en el salón a que algún cliente solicitara un baile.
Este servicio tenía un precio. Los hombres pagaban con una papeleta que compraban previamente y que sostenían en su mano izquierda mientras bailaban. Un empleado de la academia perforaba la papeleta y luego la entregaba a la respectiva compañera de danza.
El cliente podía bailar una o varias piezas con la misma joven o cambiar de pareja según su deseo. Si la interacción iba bien, el hombre podía invitar a la joven a tomar un trago en la cantina de la academia. Esta dinámica propició en los establecimientos la prostitución encubierta.
En ese contexto, para aumentar las ganancias y prevenir que la joven se embriagara, el trago que se le servía no contenía alcohol, sino que era una mezcla de té, manzanilla o algún refresco de cola.
Al final de la noche, la joven recibía su pago según la cantidad de bailes que había realizado (los justificaba con las papeletas que había recibido). Una parte era para ella y otra para la academia.
Cabe destacar que los militares vestidos de uniforme no estaban autorizados a entrar en estas academias. Para prevenirlo el Estado Mayor del Ejército enviaba un oficial, un sargento y algunos soldados, identificados con brazaletes, para patrullar las escuelitas y detener a posibles infractores.
Para 1928, había al menos 20 academias en la ciudad, en un período impulsado por la Ley Seca en Estados Unidos, que llevó a una gran afluencia turística a Cuba y a la apertura de aproximadamente 7.000 bares y salas de fiesta en la Isla.
El costo por bailar una pieza variaba en diferentes épocas, y se decía que las orquestas acortaban las interpretaciones para que los clientes tuvieran que entregar más papeletas por el mismo tiempo de baile, lo que resultaba menos agotador para los músicos. En los salones de baile y sociedades recreativas, los clientes pagaban una tarifa única al entrar en lugar de pagar por cada pieza bailada como en las academias.
En estas clases, los hombres también bailaban con otros hombres. Sin embargo, esta práctica fue eliminada después del triunfo de la Revolución castrista, cuando Ernesto Che Guevara, quien era célebre por sus posturas homófobas, visitó una de estas instituciones.
A partir de 1959 las “escuelitas” de baile fueron desapareciendo en Cuba. Ello, motivado por el surgimiento de nuevas formas de entretenimiento y la transformación de la vida nocturna habanera. En su lugar, permanecieron las academias de danza con profesores, horarios y protocolos, como se conocen hoy.