AREQUIPA, Perú – La Plaza de la Revolución en La Habana, o como se le llamaba antes de 1959, la Plaza Cívica, alberga uno de los monumentos más emblemáticos del país: la estatua de José Martí. No son muchos los que conocen que la historia detrás de esta pieza está marcada por polémicas y decisiones políticas.
El proyecto para el monumento a José Martí se gestó en 1943, cuando se convocó un concurso para seleccionar el diseño que ocuparía la Plaza Cívica o de la República. El plan ganador fue presentado por el arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre.
Se seleccionó, en segundo lugar, el de los arquitectos Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, mientras el tercer lugar lo ocupó le proyecto de los arquitectos e ingenieros Enrique Luis Varela, Juan Labatut, Raúl Otero y Manuel Tapia Ruano, y el escultor Alexander Sambugnac.
A pesar de que el trabajo de Maza y Sicre había sido vencedor, el gobierno de Fulgencio Batista, quien regresó al poder en 1952, decidió erigir el diseño de Enrique Luis Varela, un político aliado.
Esta violación de las bases del concurso generó la protesta del Colegio de Arquitectos, pero Juan José Sicre aceptó esculpir la estatua de José Martí que se añadió al proyecto de Varela.
Por su parte, la Junta de Patronos llevó a la realidad, con fondos propios, el proyecto de Govantes y Cabarrocas, construyéndose así la Biblioteca Nacional. Irónicamente, el único plan que no se ejecutó fue el que ganó primer premio en el concurso.
Con el tiempo la estatua de Martí se completó, de 18 metros de altura y esculpida en mármol de Isla de Pinos, presentando al Apóstol sentado en actitud reflexiva, envuelto en los pliegues de su toga. A pesar de las controversias en torno a su construcción, la pieza se ha convertido en un símbolo icónico de la lucha y la independencia cubana.
El monumento en su conjunto incluye, además de la estatua, un obelisco o pirámide y una pequeña explanada donde se realizan actos protocolares. La base del obelisco alberga el Memorial José Martí, inaugurado en 1996, que exhibe reliquias originales, documentos y grabados que evocan la vida y obra del Héroe de la Independencia cubana.
La plaza, con la estatua de José Martí como su punto focal, ha sido testigo de momentos trascendentales en la historia cubana. Desde concentraciones populares hasta declaraciones políticas fundamentales, este espacio se ha erigido como el corazón simbólico de la nación.
Con una altura total de 141,95 metros sobre el nivel del mar, la estatua de José Martí ofrece una vista panorámica de 360 grados de la capital de la Isla, un lugar meritorio para el apóstol de Cuba.
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